Además, la nueva crisis amenaza a bancos ya en aprietos con otra ola de pérdidas, fruto de una era de utilidades casi sin precedentes y una burbuja de crédito fácil que ellos mismo contribuyeron a promover. A mediados de 2008, las entidades financieras mandaban a pérdida unos US$ 21.000 millones en tarjetas morosas e incobrables. Con cientos de miles de despidos en el sector privado, la banca puede perder unos US$ 55.000 millones de hoya un año. A fin de septiembre, los quebrantos totales representaban 5,5% de la deuda vía tarjetas y podrían superar 7,9%, o sea el nivela tras pincharse la burbuja puntocom en 2001.
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<p>Si el desempleo continúa creciendo –podría pasar de 6,3% en octubre a 8,2% un años después-, las tarjetas anuladas podrían exceder todos los precedentes. Ante tantas dificultades, emisoras como MasterCard o Visa corren a cauterizar heridas. Pero se les agotan opciones otrora fáciles. Verbigracia, pedir viviendas como aval o transferir saldos de tarjeta en tarjeta. </p>
<p>Grandes financiantes (American Express, Bank of America, Citigroup, la minorista Target) han comenzado a endurecer exigencias a solicitantes y a podar carteras de clientes en riesgo. Ya se rechazan renovaciones a gente endeudada o con segundas hipotecas y se bajan techos para tenedores actuales de dinero plástico. </p>
<p>Estos cambios reducen las calificaciones crediticias de los deudores y los obliga apagar intereses más altos o les hace más arduo obtener refinanciamientos. La hondura de la crisis sacude a una clase media adicta a vivir de prestado. Familias que otrora gastaban ya y pagaban quién sabe cuándo ahora deben limitar el uso de tarjetas. </p>
<p>El departamento federal de hacienda, entretanto, quema miles de millones aportados por los contribuyentes para rescatar banqueros imprudentes responsables, en buena medida, de ese festival de crédito barato. Hubo, claro, un culpable en la Reserva Federal: Alan Greenspan. </p>
<p>Al mismo tiempo, el miedo entre prestamistas aumenta mientras la crisis torna más difícil a un público de menos solvencia prescindir de tarjetas para consumos tan básicos como combustibles y alimentos. Ni los deudores de mejor calidad salen indemnes: American Express subirá las tasas efectivas de 15 a 17/18% anual, niveles usurarios en una economía cuyos tipos referenciales no pasan de 2%. </p>
<p>Los emisores de dinero plástico advierten que se les achica el mercado, tanto físico como en línea. Sin posibilidades de elevar el número de tarjetas circulantes, deben hacer recortes en otros frentes. Sucede que la gente está atiborrada de hipotecas, viviendas cuyo precio baja y deuda por tarjetas. En anteriores oportunidades, los bancos podían compensar menores utilidades elevando comisiones. Ya, no.</p>
En EE.UU., se viene encima otra crisis, la de tarjetas de crédito
Tras decenios de atosigar al norteamericano medio ofreciéndole tarjetas de crédito y financiamientos renovables, los prestamistas de pronto restringen todo. Justo mientras la recesión ahoga el consumo y afecta aun a deudores bien calificados.