El canje de alimentos por energía con Venezuela tiene un plus: la doble ventanilla del dólar

Uno de los negocios privados más prósperos de la Venezuela de Hugo Chávez ha sido el desdoblamiento cambiario, que aprovecha tanto en sus fronteras cuanto en operaciones con bonos argentinos y en el canje de alimentos por energía.

5 marzo, 2008

Con el peso colombiano aún revaluado, los mercaderes de ambos lados de
la frontera entre Venezuela y Colombia compran dólares al precio oficial
y cruzan a la gran ciudad del lago, Maracaibo, rica en petróleo, para luego
venderlos en el mercado paralelo a 4.200 bolívares. Aplican ese dinero
nacional a pertrecharse con todo tipo de productos que pagan al equivalente a
2.150 bolívares, que es el cambio oficial impuesto por el gobierno de Hugo
Chávez, e ingresan el cargamento a Colombia, duplicando largamente el capital
invertido.

Los mesadineristas de ambos lados se combinan para la vieja práctica
de aprovechar los resquicios comerciales y los márgenes de maniobra que
tienen las entidades financieras venezolanas con las divisas y pagarlas a precio
regulado para luego hacer la diferencia al sacarlas por el paralelo.

Hasta se da el caso de talleres o empresas colombianas que se radican del lado
venezolano para beneficiarse con el cambio y exportarse a sí mismas,
aunque la ganancia no está en los productos mismos, sino en el arbitraje
con un dólar que les cuesta la mitad del que utilizan para vender.

No es menor dentro de la economía de estos países vecinos ese
intercambio especulativo de dólares, en el que salen a mitad de precio
por una puerta y reingresan por la otra.

Evidentemente estas operaciones deben contar necesariamente con paraguas políticos
que las protejan, no tanto en la dimensión hormiga en que se manifiestan,
sino porque se camuflan fácilmente en un negocio sideral, al que sólo
se tiene acceso en las esferas más altas de una administración
por donde pasan miles de millones de dólares provenientes del petróleo.

Por esa ventanilla del Palacio Miraflores transitaron los US$ 5.600 millones
en bonos comprados a la Argentina en sucesivas emisiones, mientras el gobierno
de Néstor Kirchner desafiaba a la comunidad financiera internacional
con el default de la deuda externa.

La tasa establecida para esos títulos se fijó en 11 % promedio,
un elevado nivel frente al vigente en el mercado, que paralelamente fue esgrimido
ante los acreedores privados (los holdouts), tanto por el ex presidente
como por su entonces ministro Roberto Lavagna, para intentar demostrar que,
al haber aprovechado esos intereses, se exponían a quedarse sin cobrar.

El mismo concepto podría aplicarse a la aceptación venezolana
de comprar bonos argentinos con la sobretasa establecida.

Y no sólo fue un “riesgo” asumido por Chávez, sino
que participaron bancos privados internacionales de primer nivel, como Barclays
Bank, Lehman Brothers, Calyon, Welstb AG, AB Svensk Expotkredit SEK, HSBC Bank
USA, Credit Suisse, Deutsche Bank, Dresdner Bank, ING Bank, Morgan Stanley,
Nomura Bank International, BNP Paribas y JP Morgan, según recoge hoy
el diario Río Negro, en un comentario editorial, sobre la base de información
publicada en La Nación.

La cuenta que realiza el matutino regional dirigido por Julio Rajneri es que,
con sólo arbitrar esos títulos entre el cambio oficial y el paralelo,
la ganancia podría haberse acercado a los US$ 5.000 millones.

En las operaciones que involucraron bonos argentinos, Venezuela procedió
a la recolocación en otros mercados y así fue hasta el estallido
de la llamada crisis subprime, lo cual frenó una promesa de compra
por US$ 500 millones que le habían hecho a Cristina Kirchner en plena
campaña electoral. Pero esta triangulación, en todo caso, tiene
que ver con el financiamiento, ya que la reventa dentro de un portafolio más
generalizado de activos concilia el viejo principio de la partida doble, según
el cual todo el dinero que sale por una cuenta debe entrar por la otra.

La metodología del arbitraje se produce en los niveles del papeleo con
los agentes que intervienen antes de entrar en la órbita bancaria y asientan
las operaciones interactuando el desdoblamiento cambiario.

En otra escala, ínfima y más rústica, algo similar sucede
con el tráfico fronterizo de divisas, que dejan jugosos márgenes
a los participantes.

El conflicto con Colombia y los avatares de las finanzas internacionales tras
el estallido de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. cortarán la fluidez
de este circuito para Chávez y los aliados, directos o indirectos, que
se beneficiaron con su política de control cambiario.

Desdoblamiento estadístico

El ministro de Economía, Martín Lousteau, intenta establecer
contactos formales e informales con la comunidad financiera internacional para
buscar una normalización de las relaciones que le dé al país
un cierto acceso al crédito.

Pero dentro de su misma cartera, un funcionario de menor jerarquía dentro
del organigrama, el secretario de Comercio, aparece públicamente como
el manipulador del índice de precios que se aplica para ajustar el valor
de los bonos de la deuda emergentes del corralito del 2001.

La especulación con de esos títulos, reservada a inversores duchos
en estas lides, giraba en torno del empalme entre el índice pasado, viciado
de intervenciones en el INdEC por parte del controvertido Guillermo Moreno,
y la nueva canasta de medición, que se suponía encararía
el nuevo gobierno de la esposa del ex presidente con otra metodología
y requeriría de un “blanqueo” de las diferencias en menos acumuladas.

Lejos de darse ese salto estadístico, el ministro de Economía
designado, Martín Lousteau, en quien los inversores depositaban esperanzas
de que regularizaría la inflación “dibujada” por Moreno,
empezó a dar señales de que iba perdiendo la pulseada con su subalterno,
y la cotización de los títulos empezó a desmoronarse.

La consecuencia esperable de este tira y afloje será que dentro de unos
días se anunciará un mecanismo simple de medición de los
precios, circunscripto a la evolución de una canasta básica que,
según Moreno, representaría el poder adquisitivo de los sectores
de más bajos ingresos.

El cambio de escala, por lo visto en la experiencia realizada en enero, da
por debajo de su antecesora y Lousteau ya se resignó a que los parámetros
de una y otra son técnicamente incompatibles, con lo cual el nuevo IPC
será un borrón y cuenta nueva de la inflación.

Para los inversionistas en bonos ya es una anécdota sin demasiada trascendencia,
en el corto plazo, que Moreno quede como gendarme de los precios y de su trascripción
en las planillas del INdEC, porque el salto esperado no se produjo y perdieron
la apuesta. Sólo subsistirán aquellos acostumbrados a hacer las
diferencias entrando y saliendo oportunamente, para lo cual los propios vaivenes
internacionales ya son suficiente motivo de especulación.

Ya sucedió el desinfle con los Bogar 2018, Bocón par 12, lo mismo
que el Discount en pesos y el Par, cuya valuación cayó a niveles
similares a los que cotizan los bonos que quedaron fuera del canje.

Estas fuentes de financiación utilizadas por el gobierno para apuntalar
el superávit fiscal y la cancelación de los vencimientos de la
deuda han empezado a debilitarse, en lo interno, desde el traspaso de la mitad
del régimen previsional privado hacia el público, lo cual cierra
el circuito que existía con las AFJP para obligarlas a tener un alto
porcentaje de su cartera en bonos. Y en lo externo, por el estrechamiento de
los mercados internacionales y la fluidez que, en consecuencia, perdió
Venezuela para triangular emisiones.

Sólo queda el expediente del canje de alimentos por petróleo
para el intercambio, que el desdoblamiento cambiario en el país caribeño
podría tornar más atractivo para los agentes que intervengan,
por ejemplo las estatales PdVSA y ENARSA, de directo manejo por parte de los
mandatarios de ambas naciones, en cuyo menú el Banco del Sur (y la emisión
de bonos a través suyo) sería la instancia clave financiera por
cubrir.

Con el peso colombiano aún revaluado, los mercaderes de ambos lados de
la frontera entre Venezuela y Colombia compran dólares al precio oficial
y cruzan a la gran ciudad del lago, Maracaibo, rica en petróleo, para luego
venderlos en el mercado paralelo a 4.200 bolívares. Aplican ese dinero
nacional a pertrecharse con todo tipo de productos que pagan al equivalente a
2.150 bolívares, que es el cambio oficial impuesto por el gobierno de Hugo
Chávez, e ingresan el cargamento a Colombia, duplicando largamente el capital
invertido.

Los mesadineristas de ambos lados se combinan para la vieja práctica
de aprovechar los resquicios comerciales y los márgenes de maniobra que
tienen las entidades financieras venezolanas con las divisas y pagarlas a precio
regulado para luego hacer la diferencia al sacarlas por el paralelo.

Hasta se da el caso de talleres o empresas colombianas que se radican del lado
venezolano para beneficiarse con el cambio y exportarse a sí mismas,
aunque la ganancia no está en los productos mismos, sino en el arbitraje
con un dólar que les cuesta la mitad del que utilizan para vender.

No es menor dentro de la economía de estos países vecinos ese
intercambio especulativo de dólares, en el que salen a mitad de precio
por una puerta y reingresan por la otra.

Evidentemente estas operaciones deben contar necesariamente con paraguas políticos
que las protejan, no tanto en la dimensión hormiga en que se manifiestan,
sino porque se camuflan fácilmente en un negocio sideral, al que sólo
se tiene acceso en las esferas más altas de una administración
por donde pasan miles de millones de dólares provenientes del petróleo.

Por esa ventanilla del Palacio Miraflores transitaron los US$ 5.600 millones
en bonos comprados a la Argentina en sucesivas emisiones, mientras el gobierno
de Néstor Kirchner desafiaba a la comunidad financiera internacional
con el default de la deuda externa.

La tasa establecida para esos títulos se fijó en 11 % promedio,
un elevado nivel frente al vigente en el mercado, que paralelamente fue esgrimido
ante los acreedores privados (los holdouts), tanto por el ex presidente
como por su entonces ministro Roberto Lavagna, para intentar demostrar que,
al haber aprovechado esos intereses, se exponían a quedarse sin cobrar.

El mismo concepto podría aplicarse a la aceptación venezolana
de comprar bonos argentinos con la sobretasa establecida.

Y no sólo fue un “riesgo” asumido por Chávez, sino
que participaron bancos privados internacionales de primer nivel, como Barclays
Bank, Lehman Brothers, Calyon, Welstb AG, AB Svensk Expotkredit SEK, HSBC Bank
USA, Credit Suisse, Deutsche Bank, Dresdner Bank, ING Bank, Morgan Stanley,
Nomura Bank International, BNP Paribas y JP Morgan, según recoge hoy
el diario Río Negro, en un comentario editorial, sobre la base de información
publicada en La Nación.

La cuenta que realiza el matutino regional dirigido por Julio Rajneri es que,
con sólo arbitrar esos títulos entre el cambio oficial y el paralelo,
la ganancia podría haberse acercado a los US$ 5.000 millones.

En las operaciones que involucraron bonos argentinos, Venezuela procedió
a la recolocación en otros mercados y así fue hasta el estallido
de la llamada crisis subprime, lo cual frenó una promesa de compra
por US$ 500 millones que le habían hecho a Cristina Kirchner en plena
campaña electoral. Pero esta triangulación, en todo caso, tiene
que ver con el financiamiento, ya que la reventa dentro de un portafolio más
generalizado de activos concilia el viejo principio de la partida doble, según
el cual todo el dinero que sale por una cuenta debe entrar por la otra.

La metodología del arbitraje se produce en los niveles del papeleo con
los agentes que intervienen antes de entrar en la órbita bancaria y asientan
las operaciones interactuando el desdoblamiento cambiario.

En otra escala, ínfima y más rústica, algo similar sucede
con el tráfico fronterizo de divisas, que dejan jugosos márgenes
a los participantes.

El conflicto con Colombia y los avatares de las finanzas internacionales tras
el estallido de la burbuja inmobiliaria en EE.UU. cortarán la fluidez
de este circuito para Chávez y los aliados, directos o indirectos, que
se beneficiaron con su política de control cambiario.

Desdoblamiento estadístico

El ministro de Economía, Martín Lousteau, intenta establecer
contactos formales e informales con la comunidad financiera internacional para
buscar una normalización de las relaciones que le dé al país
un cierto acceso al crédito.

Pero dentro de su misma cartera, un funcionario de menor jerarquía dentro
del organigrama, el secretario de Comercio, aparece públicamente como
el manipulador del índice de precios que se aplica para ajustar el valor
de los bonos de la deuda emergentes del corralito del 2001.

La especulación con de esos títulos, reservada a inversores duchos
en estas lides, giraba en torno del empalme entre el índice pasado, viciado
de intervenciones en el INdEC por parte del controvertido Guillermo Moreno,
y la nueva canasta de medición, que se suponía encararía
el nuevo gobierno de la esposa del ex presidente con otra metodología
y requeriría de un “blanqueo” de las diferencias en menos acumuladas.

Lejos de darse ese salto estadístico, el ministro de Economía
designado, Martín Lousteau, en quien los inversores depositaban esperanzas
de que regularizaría la inflación “dibujada” por Moreno,
empezó a dar señales de que iba perdiendo la pulseada con su subalterno,
y la cotización de los títulos empezó a desmoronarse.

La consecuencia esperable de este tira y afloje será que dentro de unos
días se anunciará un mecanismo simple de medición de los
precios, circunscripto a la evolución de una canasta básica que,
según Moreno, representaría el poder adquisitivo de los sectores
de más bajos ingresos.

El cambio de escala, por lo visto en la experiencia realizada en enero, da
por debajo de su antecesora y Lousteau ya se resignó a que los parámetros
de una y otra son técnicamente incompatibles, con lo cual el nuevo IPC
será un borrón y cuenta nueva de la inflación.

Para los inversionistas en bonos ya es una anécdota sin demasiada trascendencia,
en el corto plazo, que Moreno quede como gendarme de los precios y de su trascripción
en las planillas del INdEC, porque el salto esperado no se produjo y perdieron
la apuesta. Sólo subsistirán aquellos acostumbrados a hacer las
diferencias entrando y saliendo oportunamente, para lo cual los propios vaivenes
internacionales ya son suficiente motivo de especulación.

Ya sucedió el desinfle con los Bogar 2018, Bocón par 12, lo mismo
que el Discount en pesos y el Par, cuya valuación cayó a niveles
similares a los que cotizan los bonos que quedaron fuera del canje.

Estas fuentes de financiación utilizadas por el gobierno para apuntalar
el superávit fiscal y la cancelación de los vencimientos de la
deuda han empezado a debilitarse, en lo interno, desde el traspaso de la mitad
del régimen previsional privado hacia el público, lo cual cierra
el circuito que existía con las AFJP para obligarlas a tener un alto
porcentaje de su cartera en bonos. Y en lo externo, por el estrechamiento de
los mercados internacionales y la fluidez que, en consecuencia, perdió
Venezuela para triangular emisiones.

Sólo queda el expediente del canje de alimentos por petróleo
para el intercambio, que el desdoblamiento cambiario en el país caribeño
podría tornar más atractivo para los agentes que intervengan,
por ejemplo las estatales PdVSA y ENARSA, de directo manejo por parte de los
mandatarios de ambas naciones, en cuyo menú el Banco del Sur (y la emisión
de bonos a través suyo) sería la instancia clave financiera por
cubrir.

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