Cuando la riqueza no hace la felicidad de las naciones

Dos epidemiólogos británicos, Richard Wilkinson y Katherine Pickett, así lo sostienen en el libro The Spirit Level. Why More Equal Societies Almost Always Do Better.. Ésta es la clave. Por supuesto, la posesión de bienes y dinero puede ayudar, pero no es fuente de dicha.

28 diciembre, 2009

<p>Ambos analistas se respaldan en 250.000 datos y bit&aacute;coras (blogs) captadas y verificadas v&iacute;a Google en diez meses, entre julio de 2008 y febrero &uacute;ltimo. Su tesis es sencilla: si se consideran los pa&iacute;ses pr&oacute;speros de Estados Unidos a Portugal, seg&uacute;n producto bruto por habitante, aqu&eacute;llos que peor redistribuyen los ingresos son m&aacute;s ricos pero menos felices. El trabajo tiene presentes diversos indicadores, entre ellos los empleados por Amartya Sen, Nobel econ&oacute;mico 1998. Su precedentes supremos son, sin duda, Adam Smith (La riqueza de las naciones, 1776)) y Robert Reich (El trabajo de las naciones, 1992).<br />
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La gama comprende adicciones sociales (alcohol, psicof&aacute;rmacos), expectativas de vida, perturbaciones mentales, mortalidad infantil, endemias, obesidad, mal rendimiento escolar, embarazo adolescente, poblaci&oacute;n carcelaria, homicidios, desconfianza respecto de la gente o el gobierno. En general son comportamientos detectados por instancias estad&iacute;sticas oficiales o multilaterales.<br />
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Los pa&iacute;ses de mayor desigualdad que tienen n&uacute;meros peores suelen ser los m&aacute;s opulentos. De ese modo EE.UU., primer PB/h del mundo, muestra graves inequidades en materia de asistencia social. Sus 46 millones de personas sin cobertura m&eacute;dica contrastan con el panorama en Jap&oacute;n, Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, B&eacute;lgica, Austria o Francia. Junto con la norteamericana, las econom&iacute;as ricas donde prima la desigualdad son Gran Breta&ntilde;a, Australia, Nueva Zelanda. No por casualidad, ejemplos del modelo conservador impuesto por Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los a&ntilde;os 80. <br />
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El universo definido por Wilkinson y Pickett abarca tambi&eacute;n factores psicosociales asociados a educaci&oacute;n deficiente, criminalidad, arrestos, violencia (dentro o fuera del hogar), ansiedad por especular y ludopat&iacute;a compulsiva. El corolario del libro es obvio: la sociedad debe hacerse m&aacute;s igualitaria, no m&aacute;s adinerada.<br />
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En lo tocante a pa&iacute;ses centrales, han de desechar pol&iacute;ticas de mercado puro que, entre otras cosas, generan adicci&oacute;n al endeudamiento en dos niveles. En general, los estados se endeudan por d&eacute;ficit de ahorro p&uacute;blico. Por su parte, las familias caen en man&iacute;as especulativas como, las burbujas inmobiliarias de EE.UU., Gran Breta&ntilde;a, Irlanda, Islandia, Espa&ntilde;a, Estonia o Letonia.<br />
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Una ventaja del libro consiste en centrarse en manifestaciones objetivas de &ldquo;desagio social&rdquo;, no en declaraciones subjetivas ni simples juicios de valor. En un plano m&aacute;s sutil, sorprenden las alusiones al suicidio como s&iacute;ndrome frecuente en sociedades opulentas, partiendo de estad&iacute;sticas serias.</p>
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