Este balance es el primero en quedar en terreno positivo luego de ocho meses en rojo. La caída del superávit comercial obedeció al crecimiento de las importaciones (+28,2% i.a.), en tanto las exportaciones avanzaron 18,4% i.a. en relación con el primer del año pasado.
Para mejor, -señala el último informe de la consultora Ecolatina- el flujo de comercio con la economía brasileña se incrementó en 23% i.a. Con este dato, se puso fin a una tendencia muy dañina para nuestras cuentas externas: el comercio bilateral total acumulaba más de dos años en rojo. Como resultado, se redujeron las opciones de complementariedad para la producción industrial de ambos países, aprovechando la suma de ambos mercados.
Este panorama desolador era consecuencia de la pérdida de participación argentina en el mercado brasileño (nuestras exportaciones al país vecino están en caída desde el 2011) junto con la grave crisis de la economía local (que encadenó más de dos años consecutivos de caída de las importaciones de este origen).
A esta tendencia negativa, en 2020 se sumó la pandemia. La irrupción de la crisis global por el Coronavirus afectó a la actividad, la demanda y el comercio internacional en todas las latitudes. En particular, la economía brasileña habría retrocedido más de 4% el año pasado y sus compras del exterior se redujeron 10%.
Sin embargo, hubo un agravante para nuestro país: producto de la elevada brecha cambiaria, que alentó a posponer y/o subfacturar ventas al exterior, y por la composición sectorial de exportaciones a Brasil (en donde se encuentran sectores particularmente afectados, como el automotor), nuestras ventas a este destino cayeron 26% durante el año pasado. Como resultado, la participación de las exportaciones argentinas en las importaciones brasileñas cayó a mínimos históricos, cerrando el año por debajo del 5%. Por este motivo, la tibia recuperación de inicios del 2021 enciende algunas señales de esperanza y optimismo de cara al futuro.
En lo que hace a las importaciones, el quiebre fue previo. Luego del fuerte deterioro observado en los primeros ocho meses del 2020 (-25% i.a., tanto por el arrastre de la crisis, como por la caída de la demanda y las restricciones a la producción), desde septiembre se observa un crecimiento de las compras brasileñas.
Esta suba puede leerse como una buena noticia, ya que está vinculada con la recuperación de la industria que demanda cada vez más insumos, pero a la vez como el fruto de las expectativas de devaluación, que incentivan a adelantar importaciones. Con un poco de ambos componentes, el crecimiento ya se ubicaba en el 15% i.a. en el último cuatrimestre del año, haciendo que la caída anual fuera de “apenas” 13% y que sorprenda menos el alza en enero.
El buen inicio del 2021 abriría las puertas para un año “menos peor” que 2020: aunque la pandemia continuará, las restricciones serán menores y ambas economías rebotarán. A pesar de esto, reducir la brecha cambiaria y normalizar el comercio exterior continúan siendo desafíos: sin esto, ninguna recuperación será sostenible.
Se espera que el año cierre con un pequeño superávit comercial con Brasil, que evidencie un crecimiento de las exportaciones mayor al de las importaciones. Sin embargo, todavía quedará camino pendiente en la recuperación de nuestras exportaciones y el saldo positivo quedará lejos del de 2019.