Con OK oficial, China compra reactores nucleares norteamericanos

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Beijing ha convenido adquirir cuatro unidades Westinghouse, en una operación subscripta po Ma Kai, ministro de desarrollo, y Samuel Bodman, secretario estadounidense de energía y combustibles. Esto preocupa en en congreso.

Por un lado, la transacción demuestra que la tecnología estadounidense todavía compite bien. Por el otro, algunos sostienen que esa ventaja está “vendiéndose” sector por sector. Mientras todos seguían la visita a Beijing de Henry Paulson (hacienda) y Benjamin Bernanke (Reserva Federal), Ka y Bodman subscribieron un memorando de entendimiento.

El acuerdo permite a la Corporación Nuclear Nacional, una repartición de estado, comprarle a la privada Westinghouse Electric el mismo tipo de reactor que, meses atrás, le vendió a la japonesa Toshiba. No se dieron números y varios analistas, tomados de sorpresa, estimaban la suma entre cinco y ocho mil millones de dólares.

No todos están felices en Estados Unidos. Michael Wessel, a cargo de la comisión parlamentaria revisora de tratos con China (tanto económicos como de otros tipos), se manifiesta “preocupado por la excesiva amplitud del negocio. Parece que, como ha sucedido en otros sectores, acá se transfiere tecnología de punta”. De paso, recordó que Beijing mantiene excelentes relaciones con Tehrán.

A criterio de Wessel, esa clase de acuerdos “limita nuestras ventajas tecnológicas de largo plazo. Por el contrario, el convenio beneficia claramente a China. Sus empresas vienen adquiriendo, desde hace un año, tecnología occidental en áreas que van del armado de aviones hasta el diseño de coches y la fabricación de motores”.

Por otra parte, la compra de tecnología atómica “puede implicar problemas de seguridad. Particularmente luego de objeciones en el congreso, durante 2005, a la frustrada toma de la gasífera californiana Unocal, por parte de la firma estatal china de hidrocarburos, Cnooc. Si bien las explotaciones de ambas se ubican lejos de EE.UU., en el mar de China meridional y el golfo de Siam, la reacción “nacionalista” fue como un reguero de pólvora en EE.UU. Poco después, ese clima hundió el pase de seis terminales portuarias del este a DP World, una firma controlada por Dubái (uno de los emiratos árabes del golfo Pérsico).

Mientras tanto, el papel de Bodman –miembro del gabinete de George W.Bush- en la operación Westinghouse quizá calme a una parte de los republicanos. Pero, sin duda, otra ala de ellos y los demócratas pueden cuestionar el acuerdo. No en vano, el documento se firmó una vez iniciado el receso parlamentario hasta después de fiestas, recurso habitual en la administración Bush (basta recordar el caso de John Bolton).

Hay otro matiz, que podría generar problemas propios: la posibilidad de nexos ocultos entre la transferencia de tecnología nuclear y los esfuerzos del dúo Paulson-Bernanke para que China acelere la pauta revaluatoria del yüan. Si así fuera, se crearían condiciones para un escándalo en Washington.

Por un lado, la transacción demuestra que la tecnología estadounidense todavía compite bien. Por el otro, algunos sostienen que esa ventaja está “vendiéndose” sector por sector. Mientras todos seguían la visita a Beijing de Henry Paulson (hacienda) y Benjamin Bernanke (Reserva Federal), Ka y Bodman subscribieron un memorando de entendimiento.

El acuerdo permite a la Corporación Nuclear Nacional, una repartición de estado, comprarle a la privada Westinghouse Electric el mismo tipo de reactor que, meses atrás, le vendió a la japonesa Toshiba. No se dieron números y varios analistas, tomados de sorpresa, estimaban la suma entre cinco y ocho mil millones de dólares.

No todos están felices en Estados Unidos. Michael Wessel, a cargo de la comisión parlamentaria revisora de tratos con China (tanto económicos como de otros tipos), se manifiesta “preocupado por la excesiva amplitud del negocio. Parece que, como ha sucedido en otros sectores, acá se transfiere tecnología de punta”. De paso, recordó que Beijing mantiene excelentes relaciones con Tehrán.

A criterio de Wessel, esa clase de acuerdos “limita nuestras ventajas tecnológicas de largo plazo. Por el contrario, el convenio beneficia claramente a China. Sus empresas vienen adquiriendo, desde hace un año, tecnología occidental en áreas que van del armado de aviones hasta el diseño de coches y la fabricación de motores”.

Por otra parte, la compra de tecnología atómica “puede implicar problemas de seguridad. Particularmente luego de objeciones en el congreso, durante 2005, a la frustrada toma de la gasífera californiana Unocal, por parte de la firma estatal china de hidrocarburos, Cnooc. Si bien las explotaciones de ambas se ubican lejos de EE.UU., en el mar de China meridional y el golfo de Siam, la reacción “nacionalista” fue como un reguero de pólvora en EE.UU. Poco después, ese clima hundió el pase de seis terminales portuarias del este a DP World, una firma controlada por Dubái (uno de los emiratos árabes del golfo Pérsico).

Mientras tanto, el papel de Bodman –miembro del gabinete de George W.Bush- en la operación Westinghouse quizá calme a una parte de los republicanos. Pero, sin duda, otra ala de ellos y los demócratas pueden cuestionar el acuerdo. No en vano, el documento se firmó una vez iniciado el receso parlamentario hasta después de fiestas, recurso habitual en la administración Bush (basta recordar el caso de John Bolton).

Hay otro matiz, que podría generar problemas propios: la posibilidad de nexos ocultos entre la transferencia de tecnología nuclear y los esfuerzos del dúo Paulson-Bernanke para que China acelere la pauta revaluatoria del yüan. Si así fuera, se crearían condiciones para un escándalo en Washington.

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