Elecciones 2004: inseguridad laboral, clave de campaña

Durante más o menos un año, el presidente ha sido objeto de críticas por Irak. Hoy, las cosas cambian: público, sindicalistas y demócratas claman “trabajo sí, Bush no”. Claro: en este gobierno, 2.300.000 personas se quedaron en la calle.

13 marzo, 2004

Según recientes estadísticas –que se han hecho notar en Wall Street-, el sector privado no generó trabajo en febrero y el público apenas 21.000 puestos. Además, la tasa de desempleo urbano (5,6%, contra 4,2% al asumir George W.Bush) sería más alta si 1.600.000 personas no hubiesen abandonado la búsqueda de trabajo en 2003.

En síntesis, la presente administración ha excluido una masa de 3.900.000. Hace doce años, Bush padre perdió la reelección porque el repunte de entonces no creaba empleo. Ahora, el mismo problema compromete el intento del hijo. “Economía y trabajo son el tema número uno, en mis encuestas y en otras”, señala John Zogby, profesional en la materia.

Pero 2004 no es exactamente una repetición de 1992. Esta vez, la economía empezó a repuntar antes, aunque a paso de tortuga. Durante la tenida de Bush padre, la recesión concluyó en marzo de 1991, 19 meses antes de los comicios. La actual finalizó “oficialmente” en noviembre de 2001, tres años antes de las elecciones en ciernes.

La ola de ataques terroristas iniciada el 11 de septiembre de 2001 en Manhattan implica que -comparada con las de 1992, 1996 y 2000 –centradas en temas económicos- esta elección tiene un eje doble: seguridad nacional y seguridad laboral. Por una parte, Bush se muestra como un “presidente de guerra” y se atribuye un “liderazgo firme”. Por la otra, John Kerry se hace cargo de las angustias económicas y busca replantear las elecciones como un referendo sobre el desempeño de Bush en el país.

En este plano, la asistencia social es otro asunto espinoso. Los costos de atención médica suben, la clase media urbana pierde empleos y cada día más familias son afectadas por ambas tendencias. Bush es muy vulnerable: ha optado por elevar peligrosamente el déficit fiscal otorgándoles rebajas tributarias a rentistas bursátiles y sectores de altos ingresos, en vez de fomentar la creación de empleo.

Estas cuestiones “ocupan la atención pública al presente”, señala Robert Rubin, secretario de Trabajo bajo William Clinton y asesor de Kerry. “Se extiende la inseguridad en cuanto a empleo y sueldos”.

En verdad, las últimas encuestas no favorecen a Bush. La de AP-Ipsos, días atrás, muestra que 60% de gente consultada en todo EE.UU. cree que el gobierno va por mal camino. Es el peor resultado en la actual presidencia. Zogby indica que 21% de potenciales votantes urbanos tiene miedo de perder el trabajo en los doce meses venideros. La proporción sube a 25% entre quienes ganan más de US$ 75.000 anuales.

La nerviosidad generada en torno del empleo explica el debate sobre tercerización laboral hacia países donde se pagan bajos sueldos, proceso facilitado por el libre comercio. Las internas demócratas, inclusive, adoptaron fuerte tinte proteccionista y, según encuestas de la universidad de Maryland (febrero), quienes ganan de 100.000 anuales para arriba se sienten desencantados con el libre comercio. Es más: su apoyo público ha caído de 57% en 1999 a 28% este año.

A pesar de todo, el gobierno ha resuelto defender a rajatabla el libre comercio (salvo en materia agrícola) durante la campaña electoral. El miércoles 10 en Ohio, estado castigado por la emigración de puestos laborales y el cierre de fábricas, llegó a decir que “el libre comercio beneficia a los trabajadores”.

Mientras tanto, el persistente desempleo influye en estado tras estado. Ohio se suma a Nuevo Hampshire, Wisconsin, Minnesota, Michigan, Washington, Nuevo México y otros.

Los problemas no acaban ahí. El aumento de ingresos personales fue pálido en enero (0,2%), si bien los de bolsillo crecieron más, gracias a reembolsos impositivos e hipotecarios. Pero no hubo mejoras salariales.

Angustias laborales e inseguridad económica, juntas, podrían cambiar el clima electoral en estados relevantes. El mayor problema para Bush está en los grandes lagos, Misuri, Pennsilvania y Virginia occidental. Si este grupo vuelve a los demócratas o se pasa a ellos, decidirá la suerte electoral.

Hay una cruel ironía en todo esto, pues la oposición se apropia de la pregunta que Ronald Reagan –héroe de Bush y la derecha republicana- hacía en la campaña 1980: “¿Están mejor que hace cuatro años?”. Lo malo para el equipo oficialista actual es que, en escala nacional, la repuesta de hoy sea “No”.

En realidad, el producto bruto interno recobró 6,1%, en términos anualizados, durante la segunda mitad de 2003 y marcó el mejor ritmo desde 1984. En general, se espera 4,5% para todo 2004. Como se apuntó, el ingreso de bolsillo y la compra de viviendas han subido en los tres años de Bush. Hasta fines de febrero, el Dow Jones industrial estuvo ascendiendo y ganó casi mil puntos en poco más de un año.

Bush obtuvo una amplia victoria en los comicios parlamentarios de 2002, cuando Wall Street andaba muy mal. Ergo, el presidente tiene motivos para esperar que quienes invierten en bolsa (2/3 de la población, sostiene el mercado) lo traten aun mejor que hace dos años.

Hasta cierto punto, el tiempo juega en favor de Bush. Scott Read, jefe de campara para Robert Dole (1996), cree que “restan todavía más de siete meses. Hay margen para recobrar posiciones”. Pero, dice la sapiencia convencional, un gobierno precisa seis meses de repunte en el empleo para convencer a los votantes de que la economía por fin los beneficia. Quedan, pues, sólo siete informes laborales de ahora al 2 de noviembre.

Por consiguiente, el equipo de Bush –que hace cuatro meses apostaba a una reactivación más firme, como creadora de empleos- trata de reajustar su discurso al respecto. De paso, ataca a Kerry en varios frentes. “Tenemos un oponente con locas ideas sobre asistencia médica”, declara Kenneth Mehlman, jefe de campaña. También cita el apoyo de Kerry al protocolo de Kyoto -que intenta controlar industrias emisoras de gases perjudiciales para la atmósfera- como prueba de que, “si el senador por Massachusetts llegase a la Casa blanca, pronto habría 2.400.000 desocupados más.

Según recientes estadísticas –que se han hecho notar en Wall Street-, el sector privado no generó trabajo en febrero y el público apenas 21.000 puestos. Además, la tasa de desempleo urbano (5,6%, contra 4,2% al asumir George W.Bush) sería más alta si 1.600.000 personas no hubiesen abandonado la búsqueda de trabajo en 2003.

En síntesis, la presente administración ha excluido una masa de 3.900.000. Hace doce años, Bush padre perdió la reelección porque el repunte de entonces no creaba empleo. Ahora, el mismo problema compromete el intento del hijo. “Economía y trabajo son el tema número uno, en mis encuestas y en otras”, señala John Zogby, profesional en la materia.

Pero 2004 no es exactamente una repetición de 1992. Esta vez, la economía empezó a repuntar antes, aunque a paso de tortuga. Durante la tenida de Bush padre, la recesión concluyó en marzo de 1991, 19 meses antes de los comicios. La actual finalizó “oficialmente” en noviembre de 2001, tres años antes de las elecciones en ciernes.

La ola de ataques terroristas iniciada el 11 de septiembre de 2001 en Manhattan implica que -comparada con las de 1992, 1996 y 2000 –centradas en temas económicos- esta elección tiene un eje doble: seguridad nacional y seguridad laboral. Por una parte, Bush se muestra como un “presidente de guerra” y se atribuye un “liderazgo firme”. Por la otra, John Kerry se hace cargo de las angustias económicas y busca replantear las elecciones como un referendo sobre el desempeño de Bush en el país.

En este plano, la asistencia social es otro asunto espinoso. Los costos de atención médica suben, la clase media urbana pierde empleos y cada día más familias son afectadas por ambas tendencias. Bush es muy vulnerable: ha optado por elevar peligrosamente el déficit fiscal otorgándoles rebajas tributarias a rentistas bursátiles y sectores de altos ingresos, en vez de fomentar la creación de empleo.

Estas cuestiones “ocupan la atención pública al presente”, señala Robert Rubin, secretario de Trabajo bajo William Clinton y asesor de Kerry. “Se extiende la inseguridad en cuanto a empleo y sueldos”.

En verdad, las últimas encuestas no favorecen a Bush. La de AP-Ipsos, días atrás, muestra que 60% de gente consultada en todo EE.UU. cree que el gobierno va por mal camino. Es el peor resultado en la actual presidencia. Zogby indica que 21% de potenciales votantes urbanos tiene miedo de perder el trabajo en los doce meses venideros. La proporción sube a 25% entre quienes ganan más de US$ 75.000 anuales.

La nerviosidad generada en torno del empleo explica el debate sobre tercerización laboral hacia países donde se pagan bajos sueldos, proceso facilitado por el libre comercio. Las internas demócratas, inclusive, adoptaron fuerte tinte proteccionista y, según encuestas de la universidad de Maryland (febrero), quienes ganan de 100.000 anuales para arriba se sienten desencantados con el libre comercio. Es más: su apoyo público ha caído de 57% en 1999 a 28% este año.

A pesar de todo, el gobierno ha resuelto defender a rajatabla el libre comercio (salvo en materia agrícola) durante la campaña electoral. El miércoles 10 en Ohio, estado castigado por la emigración de puestos laborales y el cierre de fábricas, llegó a decir que “el libre comercio beneficia a los trabajadores”.

Mientras tanto, el persistente desempleo influye en estado tras estado. Ohio se suma a Nuevo Hampshire, Wisconsin, Minnesota, Michigan, Washington, Nuevo México y otros.

Los problemas no acaban ahí. El aumento de ingresos personales fue pálido en enero (0,2%), si bien los de bolsillo crecieron más, gracias a reembolsos impositivos e hipotecarios. Pero no hubo mejoras salariales.

Angustias laborales e inseguridad económica, juntas, podrían cambiar el clima electoral en estados relevantes. El mayor problema para Bush está en los grandes lagos, Misuri, Pennsilvania y Virginia occidental. Si este grupo vuelve a los demócratas o se pasa a ellos, decidirá la suerte electoral.

Hay una cruel ironía en todo esto, pues la oposición se apropia de la pregunta que Ronald Reagan –héroe de Bush y la derecha republicana- hacía en la campaña 1980: “¿Están mejor que hace cuatro años?”. Lo malo para el equipo oficialista actual es que, en escala nacional, la repuesta de hoy sea “No”.

En realidad, el producto bruto interno recobró 6,1%, en términos anualizados, durante la segunda mitad de 2003 y marcó el mejor ritmo desde 1984. En general, se espera 4,5% para todo 2004. Como se apuntó, el ingreso de bolsillo y la compra de viviendas han subido en los tres años de Bush. Hasta fines de febrero, el Dow Jones industrial estuvo ascendiendo y ganó casi mil puntos en poco más de un año.

Bush obtuvo una amplia victoria en los comicios parlamentarios de 2002, cuando Wall Street andaba muy mal. Ergo, el presidente tiene motivos para esperar que quienes invierten en bolsa (2/3 de la población, sostiene el mercado) lo traten aun mejor que hace dos años.

Hasta cierto punto, el tiempo juega en favor de Bush. Scott Read, jefe de campara para Robert Dole (1996), cree que “restan todavía más de siete meses. Hay margen para recobrar posiciones”. Pero, dice la sapiencia convencional, un gobierno precisa seis meses de repunte en el empleo para convencer a los votantes de que la economía por fin los beneficia. Quedan, pues, sólo siete informes laborales de ahora al 2 de noviembre.

Por consiguiente, el equipo de Bush –que hace cuatro meses apostaba a una reactivación más firme, como creadora de empleos- trata de reajustar su discurso al respecto. De paso, ataca a Kerry en varios frentes. “Tenemos un oponente con locas ideas sobre asistencia médica”, declara Kenneth Mehlman, jefe de campaña. También cita el apoyo de Kerry al protocolo de Kyoto -que intenta controlar industrias emisoras de gases perjudiciales para la atmósfera- como prueba de que, “si el senador por Massachusetts llegase a la Casa blanca, pronto habría 2.400.000 desocupados más.

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