<p>Hace justo diez años, Vladimir Putin heredaba un país desvalijado por una privatización más drástica que la argentina de 1990/98. Después, la crisis sistémica de 1997/8 y la sangrienta guerra en Chechenia –precisamente- demostraron que Rusia ya no era una superpotencia. Lo mismo le sucedería a Estados Unidos en Irak y Afganistán.</p>
<p>En 2007, la llegada de Dimitri Medvedev no cambia la tónica política interna del régimen. Poco después, la guerra y el parcial desmembramiento de Georgia (Rusia le arrebata Abjazia y Osetia sur) tienen dos efectos por entonces poco observados: los ex combatientes regresan portando sus armas e imbuidos de ideas “nacionalistas”.</p>
<p>No obstante, ya desde el principio de este siglo, el Kremlin notaba un renacimiento del extremismo urbano ligado a políticas oficiales expansionistas. Particularmente en relación con ex repúblicas soviéticas (Ucrania, Moldavia) y el avance de la Organización del tratado noratlántico en Europa central y oriental.</p>
<p>Antes, en los años 90, bajo Boris Yeltsin, surgió una ola de xenofobia. Por ejemplo, el notorio Vladimir Dzhirinovski, líder del “partido Demoliberal”, proclamaba un patriotismo panruso cifrado en reocupar zonas de Eurasia otrora gobernadas desde Moscú. Más tarde, fueron apareciendo bandas de extrema derecha mucho más amenazadoras.</p>
<p>Esa fase del fenómeno culminó en la “Unión nacional rusa”, un grupo paramilitar fascista disuelto por las autoridades. Sus miembros habían adoptado una esvástica modificada y otros símbolos, pero en realidad reivindicaban las “centurias negras”, un movimiento monárquico de los años 20.</p>
<p>Formada en 1990, la Unión creció rápidamente a 40.000 afiliados que se rapaban la cabeza. Con el tiempo, llegaron a infiltrar reparticiones públicas y organismos de inteligencia. Entre 2004 y 2007, hubo más de mil ataques de tipo racista en ambas capitales rusas, con 140 muertos. Para colmo, la policía a menudo alentaba atentados a minorías étnicas. Pese a que el grupo fue desbandado por el gobierno, éste investiga ahora entre sus supérstites en pos de quienes atacaron el tren.</p>
<p>En cuanto a mentores ideológicos, la policía se centra en Alyexandr Dugin, un intelectual proclive al viejo ocultismo ruso de Yelyena Blavastsky y Nikolái Uspyensky. Dugin editó en 1997 un libro de sugestivo título, “Fundamentos de geopolítica”, que promovía la doctrina eurasiática. Llevaba prólogo de Putin.<br />
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De pronto, el fantasma del nazismo se yergue sobre Rusia
No eran insurgentes chechenos, con sobradas razones contra un régimen de ocupación en extremo duro. No. El expreso Moscú-San Petersburgo fue atacado por extremistas de derecha rusos y no justamente jóvenes imberbes de escasa formación.