¿Economía de guerra?

A las previsiones de recesión económica mundial se agrega lo que para Washington es hoy prioritario. El atentado del martes marca un hito que podría anular las señales de los días previos, como la búsqueda de una salida para la deuda externa argentina.

13 septiembre, 2001

El 7 de septiembre último, el Fondo Monetario Internacional estimó que en este año el Producto Bruto mundial crecería sólo 2,8%, mientras que en el 2000 el aumento de la riqueza global fue de 4,7%.

Casi al mismo tiempo en que se conocía la cifra de la desacelaración, se anunció que a fines de este mes el World Economic Outlook del FMI desgranaría las proyecciones de crecimiento para el 2001 para algunos países y regiones.

Las economías avanzadas crecerían 1,6% (contra 3,8% del año pasado); la Unión Europea crecería 2% (contra 3,4%); Japón, 0,2% (contra 1,5% del 2000); y las economías en desarrollo 4,4% (cuando el año pasado la cifra fue de 5,8%). Los pronósticos también alcanzaron a Japón y Alemania, de los que se dijo que no tendrían desaceleración, sino lisa y llanamente, caídas. Para Estados Unidos se pronosticó un aumento que sería de 1,5% en su PBI (contra 4,1%).

Hasta el sábado 8, las causas de la retracción obedecían, según los analistas, a tres motivos fundamentales:

*El derrumbe de la industria tecnológica, que debido a su sobrexpansión indujo a tomar créditos a empresas y particulares que aspiraron a formar parte de ese boom.

*La caídas en el resto de las bolsas no virtuales, producto de aquel derrumbe.

*La recesión propiamente dicha, fruto del freno registrado en la locomotora mundial, la economía estadounidense.

Si embargo, a las tres causas de marras que explican la desacelaración económica mundial faltaba agregarle una cuarta.

La Argentina y las incógnitas

El potencial del verbo, ubicado junto a las posibilidades de crecimiento en los países y bloques mencionados se justifica aún más, porque cuando se produjo la desaparición de las Torres Gemelas, la voladura de un sector del Pentágono, la declaración de “acto de guerra” lanzada por el presidente George W. Bush y la incierta procedencia del ataque terrorista, se agregó un nuevo motivo para complicar el ya aquietado escenario económico mundial.

Hasta el martes 11, algunos economistas argentinos creían que, paradójicamente, la desaceleración (o la recesión) mundial podía favorecer a la Argentina. El argumento que esgrimían era analógico: a principios de los ´90 la recesión norteamericana provocó un flujo masivo de capitales a los países emergentes, ya que la Reserva Federal redujo fuertemente las tasas de interés para reanimar la producción y ello empujó a los ahorristas a buscar rentabilidades más atractivas en otras latitudes.

Ahora se abre otra incógnita, que de modo serpenteante se mueve de la mano los sucesos de Washington y Nueva York, y del leading case que la Argentina representa para el F.M.I. (que por seguir puntualmente sus recetas se encuentra en su estado actual).

¿Estados Unidos –y su inmenso peso sobre la entidad de crédito–, se aglutinará alrededor de su multimillonario sistema de defensa para trasladar al pié de su agenda la reestructuración de la deuda y un modelo sustentable para la economía argentina?

¿O su poderosa estructura le permitirá, como auguran distintos funcionarios del gabinete de Domingo Cavallo, seguir gerenciando el canje y reestructuración de deuda?

En el pragmatismo de Washington todos parecen moverse con certezas. Sobre todo en momentos como este, en que el ataque del 11 de septiembre –tan comparado con el de Pearl Harbor–, roza la sensibilidad y marca prioridades. Federico Sturzenegger, secretario de Política Económica argentino, señaló a La Nación que “el ataque no va a cambiar en nada” los planes de canje de deuda de la Argentina.

Sólo el paso de los días permitirá discernir si Estados Unidos se cerrará en lo que muchos de sus funcionarios consideran una “tercera guerra” o si atenderá la apertura anunciada antes del 11 de septiembre.

El 7 de septiembre último, el Fondo Monetario Internacional estimó que en este año el Producto Bruto mundial crecería sólo 2,8%, mientras que en el 2000 el aumento de la riqueza global fue de 4,7%.

Casi al mismo tiempo en que se conocía la cifra de la desacelaración, se anunció que a fines de este mes el World Economic Outlook del FMI desgranaría las proyecciones de crecimiento para el 2001 para algunos países y regiones.

Las economías avanzadas crecerían 1,6% (contra 3,8% del año pasado); la Unión Europea crecería 2% (contra 3,4%); Japón, 0,2% (contra 1,5% del 2000); y las economías en desarrollo 4,4% (cuando el año pasado la cifra fue de 5,8%). Los pronósticos también alcanzaron a Japón y Alemania, de los que se dijo que no tendrían desaceleración, sino lisa y llanamente, caídas. Para Estados Unidos se pronosticó un aumento que sería de 1,5% en su PBI (contra 4,1%).

Hasta el sábado 8, las causas de la retracción obedecían, según los analistas, a tres motivos fundamentales:

*El derrumbe de la industria tecnológica, que debido a su sobrexpansión indujo a tomar créditos a empresas y particulares que aspiraron a formar parte de ese boom.

*La caídas en el resto de las bolsas no virtuales, producto de aquel derrumbe.

*La recesión propiamente dicha, fruto del freno registrado en la locomotora mundial, la economía estadounidense.

Si embargo, a las tres causas de marras que explican la desacelaración económica mundial faltaba agregarle una cuarta.

La Argentina y las incógnitas

El potencial del verbo, ubicado junto a las posibilidades de crecimiento en los países y bloques mencionados se justifica aún más, porque cuando se produjo la desaparición de las Torres Gemelas, la voladura de un sector del Pentágono, la declaración de “acto de guerra” lanzada por el presidente George W. Bush y la incierta procedencia del ataque terrorista, se agregó un nuevo motivo para complicar el ya aquietado escenario económico mundial.

Hasta el martes 11, algunos economistas argentinos creían que, paradójicamente, la desaceleración (o la recesión) mundial podía favorecer a la Argentina. El argumento que esgrimían era analógico: a principios de los ´90 la recesión norteamericana provocó un flujo masivo de capitales a los países emergentes, ya que la Reserva Federal redujo fuertemente las tasas de interés para reanimar la producción y ello empujó a los ahorristas a buscar rentabilidades más atractivas en otras latitudes.

Ahora se abre otra incógnita, que de modo serpenteante se mueve de la mano los sucesos de Washington y Nueva York, y del leading case que la Argentina representa para el F.M.I. (que por seguir puntualmente sus recetas se encuentra en su estado actual).

¿Estados Unidos –y su inmenso peso sobre la entidad de crédito–, se aglutinará alrededor de su multimillonario sistema de defensa para trasladar al pié de su agenda la reestructuración de la deuda y un modelo sustentable para la economía argentina?

¿O su poderosa estructura le permitirá, como auguran distintos funcionarios del gabinete de Domingo Cavallo, seguir gerenciando el canje y reestructuración de deuda?

En el pragmatismo de Washington todos parecen moverse con certezas. Sobre todo en momentos como este, en que el ataque del 11 de septiembre –tan comparado con el de Pearl Harbor–, roza la sensibilidad y marca prioridades. Federico Sturzenegger, secretario de Política Económica argentino, señaló a La Nación que “el ataque no va a cambiar en nada” los planes de canje de deuda de la Argentina.

Sólo el paso de los días permitirá discernir si Estados Unidos se cerrará en lo que muchos de sus funcionarios consideran una “tercera guerra” o si atenderá la apertura anunciada antes del 11 de septiembre.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades