Se observa un aumento de la concentración de la riqueza a partir de 1970/80 en los países desarrollados así como una disminución de la participación del trabajo en el PIB.
A nivel global, se observa un deterioro de la distribución del ingreso desde 1970/80. Actualmente el 1 % más rico tiene casi la mitad de la riqueza total, mientras que el 50 % más pobre, posee solo el 1 %.
El análisis de estos temas vuelve a cobrar especial relevancia debido a que se empezó a considerar que la disminución de la desigualdad está asociada a un crecimiento más rápido y duradero al tiempo que comenzó a cuestionarse la tan arraigada creencia económica de que el aumento de la igualdad requiere el sacrificio de la eficiencia económica, se señala en el boletín 20 del Observatorio de la Economía Mundial, de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín.
El estudio de Piketty
En los últimos años se publicaron varios estudios sobre la distribución del ingreso y de la riqueza, la desigualdad y la evolución de los salarios reales, aunque el que más contribuyó a la discusión a nivel masivo fue Piketty, desarrolla el trabajo firmado por Jorge Remes Lenicov, con la colaboración de Anahí Viola y Patricia Knoll.
Su trabajo tiene la gran virtud de haber llamado la atención de estos temas tan trascendentes que de alguna manera habían sido soslayados o bien eran considerados como una cuestión derivada del propio crecimiento.
Piketty, en su excelente libro, en el que realiza un extraordinario acopio de información, muestra que en los países ricos se observa una tendencia creciente hacia la concentración de la riqueza y del ingreso en manos de los capitalistas.
Este fenómeno sucede especialmente a partir de 1970 o 1980, según los casos.
Lo explica señalando que la riqueza (medida como el capital físico de una economía) crece según el rendimiento del capital (“r”); si “r” es mayor que “g” (tasa de crecimiento de la economía), el capital será cada vez más importante como proporción de la economía, tal como ha sucedido.
Y si el capital es cada vez más importante en relación con el producto, el ingreso de los capitalistas será una porción cada vez mayor del ingreso total. Piketty muestra series largas de tiempo donde se observa que el capital como proporción del ingreso nacional pasó de 370 % en 1950 a 410 % en 2010 en el caso de los EE.UU. y de 220 % a 540_% para los países europeos.
Como considera la riqueza neta, la participación del capital público y extranjero es de menos del 5 %, lo cual significa que la gran mayoría es capital privado local. También demuestra que entre principios y mitad del siglo XX dicha proporción se fue reduciendo, siendo el punto de inflexión la década de los años 50, a partir de la cual volvió a crecer.
Siguiendo con la demostración de su tesis, a partir de la década del 70 del siglo pasado, en los países ricos (EE.UU., Japón, Alemania, Reino Unido y Francia) se comprueba un aumento de la participación del capital en la distribución del ingreso.
También registra la misma tendencia la OIT2 y el estudio de Karabarbounis y Neiman3, el que demuestra que en 42 de los 59 países analizados se redujo la participación del trabajo en el PIB.
También analiza el grado de concentración del capital. Entre 1950 y 2010 el 10 % con más riqueza en los EE.UU. pasó de tener el 65 % al 72 % del total. En Europa, bajó de 75 % al 63_%; si bien se redujo, el nivel de concentración también es muy alto.
Cuando se considera el 1_% más rico, en los EE.UU. pasó de tener el 30 % al 33 %, mientras que en Europa se redujo de 38 % al 24 %.
Nuevamente, si bien las tendencias son diferentes, en ambas economías los niveles de concentración del capital son muy elevados y a partir de los años 70, aumentó Lo anterior se refleja en la distribución del ingreso. En 2010 el 10 % más rico de EE.UU. recibía el 50 % del ingreso y en Europa, el 35 % (el 1 % más rico recibía el 20 % y 10 % respectivamente).
La clase media (40 % siguiente) recibía 30 % y 40 %, y el 50 % más pobre recibía el 20 % y 25 % respectivamente. Hay concentración en ambas economías aunque es más elevada en los EE.UU., tal como lo muestra el coeficiente de Gini4: 0,49 en los EE.UU. y 0,36 en Europa.
Si bien Piketty en su libro analiza solo lo sucedido con los países desarrollados (PD), hace una breve referencia a la distribución del ingreso en seis países en desarrollo (PED) (China, India, Indonesia, Sudáfrica, Argentina y Colombia).
A pesar de la discontinuidad de las series por la falta de datos, lo que se observa es una tendencia semejante: a partir de los años 80 aumentó la participación del percentil más alto.
Otros estudios dan cuenta que en los países para los que existe información, la desigualdad en la distribución de la riqueza es considerablemente mayor que en la distribución de los ingresos, tal como se desprende del análisis del coeficiente de Gini.
Si el análisis se realiza para el mundo como una sola unidad, se observa que el 1 % más rico tiene el 46 % de la riqueza, mientras que el 50 % más pobre tiene solo el 1 %.
De mantenerse dicha tendencia, en no mucho más tiempo el 1 % más rico tendrá la misma riqueza que el 99 % restante.
Un comentario adicional de Piketty se refiere a los que tienen una riqueza superior a los 1.000 millones de dólares.
Citando a Forbes, en 2013 había 1.400 personas cuyo capital ascendía a 5,5 billones de dólares (el doble que el PIB de Francia). También señala que entre 1987 y 2013 mientras el capital de los más ricos creció a una tasa de 6,8 % anual, el capital mundial por habitante adulto lo hizo al 2,1 %.
Sostiene también que la desigualdad actual no solo proviene de la riqueza acumulada y heredada por unos pocos, sino también de los salarios disparatados que se están pagando a algunos ejecutivos, muchos de ellos en el sector financiero.
En EE.UU., lo que recibe un CEO es hoy 331 veces más alto que la media de sus empleados y 774 veces superior respecto de los que menos cobran.
Finalmente, el investigador francés sostiene que en las próximas décadas la distribución del ingreso en los países con democracia y libre mercado empeorará, producto de una tasa de crecimiento baja y de otras fuerzas inherentes al capitalismo.
Esta tesis es motivo de discusión por quienes plantean que el aporte del avance tecnológico y de la educación al crecimiento puede modificar esa tendencia. Otros argumentaron que también puede ocurrir que la rentabilidad del capital empiece a disminuir si el stock de capital de la economía llega a ser demasiado grande respecto de la mano de obra y otros recursos, y si la tasa de innovación se desacelera.
Por cierto que en economía es peligroso extrapolar, y las tendencias hacia futuro que presenta Piketty como la de sus críticos distan de ser concluyentes.
Es un debate con final abierto. Pero no es discutible lo que ha sucedido, porque existen datos, y en base a ellos es que Piketty ataca la médula de la conclusión ortodoxa que aseguraba que el crecimiento en un sistema de libre mercado se “derramaría” sobre las capas menos favorecidas y que los niveles de desigualdad tenderían a estabilizarse en niveles razonables, de manera que toda la población terminaría experimentando mejoras en su calidad de vida.
Nuevamente, la riqueza de los más ricos crece más que el tamaño de la economía. Una limitante al trabajo de Piketty, entendible por la disponibilidad de datos, es que centra su análisis en los PD, cuando el centro de la acción en el futuro estará cada vez más en los PED.
En estos países, centenares de millones de personas están saliendo de la pobreza y todo indica que seguirán creciendo durante mucho más tiempo.
En el análisis de los seis PED antes citados muestra que la desigualdad empeoró. Es muy claro en el caso de China, país en el que los ingresos de la población aumentan y se reduce la pobreza pero empeora la distribución; antes de las reformas de los años ´90 la gran mayoría eran muy pobres y la distribución era más igualitaria, ahora son muchos los que dejaron la pobreza pero empeoró la distribución.
Piketty considera que la tasa de crecimiento futura será baja. Pero tal afirmación seguramente hace referencia a los PD. Porque nada indica que los PED, sobre todo los asiáticos, no continúen creciendo más que la media mundial, tal como ha ocurrido en las últimas tres décadas en que los dos países más grandes del planeta por población pasaron de “pobres” a clase media en China y a clase media baja en la India.
Nunca en la historia creció tanto el ingreso de las personas en tan poco tiempo. Nunca hubo tanta clase media en el planeta. Por otra parte, la demografía juega un rol secundario en el libro y es central para el futuro global; observa la tasa de crecimiento poblacional, pero no su composición. Buena parte de la fuerza de trabajo del planeta estará en la India, un país joven que no enfrenta la posibilidad de que caiga su tasa de crecimiento como en un país viejo.
Bourguignon avala, en términos generales, lo descrito por Piketty al señalar que la desigualdad se observa en la mayoría de los PD: donde más se acentúa la desigualdad es en los EE.UU. y Reino Unido.
En menor medida: Italia y Japón y menos en Francia y Alemania. Donde hay menos desigualdad es en los países escandinavos.
La creciente desigualdad en los ingresos también se registra en los PED: en China, India, Indonesia y Bangladesh, pero no en el resto de Asia. En Ãfrica, Ghana, Kenia y Nigeria registraron importantes aumentos de la desigualdad.
En América Latina (AL), un continente históricamente muy desigual, se observa una mejora en lo que va del siglo XX, pero todavía sigue siendo muy alta.