El petróleo hace sufrir también a países árabes

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La estrategia saudita de bajar los precios del crudo funciona a medias. Permite a la OPEP –en especial a Riyad- recuperar mercado, pero impone restricciones financieras casi desconocidas. Las grandes petroleras privadas abandonan proyectos.

Las naciones consumidoras, importadoras de crudo tienen un alivio importante en sus economías, que esperan dure varios años. Algunos de los productores –como Venezuela o Rusia- atraviesan un difícil momento con 50% de sus ingresos por la mitad.

Todos los productores de la OPEP –incluídos Arabia Saudita y los demás países del Golfo- han visto reducido sus ingresos de modo importante. Pero los productores árabes supieron acumular importantísimas reservas para cuando llegaran los momentos difíciles.

Y han llegado. El eje de la estrategia era bajar tanto el precio que los productores de shale oil quedaran fuera de juego. Así ocurrió en las cuencas marginales, y eso provocó el congelamiento de inversiones por miles de millones de dólares en la industria.

Pero en lo esencial no hubo éxito. Estados Unidos, en los grandes yacimientos sigue explotando shale oil con una tecnología en constante evolución que cada vez logra bajar más los costos de explotación.

Entre tanto, los países árabes se han visto obligados a tocar sus reservas financieras, algo que no había ocurrido antes.

Arabia Saudita recuperó US$ 70 mil millones que tenía colocados en inversiones financieras globales. Debe hacer frente a nuevas inversiones para mantener el ritmo de producción, a cubrir los gastos del presupuesto, y en especial a afrontar la guerra que mantiene contra los rebeldes de Yemen.

Peor ha sido la suerte de Qatar: acaba de perder US$ 12 mil millones de un plumazo. Tenía fuertes inversiones en acciones de la automotriz Volkswagen y de Glencore, la firma de commodities, y del Banco de Agricultura de China, cuyos precios se derrumbaron en apenas pocos días. El fondo acumulado es de US$ 250 mil millones. Las pérdidas fueron casi de 10% del total.

Entre las grandes firmas petroleras privadas, la gran noticia la ha generado Shell, y no por perder US$ 500 millones en el valor de sus acciones por las convulsiones bursátiles de las últimas semanas.

Nadie hizo tanto en esfuerzos políticos, de prestigio y de inversión, como la empresa angloholandesa para explorar y explotar petróleo en el Ãrtico.

Ahora acaba de comunicar que abandona definitivamente el intento. Dejar el famoso pozo Burger J a casi 200 kilómetros de Alaska, implica desechar todo lo hecho desde 2008 y afrontar una pérdida de US$ 7 mil millones que es lo que lleva invertido en esa exploración.

La oposición política y social ha sido de tal magnitud, que los principales directivos de la petrolera habían llegado a sentir miedo de tener éxito. La importancia de la decisión se mide mejor si se advierte que Shell tiene reservas declinantes que no logra reemplazar. Está extrayendo crudo a más velocidad que lo que ubica nuevos hallazgos para el reemplazo.

Cada vez es más costoso y más difícil extraer petróleo convencional. Lo que está anunciando Shell con esta decisión, es el fin de una era en la explotación energética tradicional.

Hay además, un nuevo fenómeno para observar. El habitual rol regulador de la OPEP (y de Arabia Saudita) en el mercado petrolero está siendo reemplazado por los capitales financieros estadounidenses. Son ellos los que al proveer créditos, o al suspenderlos, están moldeando el perfil de la industria petrolera que vendrá y de los protagonistas que quedarán en el escenario.

No sólo con el shale oil. Excepto por el caso de México, ninguno de los productores extra OPEP ha reducido el volumen de extracción. Por el contrario, en muchos casos lo han aumentado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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