El gobierno relanza su imagen

Las directivas impartidas por el Presidente a sus colaboradores en las últimas jornadas, procuran aprovechar el cambio de las circunstancias externas, para relanzar el gobierno y movilizar el país.

20 enero, 2001

Al culminar el viernes 19 la semana laboral, Fernando de la Rúa se colocó al frente de sus colaboradores para relanzar la imagen de su gobierno que, al finalizar 2000, parecía transitar por la apatía y la abulia.

Retomó la conducción del gabinete de manos de su amigo Chrystian Colombo y volcó todas las energías a proyectar la idea de que está en marcha simultánea el relanzamiento político, económico y social de la Argentina.

Que ese propósito se concrete depende de que finalmente se supere la obsesión de la crisis financiera que paralizó al país el año pasado y que el blindaje financiero, auspicioso pero a la vez riesgoso, en la medida en que entraña nuevas deudas, no sea solamente un respiro momentáneo.

En el interior y en el exterior se espera que sirva para movilizar imaginación y decisión política para movilizar la economía, reducir el gasto fiscal, aumentar la recaudación y crear un colchón de recursos que sirva para atender los pagos de la deuda externa.

Difícil, pero no imposible objetivo. Es el mensaje que el Presidente aspira a transmitir; sabe que la política y la economía no son ciencias exactas, sino ciencias sociales, en las que los protagonistas son hombres movidos por pasiones y temores.

Los pueblos, como los individuos, se realizan en función de su voluntad, pero, fundamentalmente, de sus propias circunstancias.

Nicolás Maquiavelo, rescatado en los últimos tiempos de su mala fama de cínico asesor político, afirmaba a sus señores florentinos que es privilegio de los prudentes prever los peligros para conjurarlos de inmediato porque, si se los desconoce, terminan siendo irremediables.

El primer mandatario parece haber tomado conciencia de los peligros a los que se enfrenta su gobierno y su futuro político, reunió a sus ministros y a 120 funcionarios en Olivos para impelirlos a impulsar reformas económicas, sociales y morales.

Aspira a emitir una imagen de homogeneidad y de fuerza en el Gobierno y a que aquellos pasen de las intenciones a las cosas concretas y tangibles, única manera de modificar la realidad, una materia prima dura de moldear.

Es que, pocos lo dudan, ha llegado en el momento en que mueren las palabras y subsisten, asentados en esa realidad, solamente los hechos.

Al culminar el viernes 19 la semana laboral, Fernando de la Rúa se colocó al frente de sus colaboradores para relanzar la imagen de su gobierno que, al finalizar 2000, parecía transitar por la apatía y la abulia.

Retomó la conducción del gabinete de manos de su amigo Chrystian Colombo y volcó todas las energías a proyectar la idea de que está en marcha simultánea el relanzamiento político, económico y social de la Argentina.

Que ese propósito se concrete depende de que finalmente se supere la obsesión de la crisis financiera que paralizó al país el año pasado y que el blindaje financiero, auspicioso pero a la vez riesgoso, en la medida en que entraña nuevas deudas, no sea solamente un respiro momentáneo.

En el interior y en el exterior se espera que sirva para movilizar imaginación y decisión política para movilizar la economía, reducir el gasto fiscal, aumentar la recaudación y crear un colchón de recursos que sirva para atender los pagos de la deuda externa.

Difícil, pero no imposible objetivo. Es el mensaje que el Presidente aspira a transmitir; sabe que la política y la economía no son ciencias exactas, sino ciencias sociales, en las que los protagonistas son hombres movidos por pasiones y temores.

Los pueblos, como los individuos, se realizan en función de su voluntad, pero, fundamentalmente, de sus propias circunstancias.

Nicolás Maquiavelo, rescatado en los últimos tiempos de su mala fama de cínico asesor político, afirmaba a sus señores florentinos que es privilegio de los prudentes prever los peligros para conjurarlos de inmediato porque, si se los desconoce, terminan siendo irremediables.

El primer mandatario parece haber tomado conciencia de los peligros a los que se enfrenta su gobierno y su futuro político, reunió a sus ministros y a 120 funcionarios en Olivos para impelirlos a impulsar reformas económicas, sociales y morales.

Aspira a emitir una imagen de homogeneidad y de fuerza en el Gobierno y a que aquellos pasen de las intenciones a las cosas concretas y tangibles, única manera de modificar la realidad, una materia prima dura de moldear.

Es que, pocos lo dudan, ha llegado en el momento en que mueren las palabras y subsisten, asentados en esa realidad, solamente los hechos.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades