Así como la pandemia ha motivado conductas heroicas en muchas personas, como los integrantes de la profesión médica y afines, también ofrece oportunidades a los inescrupulosos. Algunos líderes fuertes están usando la crisis para aumentar su poder y otros están aumentando el peligro para sus poblaciones al negarse a tomar seriamente el virus.
El mundo ya estaba sufriendo “el virus del líder fuerte” antes de la llegada del coronavirus, dice hoy Gideon Rachman en el Financial Times. Xi Jinping se autorizó a mandar de por vida; Vladimir Putin armó cambios constitucionales para extender su mandato; Donald Trump, Jair Bolsonaro, Nahrendra Modi y otros tienen un “estilo jactancioso de liderazgo”.
Un ejemplo claro de gobernante que usó el coronavirus para fortalecer su control del poder ya apareció en Hungría, Viktor Orban, quien pasó los últimos años debilitando la independencia de los medios, del poder judicial y de las universidades, actuó rápidamente para usar la pandemia como excusa para gobernar por decreto.
En Brasil Jair Bolsonaro pidió que reab ran los negocios y echó al ministro de salud por insistir demasiado en el distanciamiento social.
Pero el peligro no se detiene ahí, aclara Rachman. Hay muchos líderes populistas en democracias que aprovechan la hostilidad hacia las “elites” que incluyen a personajes sospechosos como los epidemiólogos y los funcionarios; el movimiento “anti-vacuna” que desparramó teorías conspirativas sobre vacunación florece en las fronteras de los movimientos populistas;
y la desesperación económica es terreno fértil para las teorías conspirativas que a su vez alimentan el populismo. El juego de la culpa que ya apareció entre los países, fomenta el nacionalismo, que va de las mano con la política del líder fuerte. Un mundo ya debilitado por el virus del hombre fuerte podría enfermarse mucho más bajo el impacto de una emergencia sanitaria, dice Gideon.