Según el informe final del departamento de Comercio, aumenta la brecha negativa en los flujos comerciales y financieros hacia la primera economía del mundo. Esto agrava el rojo actual por conceptos (alrededor de US$ 6 billones), crea endeudamiento futuro y puede debilitar al dólar respecto de otras divisas relevantes.
El ingreso de bienes provenientes –en esencia- de la Unión Europea, Asia oriental y meridional revela que el resto del mundo todavía ve al mercado norteamericano como muy atractivo para vender, aunque no tanto para invertir. En este plano, las multinacionales norteamericanas dan el ejemplo, realizando utilidades en plazas “off shore” y eludiendo impuestos.
Otro problema con el déficit del II trimestre es que supera apreciablemente las expectativas del gobierno y casi todos los analistas. Eso explica que el euro se haya recobrado esta semana de US$ 1,208 a 1,227 (+1,6%).
En general, los expertos ortodoxos atribuyen el aumento del rojo en cuenta corriente, en términos del producto bruto interno, a la sobrepreciación global del dólar. En particular, respecto del yen japonés, el yüan chino, el won surcoreano, el dólar de Hongkong y el de Taiwán. “El fenómeno se escapa velozmente de control”, advierte un informe de BNP Paribas.
“Estoy convencido de que vamos rumbo a un desastre”, sostiene Frederick Bergsten, director del Instituto de Economía Internacional (no confundir con el de Finanzas). “En cuanto los mercados descubran que la deuda estadounidenses alcanza niveles insostenibles, podrá sobrevenir un crac del dólar”.
Quienes coinciden con esta hipótesis prevén un euro a más de US$ 1,50 y un dólar a menos de ¥ 85. Por el contrario, Wall Street cree que el peligro es exagerado por los que habían hecho advertencias similares en 2002 y 2003, sin que luego sucediese nada serio. Así afrima también el American Enterprise Institute, muy vinculado al partido Republicano, a cuyo juicio “tenemos orden macroeconómico y no hay déficit que nos haga caer el techo encima”.
No obstante, la entidad formula dos advertencias nada simpáticas para la campaña relectoral. Una, que “los norteamericanos deben volver al ahorrar sistemáticamente. Otra, que gobierno y público han de frenar tanto consumo y gasto por encima de sus medios.
Naturalmente, la Casa Blanca interpreta el creciente déficit de pagos igual que Wall Street: es un signo de que otros países están retrasados respecto de EE.UU. y necesitan impulsar sus economías. “Este rojo en realidad atrae capitales del exterior”, opina Robert Nichols –subsecretario de Hacienda para asunto públicos-, sin explicar por qué hay un enorme déficit de inversión externa directa.
Nichols y algunos gurúes insisten en que “el desequilibrio resulta mayormente del déficit de crecimiento en el resto del mundo”. Pero analistas ajenos al gobierno o a la especulación financiera lo ven de otro modo: el público sigue comprando importaciones baratas, mientras la industria estadounidense pierde participación en el mercado global.
Ese factor contribuye a que el déficit de pagos represente hoy 5,7% del PBI, contra 3,6% en 1999. “Nunca hemos tenido semejante proporción y será casi imposible seguir en este tren, sea quien fuere el próximo presidente”, teme Robert Scott, del Economic Policy Institute, una entidad liberal. “Lo más preocupante es que la administración de George W.Bush se muestre tan indiferente ante el déficit externo”, subraya Jason Furman, director de política económica en la campaña de John F.Kerry.
No terminan ahí los datos inquietantes. Ian Shepherdson, analista principal de la consultoría High Frequency Economics, se manifesta “sorprendido por la amplia caída, US$ 9.600 millones, en el flujo neto de ganancias obtenidas por inversores norteamericanos en el exterior”.
Obviamente, Washington depende cada vez más de otros gobiernos para cubrir rojos. Según HFE, los inversores privados del exterior muestran este año reticencia a seguir comprando bonos para financiar el déficit federal. En consecuencia, los estados de Asia oriental y sudoriental –Japón y China, sobre todo- van llenando ese hueco y hoy representan 87% de las compras de deuda federal titulizada.
Por tanto, la Reserva Federal, Hacienda y el Fondo Monetario coinciden en que el yen y el yüan debieran repreciarse considerablemente contra el dólar. Pero Beijing viene resistiendo presiones de todo tipo, con un argumento plausible: el país precisa tiempo para resolver fallas fundamentales en materia estructural y financiera, antes de permitir ajustes cambiarios.
Entretanto, China obtuvo en agosto un superávit comercial de US$ 4.490 millones a expensas de EE.UU., dato que no ven –en Buenos Aires- quienes proclaman la supremacía económica norteamericana y la asocian a la productividad. Aun alentado a que el público consuma, China y Japón continúan ahorrando mucho más que EE.UU.
Según el informe final del departamento de Comercio, aumenta la brecha negativa en los flujos comerciales y financieros hacia la primera economía del mundo. Esto agrava el rojo actual por conceptos (alrededor de US$ 6 billones), crea endeudamiento futuro y puede debilitar al dólar respecto de otras divisas relevantes.
El ingreso de bienes provenientes –en esencia- de la Unión Europea, Asia oriental y meridional revela que el resto del mundo todavía ve al mercado norteamericano como muy atractivo para vender, aunque no tanto para invertir. En este plano, las multinacionales norteamericanas dan el ejemplo, realizando utilidades en plazas “off shore” y eludiendo impuestos.
Otro problema con el déficit del II trimestre es que supera apreciablemente las expectativas del gobierno y casi todos los analistas. Eso explica que el euro se haya recobrado esta semana de US$ 1,208 a 1,227 (+1,6%).
En general, los expertos ortodoxos atribuyen el aumento del rojo en cuenta corriente, en términos del producto bruto interno, a la sobrepreciación global del dólar. En particular, respecto del yen japonés, el yüan chino, el won surcoreano, el dólar de Hongkong y el de Taiwán. “El fenómeno se escapa velozmente de control”, advierte un informe de BNP Paribas.
“Estoy convencido de que vamos rumbo a un desastre”, sostiene Frederick Bergsten, director del Instituto de Economía Internacional (no confundir con el de Finanzas). “En cuanto los mercados descubran que la deuda estadounidenses alcanza niveles insostenibles, podrá sobrevenir un crac del dólar”.
Quienes coinciden con esta hipótesis prevén un euro a más de US$ 1,50 y un dólar a menos de ¥ 85. Por el contrario, Wall Street cree que el peligro es exagerado por los que habían hecho advertencias similares en 2002 y 2003, sin que luego sucediese nada serio. Así afrima también el American Enterprise Institute, muy vinculado al partido Republicano, a cuyo juicio “tenemos orden macroeconómico y no hay déficit que nos haga caer el techo encima”.
No obstante, la entidad formula dos advertencias nada simpáticas para la campaña relectoral. Una, que “los norteamericanos deben volver al ahorrar sistemáticamente. Otra, que gobierno y público han de frenar tanto consumo y gasto por encima de sus medios.
Naturalmente, la Casa Blanca interpreta el creciente déficit de pagos igual que Wall Street: es un signo de que otros países están retrasados respecto de EE.UU. y necesitan impulsar sus economías. “Este rojo en realidad atrae capitales del exterior”, opina Robert Nichols –subsecretario de Hacienda para asunto públicos-, sin explicar por qué hay un enorme déficit de inversión externa directa.
Nichols y algunos gurúes insisten en que “el desequilibrio resulta mayormente del déficit de crecimiento en el resto del mundo”. Pero analistas ajenos al gobierno o a la especulación financiera lo ven de otro modo: el público sigue comprando importaciones baratas, mientras la industria estadounidense pierde participación en el mercado global.
Ese factor contribuye a que el déficit de pagos represente hoy 5,7% del PBI, contra 3,6% en 1999. “Nunca hemos tenido semejante proporción y será casi imposible seguir en este tren, sea quien fuere el próximo presidente”, teme Robert Scott, del Economic Policy Institute, una entidad liberal. “Lo más preocupante es que la administración de George W.Bush se muestre tan indiferente ante el déficit externo”, subraya Jason Furman, director de política económica en la campaña de John F.Kerry.
No terminan ahí los datos inquietantes. Ian Shepherdson, analista principal de la consultoría High Frequency Economics, se manifesta “sorprendido por la amplia caída, US$ 9.600 millones, en el flujo neto de ganancias obtenidas por inversores norteamericanos en el exterior”.
Obviamente, Washington depende cada vez más de otros gobiernos para cubrir rojos. Según HFE, los inversores privados del exterior muestran este año reticencia a seguir comprando bonos para financiar el déficit federal. En consecuencia, los estados de Asia oriental y sudoriental –Japón y China, sobre todo- van llenando ese hueco y hoy representan 87% de las compras de deuda federal titulizada.
Por tanto, la Reserva Federal, Hacienda y el Fondo Monetario coinciden en que el yen y el yüan debieran repreciarse considerablemente contra el dólar. Pero Beijing viene resistiendo presiones de todo tipo, con un argumento plausible: el país precisa tiempo para resolver fallas fundamentales en materia estructural y financiera, antes de permitir ajustes cambiarios.
Entretanto, China obtuvo en agosto un superávit comercial de US$ 4.490 millones a expensas de EE.UU., dato que no ven –en Buenos Aires- quienes proclaman la supremacía económica norteamericana y la asocian a la productividad. Aun alentado a que el público consuma, China y Japón continúan ahorrando mucho más que EE.UU.