Esto se vuelve relevante no sólo para minimizar la pérdida de poder adquisitivo de las familias, sino también para evitar que se evapore la ganancia de competitividad alcanzada tras la devaluación. Superadas estas dos etapas, comienza el desafío de mediano/largo plazo de consolidar un nuevo ciclo de crecimiento liderado por la inversión, sostiene Ecolatina en su informe económico 1053.
La *performance* macroeconómica siempre juega un papel preponderante sobre los comicios, de modo que en 2015 la economía estuvo al compás del escenario político.
En este marco, el gobierno recurrió a la ya tradicional estrategia electoral: mejorar el ingreso real de las familias, a través de una política fiscal expansiva, para apuntalar el consumo. Para llevar adelante dicha política debían resolverse tres grandes desafíos. En primer lugar, conseguir divisas para calmar las expectativas de devaluación, que los mayores pesos volcados a la economía fueran al consumo interno, y flexibilizar los controles a las importaciones para aumentar así la oferta de bienes. El segundo desafío era acotar la inflación, de modo de lograr una recuperación real del poder de compra de los salarios y de los ingresos de las familias (vía AUH, jubilaciones, PROGRESAR, etc.). Por último, vinculado a los dos anteriores objetivos, el gobierno debía conseguir endeudamiento en moneda local: si deseaba llevar adelante el shock de gasto fiscal era imperioso reemplazar el financiamiento de la emisión monetaria por la colocación de deuda, para evitar así exacerbar las presiones cambiarias e inflacionarias. Estos tres frentes marcaron el estrecho margen de acción del gobierno de modo que la política de 2015 estuvo concentrada en la reactivación del consumo (incluso con un resultado menor al esperado), a costa de profundizar las distorsiones económicas acumuladas en los últimos años. El cierre de 2015 marca el fin de un ciclo político que durante los doce años de gobierno tuvo una evolución de mayor a menor.
Un balance del último mandato del gobierno kirchnerista permite poner en relieve la herencia económica que recibe la actual administración para poder identificar los principales desafíos que deberán enfrentarse, tanto en el corto como en el mediano plazo. Una economía con varios frentes por resolver Pese a los esfuerzos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner para apuntalar la actividad, en 2015 el PBI habría aumentado tan sólo 1,2% de acuerdo a nuestras estimaciones, una baja expansión respecto de los últimos siete años en que hubo elecciones en el país (la excepción fue la caída de 2009, en plena crisis internacional).
Así, en los últimos cuatro años la economía trepó sólo 2,3%, es decir 0,5% promedio por año.
Considerando el crecimiento poblacional, el PBI per cápita acumuló una caída de 2% en el período (-0,5% promedio por año). La performance de la inversión de capital fue incluso peor a la de la producción interna. Si bien el año pasado mostró una leve expansión (+1,4%, exclusivamente por el crecimiento de la construcción), ello fue insuficiente para compensar las caídas verificadas en los últimos años: entre 2012 y 2015 la formación de capital en el país acumuló una contracción del 7% conforme a nuestras estimaciones (-1,8% promedio por año). La falta de inversión impactó sin duda en la expansión económica, pero más importante aún en la creación de nuevos puestos de trabajo.
Conforme a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) desde hace cuatro años no hay un crecimiento del empleo (hasta el tercer trimestre de 2015, en promedio la cantidad de puestos de trabajo cayó 0,2% por año desde 2012). Desde hace más de ocho años que nuestro país registra una inflación muy superior a la media internacional, pero los últimos cuatro años se caracterizaron por una aceleración del incremento de los precios internos: entre 2012 y 2015 la inflación fue del 29,5% promedio por año, contra 22% en el primer mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner. Este fenómeno no sólo puso en jaque los esfuerzos sobre el frente social (al segundo trimestre de 2015 el ingreso real de las familias se encuentra en el mismo nivel de 2011 y la incidencia de la pobreza aumentó a 24,5% de acuerdo con nuestras estimaciones), sino que además socavó la competitividad de los sectores exportadores: el año pasado, por primera vez en quince años, el saldo comercial de bienes fue deficitario, con un rojo por US$ 1.540 millones acumulado a octubre, de acuerdo a los datos de la Base Usuaria. Aunque el resultado del sector externo del año pasado estuvo influenciado por un frente internacional más adverso (recesión en Brasil, desaceleración de China caída del precio internacional de los commodities, etc.) desde fines de 2011 que se registra un importante deterioro comercial.
En 2015 las cantidades exportadas cayeron por cuarto año consecutivo, acumulando una contracción de 18% en 2012-2015, de modo que el volumen de las exportaciones retrocedió al nivel de 2006. El atraso cambiario (el año pasado el tipo de cambio real bilateral con EE.UU. tocó su menor valor desde la salida de la Convertibilidad), la instauración del cepo, la presión impositiva y la falta de previsibilidad ante los mercado minaron la fuente interna de divisas.
Por caso, el valor de las exportaciones pasó de US$ 84.000 millones en 2011 (15% del PBI) a US$ 58.400 millones en los últimos doce meses (10% del producto), es decir una pérdida de US$ 6.400 millones por año (-8,7% promedio anual). Junto con el tipo de cambio, las tarifas de servicios públicos se utilizaron como ancla nominal para contener la suba de precios lo cual generó, como es sabido, un importante deterioro del resultado del Sector Público.
Por caso, mientras que los ingresos del Tesoro aumentaron 32% promedio por año entre 2012-2015 los gastos lo hicieron al 36% anual, de donde los subsidios explicaron casi el 20% de dicho aumento (las jubilaciones son el otro concepto que explicaron este incremento del gasto, aproximadamente 40%). De esta manera, mientras que en 2011 el balance entre ingresos y gastos primarios del Sector Público Nacional se encontraba prácticamente en equilibrio, conforme a nuestras estimaciones el 2015 cerraría con un déficit genuino (excluyendo el giro de utilidades del Banco Central) de 3,7% del PBI, cuando las transferencias a las empresas públicas representan 4,6% del PBI. Más aún, ante el aislamiento al mercado de capitales internacional tras la intervención del INDEC en 2007 (otra herencia del último gobierno que deja un importante costo sobre la economía), fue necesario recurrir a la emisión monetaria para cubrir el bache fiscal.
El crecimiento de la Base Monetaria entre 2012 y 2015, que subió 2 p.p. su participación dentro del PBI (de 9,5% a 11,5%) estuvo explicado en su totalidad por la asistencia al Tesoro, presionando sobre la inflación, el tipo de cambio y generando un importante deterioro sobre el patrimonio del Banco Central (en 2011 las reservas cubrían la totalidad de los pesos en circulación, y sobre finales de 2015 no llegaban la mitad de los mismos).
Avanzar en políticas de fondo para crecer en forma sostenida
El 2015 puso fin a un ciclo político cuya herencia económica es una actividad sin crecimiento, estancamiento del empleo y de los ingresos reales, aumento de la pobreza, elevada inercia inflacionaria, desequilibrios de precios relativos, déficit gemelos (incluso de balanza comercial), fuertes controles y escasa previsibilidad al mercado, etc. Las primeras políticas del nuevo gobierno estuvieron dirigidas a resolver la apremiante situación externa, con la corrección cambiaria como la principal medida.
La estabilidad que mostró el dólar tras la apertura del cepo fue el primer round de la batalla cambiaria, pero en el corto plazo aún queda camino por recorrer a la hora de desarmar las expectativas de devaluación (alcanzar un valor de equilibrio del tipo de cambio), ya que en la medida en que los agentes perciban que la divisa está barata, el estrangulamiento externo persistirá.