Tras coronar con éxito el traspaso del gobierno de marido a mujer sin violentar
la Constitución ni con sucesiones traumáticas (como la de la fórmula
Perón-Perón de 1974), los Kirchner acometerán desde esta
formal transición que se inicia otra experiencia no menos singular: la
convivencia en el poder desde las sombras.
El actual presidente entregará el bastón de mando el 10 de diciembre
a la que será hasta ese momento “la primera dama” y se convierte
automáticamente en “primer damo”, como él mismo ironizara
en plena campaña. La diferencia es que no pasa a un cargo electivo, como
sí lo estaba Cristina en la banca del Senado que deja.
Lo que ha venido trascendiendo sobre las futuras actividades del jefe de Estado
es que se propone armar el entramado político del partido Justicialista,
para lo cual necesitaría devenir en su titular una vez que se normalice
judicialmente.
Pero los movimientos últimos que se han producido en la Casa Rosada
sugieren que se lo verá por ahí mucho más seguido que lo
que indicaría un mero rol partidario, inclusive cuando la presidenta
se ausente del despacho para acometer la agenda de viajes que compondrá
su estilo de gobierno.
En principio, se habla del cierre de la sala de periodistas, lo cual distanciaría
a la prensa de la agenda oficial y de los movimientos informales de personas.
Ayer mismo se impidió a los periodistas acreditados seguir el escrutinio
desde la Casa Rosada.
El esquema de funcionamiento del gobierno cuando asuma Cristina Kirchner diferirá
en muy poco del actual, salvo que la presencia de su esposo no podrá
ajustarse a las normas institucionales y que cambiará el perfil de algunos
ministerios, como el del Interior, al que piensan orientar un contacto político
contenedor con las instituciones. Prioridad prometida por la senadora. Se hablaba
de ex gobernadores leales a la futura presidenta, como el rionegrino Pichetto,
o un referente del PJ allegado a Néstor, como el jujeño Fellner.
Los resortes claves de la gestión quedarían en manos de sus actuales
responsables: Alberto Fernández en la Jefatura de Gabinete, Carlos Zannini
en la Secretaría Legal y Técnica, Oscar Parrilli en la Secretaría
General de la Presidencia, Jorge Taiana en la Cancillería, Alicia Kirchner
en Desarrollo Social y Martín Redrado en el Banco Central.
Desdoblamientos
No es seguro que el Ministerio de Economía permanezca como hasta ahora,
lo que no significa que Miguel Peirano abandone el gobierno. El mismo es partidario
de desdoblar la cartera económica entre Producción (que retendría)
y Hacienda y Finanzas. La UIA coincide en la propuesta.
Para una eventual partición, vuelve a cobrar vuelo la figura de Mario
Blejer en Hacienda y Finanzas, en quien Cristina confía para construir
toda la arquitectura de las nuevas relaciones con la comunidad financiera internacional.
Blejer fue funcionario del Fondo Monetario Internacional y a través
de su empleo en el Banco de Inglaterra ha establecido contactos con todo el
sistema financiero europeo y asiático, lo cual facilitaría las
reconexiones operativas (refinanciación, créditos) tras el establecimiento
de nuevas pautas de encuentro con el FMI, el Tesoro y el G 7 nucleados en Washington.
Cristina confía ciegamente en los efectos que tendrá la relación
atada con el flamante director gerente del Fondo, Dominique Klauss-Khan.
La reprogramación de la deuda que se concentra durante todo el mandato
presidencial en ciernes requerirá de un experimentado operador que conozca
los timbres en el exterior y la última actuación de Peirano en
la asamblea del FMI no dejó satisfecho al matrimonio Kirchner, que sí
en cambio le reconoce versatilidad en la economía real.
Además, se descuenta que el verdadero ministro de Economía (o
administrador) seguirá siendo Néstor Kirchner, aun desde las sombras.
De Vido
Otra de las dudas de ejercicio práctico del poder que imaginan los Kirchner
es el papel que desempeñará Julio de Vido en la futura administración.
La hipótesis que más se escucha en los pasillos es que el controvertido
ministro pase a ocupar una oficina en la Casa Rosada y desde ahí maneje
los hilos de una cartera desdoblada en Energía e Infraestructura o Servicios
Públicos.
Para la primera, la presencia activa de Guillermo Moreno al frente de Enarsa
es clave para la mesa de control del sector de los combustibles, para el que
el gobierno descuenta la inclusión de empresarios amigos que respondan
por YPF y Esso. En tanto José López, actual secretario de Obras
Públicas, se ocuparía de la infraestructura.
El ascendiente de De Vido sobre Moreno y las empresas de energía se
considera vital en el sordo plan anticrisis que se llevará adelante mientras
se concretan las inversiones que nivelarán la oferta con la demanda en
no menos de tres años. Pero su salida formal del gabinete solucionaría
una incompatibilidad de poderes, que causaba ruido político, con Alberto
Fernández.
Con Fernández como coordinador de la gestión y De Vido en el
monitoreo energético, Kirchner se reservaría con ambos el circuito
crítico de la acción íntima de gobierno, justo la tarea
que no es el fuerte de su esposa.
Tampoco está resuelto hasta el momento si De Vido pasará el verano
en su actual cargo para luego “salir hacia arriba”, o si los cambios
se harán antes.
Los otros ministerios son secundarios dentro del esquema de gestión.
Se menciona al que fuera funcionario de Aníbal Ibarra en la Ciudad y
médico de Kirchner, Sccapavento, en Salud, y al superintendente de Servicios
de Salud, Héctor Cappacioli, en Trabajo, en lugar de Tomada, que va al
Congreso.
Y entre las ideas que se manejan con mayor frecuencia está la del ascenso
de Héctor Timerman a la embajada en Estados Unidos, que ocupa aún
José Octavio Bordón, y a la repatriación de Carlos Bettini
desde la sede diplomática en España para ponerse al frente de
un organismo a crear que se ocuparía exclusivamente de la concertación.
Pero lo cierto es que Cristina deberá mostrar que algo cambia, como
prometió en campaña, y tiene para ello varias reformas en carpeta:
la de la ley de ministerios, la de los partidos políticos, la impositiva
y la constitucional. Cuenta para ello con quórum propio en el Congreso.
Detrás de todas estas reformas, que consolidarían la centralización
del poder que en la práctica ejerció Kirchner, pero dentro de
las formalidades institucionales de la democracia, se cerraría entonces
el ciclo de los superpoderes y decretos de necesidad y urgencia, que Cristina
se fijó como plazo los finales de 2008.
Tras coronar con éxito el traspaso del gobierno de marido a mujer sin violentar
la Constitución ni con sucesiones traumáticas (como la de la fórmula
Perón-Perón de 1974), los Kirchner acometerán desde esta
formal transición que se inicia otra experiencia no menos singular: la
convivencia en el poder desde las sombras.
El actual presidente entregará el bastón de mando el 10 de diciembre
a la que será hasta ese momento “la primera dama” y se convierte
automáticamente en “primer damo”, como él mismo ironizara
en plena campaña. La diferencia es que no pasa a un cargo electivo, como
sí lo estaba Cristina en la banca del Senado que deja.
Lo que ha venido trascendiendo sobre las futuras actividades del jefe de Estado
es que se propone armar el entramado político del partido Justicialista,
para lo cual necesitaría devenir en su titular una vez que se normalice
judicialmente.
Pero los movimientos últimos que se han producido en la Casa Rosada
sugieren que se lo verá por ahí mucho más seguido que lo
que indicaría un mero rol partidario, inclusive cuando la presidenta
se ausente del despacho para acometer la agenda de viajes que compondrá
su estilo de gobierno.
En principio, se habla del cierre de la sala de periodistas, lo cual distanciaría
a la prensa de la agenda oficial y de los movimientos informales de personas.
Ayer mismo se impidió a los periodistas acreditados seguir el escrutinio
desde la Casa Rosada.
El esquema de funcionamiento del gobierno cuando asuma Cristina Kirchner diferirá
en muy poco del actual, salvo que la presencia de su esposo no podrá
ajustarse a las normas institucionales y que cambiará el perfil de algunos
ministerios, como el del Interior, al que piensan orientar un contacto político
contenedor con las instituciones. Prioridad prometida por la senadora. Se hablaba
de ex gobernadores leales a la futura presidenta, como el rionegrino Pichetto,
o un referente del PJ allegado a Néstor, como el jujeño Fellner.
Los resortes claves de la gestión quedarían en manos de sus actuales
responsables: Alberto Fernández en la Jefatura de Gabinete, Carlos Zannini
en la Secretaría Legal y Técnica, Oscar Parrilli en la Secretaría
General de la Presidencia, Jorge Taiana en la Cancillería, Alicia Kirchner
en Desarrollo Social y Martín Redrado en el Banco Central.
Desdoblamientos
No es seguro que el Ministerio de Economía permanezca como hasta ahora,
lo que no significa que Miguel Peirano abandone el gobierno. El mismo es partidario
de desdoblar la cartera económica entre Producción (que retendría)
y Hacienda y Finanzas. La UIA coincide en la propuesta.
Para una eventual partición, vuelve a cobrar vuelo la figura de Mario
Blejer en Hacienda y Finanzas, en quien Cristina confía para construir
toda la arquitectura de las nuevas relaciones con la comunidad financiera internacional.
Blejer fue funcionario del Fondo Monetario Internacional y a través
de su empleo en el Banco de Inglaterra ha establecido contactos con todo el
sistema financiero europeo y asiático, lo cual facilitaría las
reconexiones operativas (refinanciación, créditos) tras el establecimiento
de nuevas pautas de encuentro con el FMI, el Tesoro y el G 7 nucleados en Washington.
Cristina confía ciegamente en los efectos que tendrá la relación
atada con el flamante director gerente del Fondo, Dominique Klauss-Khan.
La reprogramación de la deuda que se concentra durante todo el mandato
presidencial en ciernes requerirá de un experimentado operador que conozca
los timbres en el exterior y la última actuación de Peirano en
la asamblea del FMI no dejó satisfecho al matrimonio Kirchner, que sí
en cambio le reconoce versatilidad en la economía real.
Además, se descuenta que el verdadero ministro de Economía (o
administrador) seguirá siendo Néstor Kirchner, aun desde las sombras.
De Vido
Otra de las dudas de ejercicio práctico del poder que imaginan los Kirchner
es el papel que desempeñará Julio de Vido en la futura administración.
La hipótesis que más se escucha en los pasillos es que el controvertido
ministro pase a ocupar una oficina en la Casa Rosada y desde ahí maneje
los hilos de una cartera desdoblada en Energía e Infraestructura o Servicios
Públicos.
Para la primera, la presencia activa de Guillermo Moreno al frente de Enarsa
es clave para la mesa de control del sector de los combustibles, para el que
el gobierno descuenta la inclusión de empresarios amigos que respondan
por YPF y Esso. En tanto José López, actual secretario de Obras
Públicas, se ocuparía de la infraestructura.
El ascendiente de De Vido sobre Moreno y las empresas de energía se
considera vital en el sordo plan anticrisis que se llevará adelante mientras
se concretan las inversiones que nivelarán la oferta con la demanda en
no menos de tres años. Pero su salida formal del gabinete solucionaría
una incompatibilidad de poderes, que causaba ruido político, con Alberto
Fernández.
Con Fernández como coordinador de la gestión y De Vido en el
monitoreo energético, Kirchner se reservaría con ambos el circuito
crítico de la acción íntima de gobierno, justo la tarea
que no es el fuerte de su esposa.
Tampoco está resuelto hasta el momento si De Vido pasará el verano
en su actual cargo para luego “salir hacia arriba”, o si los cambios
se harán antes.
Los otros ministerios son secundarios dentro del esquema de gestión.
Se menciona al que fuera funcionario de Aníbal Ibarra en la Ciudad y
médico de Kirchner, Sccapavento, en Salud, y al superintendente de Servicios
de Salud, Héctor Cappacioli, en Trabajo, en lugar de Tomada, que va al
Congreso.
Y entre las ideas que se manejan con mayor frecuencia está la del ascenso
de Héctor Timerman a la embajada en Estados Unidos, que ocupa aún
José Octavio Bordón, y a la repatriación de Carlos Bettini
desde la sede diplomática en España para ponerse al frente de
un organismo a crear que se ocuparía exclusivamente de la concertación.
Pero lo cierto es que Cristina deberá mostrar que algo cambia, como
prometió en campaña, y tiene para ello varias reformas en carpeta:
la de la ley de ministerios, la de los partidos políticos, la impositiva
y la constitucional. Cuenta para ello con quórum propio en el Congreso.
Detrás de todas estas reformas, que consolidarían la centralización
del poder que en la práctica ejerció Kirchner, pero dentro de
las formalidades institucionales de la democracia, se cerraría entonces
el ciclo de los superpoderes y decretos de necesidad y urgencia, que Cristina
se fijó como plazo los finales de 2008.