El presidente de la República deben atemperar las encrucijadas de una acción de gobierno acotada por factores internos y externos. Varios son los frentes que debe atender :
1. Los conflictos gremiales sucesivos, iniciados en la víspera en los bancos oficiales y que continuarán hasta el paro general del viernes, en otros gremios.
2. Las fisuras producidas en la Unión Cívica Radical – mantenidas en buena medida en sordina – y en su aliado el Frepaso, por las reiteradas declaraciones del secretario de la SIDE, Fernando Santibañes, exigiendo mayor profundidad en el recorte del gasto fiscal. Un eficaz combustible para avivar los fuegos del sindicalismo.
3. La presencia de la Iglesia Católica, un aliado táctico en la necesidad de atemperar el peso de las obligaciones internacionales del país y de constituir las bases para un consenso social.
4. Los discretos, pero comentados, movimientos de Raúl Alfonsín en procura de atajar los embates opositores contra el gobierno, con su habitual estilo de independencia de acción, fruto de una fuerte personalidad que lo hace sentirse líder histórico de su partido.
En este escenario dinámico, donde las piezas se desplazan de manera alguna vez inesperada, de la Rúa sabe aprovechar en su favor el empuje del adversario. Así, a los financistas internacionales les exhibe los embates del camionero Hugo Moyano con sus posiciones de máxima, como un peligro para la paz social.
Aprovecha la solicitud de la Iglesia en favor de lograr mejores condiciones para el pago de la deuda externa mientras, por otra parte, él encabeza la fracción dispuesta a no desconocer ninguno de los compromisos contraídos por el país con el Fondo Monetario Internacional.
El empuje de Alfonsín le permite no exponer demasiado su flanco a las arremetidas procedentes de las cities financieras y de los adversarios políticos que se preparan a disputar su espacio de poder, con miras a las elecciones de 2001 y 2003.
Lacónico, casi recoleto, el Presidente procura hacer buena letra hacia adentro y hacia afuera, evitar confrontaciones y apelar a la estrategia por la acción indirecta y buscar consensos para desarrollar una política de Estado que le permita superar la crisis.
El presidente de la República deben atemperar las encrucijadas de una acción de gobierno acotada por factores internos y externos. Varios son los frentes que debe atender :
1. Los conflictos gremiales sucesivos, iniciados en la víspera en los bancos oficiales y que continuarán hasta el paro general del viernes, en otros gremios.
2. Las fisuras producidas en la Unión Cívica Radical – mantenidas en buena medida en sordina – y en su aliado el Frepaso, por las reiteradas declaraciones del secretario de la SIDE, Fernando Santibañes, exigiendo mayor profundidad en el recorte del gasto fiscal. Un eficaz combustible para avivar los fuegos del sindicalismo.
3. La presencia de la Iglesia Católica, un aliado táctico en la necesidad de atemperar el peso de las obligaciones internacionales del país y de constituir las bases para un consenso social.
4. Los discretos, pero comentados, movimientos de Raúl Alfonsín en procura de atajar los embates opositores contra el gobierno, con su habitual estilo de independencia de acción, fruto de una fuerte personalidad que lo hace sentirse líder histórico de su partido.
En este escenario dinámico, donde las piezas se desplazan de manera alguna vez inesperada, de la Rúa sabe aprovechar en su favor el empuje del adversario. Así, a los financistas internacionales les exhibe los embates del camionero Hugo Moyano con sus posiciones de máxima, como un peligro para la paz social.
Aprovecha la solicitud de la Iglesia en favor de lograr mejores condiciones para el pago de la deuda externa mientras, por otra parte, él encabeza la fracción dispuesta a no desconocer ninguno de los compromisos contraídos por el país con el Fondo Monetario Internacional.
El empuje de Alfonsín le permite no exponer demasiado su flanco a las arremetidas procedentes de las cities financieras y de los adversarios políticos que se preparan a disputar su espacio de poder, con miras a las elecciones de 2001 y 2003.
Lacónico, casi recoleto, el Presidente procura hacer buena letra hacia adentro y hacia afuera, evitar confrontaciones y apelar a la estrategia por la acción indirecta y buscar consensos para desarrollar una política de Estado que le permita superar la crisis.