jueves, 26 de diciembre de 2024

Dohá: una espera sin final a la vista en diciembre

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En otro intento de salvar la cara, Peter Mandelson y Susan Schwab volvieron a reunirse solos en Ginebra, a principios de noviembre. Tema: la interminable crisis de la ronda Dohá.

Mandelson es comisario de comercio en la Unión Europea. Schwab es representante viajera de George W.Bush. Experta en su materia, empero nadie sabe cuánto puede negociar. “Supongamos que les diéramos todo cuando reclaman ustedes –preguntó el inglés- ¿modificaría Estados Unidos su postura actual?”. Su interlocutora contestó que no.

Obviamente, los países pobres fueron traídos a colación, pero sólo en forma declamativa. En 2001, cuando abrieron la ronda hoy licuada, la UE y EE.UU. aseguraron que la meta era, en verdad, destrabar flujos de intercambio por US$ 300.000 millones anuales y favorecer a las víctimas de los escandalosos subsidios agrícolas aplicados por las tres máximas economías centrales (esas dos y Japón).

Pero, en diciembre próximo, puedes colapsar el enésimo intento de salvar la ronda y la propia Organización Mundial de Comercio. Aún no fue posible siquiera tratar los US$ 19.000 millones anuales regalados a los productores estadounidenses. Por supuesto, tampoco podía esperarse que India, Brasil o Argentina abriesen sus mercados a todavía más autos, electrónicos o servicios bancarios importados. Eso se verá este fin de semana, durante la reunión de los 20 en Sudáfrica.

“Si volvemos a fracasar, estaremos en plena crisis”. Así admitió Pascal Lamy, viejo campeón del proteccionismo agrícola francés y, como muchos de sus compatriotas, indiferente a la suerte de los países pobres.

En verdad, Washington había propuesto eliminar hasta 54% las tarifas y cuotas a la importación. Pero, en materia agrícola, sólo ofrecía reducir levemente subsidios al maíz, los lácteos y una veintena de rubros primarios importantes. A su vez, Bruselas bajaría 38% una serie de subvenciones que distorsionan el comercio. No obstante, por fuerte presión de Francia, se negó a rebajar tarifas agrícola en los márgenes exigidos por EE.UU. o por el Grupo de los 20 (economías en desarrollo).

En general, la UE gasta notablemente más que EE.UU. en proteger a su ineficiente sector rural. Origen de aquella estimación de US$ 19.000 millones, Kimberly Elliott –centro para desarrollo global, Washington- sostiene que a los europeos “su sistema les insume más de US$ 60.000 millones por año”.

Personalmente, Schwab es escéptica en lo atinente a ofrecer concesiones adicionales a los europeos. La experta y su equipo están convencidos –con buenas razones- que intransigentes como Francia o Polonia jamás le permitirá el “moderado” Mandelson proponer mayores rebajas de tarifas a la importación.

Varios sospechan que la propia Schwab carece de influencia suficiente, en el entorno presidencial, para negociar concesiones más ambiciosas. En camino, las economías más desesperadas del globo continúan esperando.

Mandelson es comisario de comercio en la Unión Europea. Schwab es representante viajera de George W.Bush. Experta en su materia, empero nadie sabe cuánto puede negociar. “Supongamos que les diéramos todo cuando reclaman ustedes –preguntó el inglés- ¿modificaría Estados Unidos su postura actual?”. Su interlocutora contestó que no.

Obviamente, los países pobres fueron traídos a colación, pero sólo en forma declamativa. En 2001, cuando abrieron la ronda hoy licuada, la UE y EE.UU. aseguraron que la meta era, en verdad, destrabar flujos de intercambio por US$ 300.000 millones anuales y favorecer a las víctimas de los escandalosos subsidios agrícolas aplicados por las tres máximas economías centrales (esas dos y Japón).

Pero, en diciembre próximo, puedes colapsar el enésimo intento de salvar la ronda y la propia Organización Mundial de Comercio. Aún no fue posible siquiera tratar los US$ 19.000 millones anuales regalados a los productores estadounidenses. Por supuesto, tampoco podía esperarse que India, Brasil o Argentina abriesen sus mercados a todavía más autos, electrónicos o servicios bancarios importados. Eso se verá este fin de semana, durante la reunión de los 20 en Sudáfrica.

“Si volvemos a fracasar, estaremos en plena crisis”. Así admitió Pascal Lamy, viejo campeón del proteccionismo agrícola francés y, como muchos de sus compatriotas, indiferente a la suerte de los países pobres.

En verdad, Washington había propuesto eliminar hasta 54% las tarifas y cuotas a la importación. Pero, en materia agrícola, sólo ofrecía reducir levemente subsidios al maíz, los lácteos y una veintena de rubros primarios importantes. A su vez, Bruselas bajaría 38% una serie de subvenciones que distorsionan el comercio. No obstante, por fuerte presión de Francia, se negó a rebajar tarifas agrícola en los márgenes exigidos por EE.UU. o por el Grupo de los 20 (economías en desarrollo).

En general, la UE gasta notablemente más que EE.UU. en proteger a su ineficiente sector rural. Origen de aquella estimación de US$ 19.000 millones, Kimberly Elliott –centro para desarrollo global, Washington- sostiene que a los europeos “su sistema les insume más de US$ 60.000 millones por año”.

Personalmente, Schwab es escéptica en lo atinente a ofrecer concesiones adicionales a los europeos. La experta y su equipo están convencidos –con buenas razones- que intransigentes como Francia o Polonia jamás le permitirá el “moderado” Mandelson proponer mayores rebajas de tarifas a la importación.

Varios sospechan que la propia Schwab carece de influencia suficiente, en el entorno presidencial, para negociar concesiones más ambiciosas. En camino, las economías más desesperadas del globo continúan esperando.

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