Ecuador no es la Argentina

Que el país andino dolarice su moneda se explica en los términos de su coyuntura, lo que invalida cualquier comparación. Su situación tiene particularidades que en otros países de la región no existen. Por Camilo Silberkasten

1 febrero, 2000

El debate que en 1999 se generó sobre la conveniencia de la dolarización en la Argentina, y la última versión de este proyecto, en Ecuador, se dieron en contextos diametralmente opuestos.
La discusión en la Argentina surgió luego de la devaluación brasileña de enero del año pasado, y coincidió con la implementación del euro. El argumento que ensayaban los defensores de la propuesta era, fundamentalmente, la reducción del riesgo país.

En aquel momento se señalaba que la adopción de la moneda estadounidense reduciría el riesgo país, el costo financiero de la deuda externa y, en consecuencia, favorecería el ingreso de capitales. Así, la extensión de la fase expansiva del ciclo se ampliaría exitosamente.

Los críticos, por su parte, aducían que en rigor, la dolarización sólo excluye el riesgo cambiario, y que los factores que podrían inducir a un default (el otro factor explicativo del riesgo país) no serían afectados por la adopción de otra moneda. Al menos no directamente.

La discusión en aquel entonces también abarcó la posibilidad de que la Reserva Federal compense a la Argentina por la pérdida del señoreaje (intereses que el Banco Central cobra por sus depósitos en Estados Unidos), a partir de lo cual tomó fuerza la opción del Tratado de Asociación Monetaria en lugar de la dolarización unilateral; y también se desgranaron las diferencias económicas y políticas entre el régimen de convertibilidad y el propuesto de reemplazo del peso.

En cualquier caso, más allá de la solidez de los argumentos de unos y otros, y de la factibilidad y conveniencia de regímenes monetarios alternativos a la convertibilidad, lo concreto es que el objetivo de quienes diseñaron este proyecto el año pasado, son completamente diferentes a los perseguidos en Ecuador.

Desde enero de 1997 el país andino tuvo cinco presidentes, durante el año pasado el egreso de divisas provocó una devaluación del sucre de 197%, el nivel de popularidad del depuesto presidente Jamil Mahuad estaba en 7%, casi lo mismo que la retracción de 7,5% en el nivel de actividad, la moratoria de su deuda externa es de más de US$ 13.000 millones. Además, la inflación del último mes fue la más alta de la que el Instituto de Estadísticas tenga registro.

Aunque la dolarización en Ecuador induzca a compararla con la que se intentó en la Argentina, y el ex presidente Menem se jacte de que ésta (la de dolarización regional) es una idea de su cosecha, la realidad en uno y otro país es completamente diferente.

A tal punto que el ex ministro de Finanzas Alfredo Arizaga, explicó que “se trató de una medida desesperada”.

El debate que en 1999 se generó sobre la conveniencia de la dolarización en la Argentina, y la última versión de este proyecto, en Ecuador, se dieron en contextos diametralmente opuestos.
La discusión en la Argentina surgió luego de la devaluación brasileña de enero del año pasado, y coincidió con la implementación del euro. El argumento que ensayaban los defensores de la propuesta era, fundamentalmente, la reducción del riesgo país.

En aquel momento se señalaba que la adopción de la moneda estadounidense reduciría el riesgo país, el costo financiero de la deuda externa y, en consecuencia, favorecería el ingreso de capitales. Así, la extensión de la fase expansiva del ciclo se ampliaría exitosamente.

Los críticos, por su parte, aducían que en rigor, la dolarización sólo excluye el riesgo cambiario, y que los factores que podrían inducir a un default (el otro factor explicativo del riesgo país) no serían afectados por la adopción de otra moneda. Al menos no directamente.

La discusión en aquel entonces también abarcó la posibilidad de que la Reserva Federal compense a la Argentina por la pérdida del señoreaje (intereses que el Banco Central cobra por sus depósitos en Estados Unidos), a partir de lo cual tomó fuerza la opción del Tratado de Asociación Monetaria en lugar de la dolarización unilateral; y también se desgranaron las diferencias económicas y políticas entre el régimen de convertibilidad y el propuesto de reemplazo del peso.

En cualquier caso, más allá de la solidez de los argumentos de unos y otros, y de la factibilidad y conveniencia de regímenes monetarios alternativos a la convertibilidad, lo concreto es que el objetivo de quienes diseñaron este proyecto el año pasado, son completamente diferentes a los perseguidos en Ecuador.

Desde enero de 1997 el país andino tuvo cinco presidentes, durante el año pasado el egreso de divisas provocó una devaluación del sucre de 197%, el nivel de popularidad del depuesto presidente Jamil Mahuad estaba en 7%, casi lo mismo que la retracción de 7,5% en el nivel de actividad, la moratoria de su deuda externa es de más de US$ 13.000 millones. Además, la inflación del último mes fue la más alta de la que el Instituto de Estadísticas tenga registro.

Aunque la dolarización en Ecuador induzca a compararla con la que se intentó en la Argentina, y el ex presidente Menem se jacte de que ésta (la de dolarización regional) es una idea de su cosecha, la realidad en uno y otro país es completamente diferente.

A tal punto que el ex ministro de Finanzas Alfredo Arizaga, explicó que “se trató de una medida desesperada”.

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