Como en Vietnam, se recortan facultades presidenciales

En duro revés a George W.Bush y sus halcones, el congreso lo obliga a elevar presupuestos anuales de gastos bélicos en Afganistán e Irak. Es decir, ya no podrá financiarlos vía leyes y decretos de emergencia.

16 junio, 2006

Estas limitaciones se asemejan a las impuestas cuando se estancó la guerra en Vietman y la derrota empezaba a darse por inevitable. Parte del problema político actual es que las bajas militares norteamericanas hayan quebrado la barrera psicológica de 2.500. Esto sucede a pocos días de perecer bajo las bombas Alí Musab az-Zarqawí, jefe del grupo al-Qa’eda en la mesopotamia, que indujo al presidente a hacer una “aparición electoralista” en Bagdad.

En realidad, este jueves el senado aprobó una partida de emergencia (US$ 65.800 millones) pedida por el Pentágono. Pero, al mismo tiempo y por vez primera, determinó límites para definir, financiar y llevar a cabo la guerra en adelante. Según las malas lenguas, sería el primer triunfo de Henry Paulson (secretario de Hacienda, ex Goldman Sachs) sobre el vicepresidente Richard Cheney y el titular de Defensa, Donald Rumsfeld.

Las cifras del gasto militar son impresionantes. Entre los ataques terroristas en septiembre de 2001 y la última partida, suman US$ 440.000 millones. La guerra mesopotámica en sí representa 385.000 millones. En valores nominales, la gran guerra le costó a Estados Unidos US$ 500.000 millones en 1917/18 y, en 1941-45, la II guerra mundial insumió 4,7 billones. Corea absorbió US$ 400.000 millones en 1950-53, Vietnam 572.000 millones en 964-75 y la primera guerra de Irak, 80.000 millones en 1990-1.

Por cierto, los recientes golpe de efecto han sido neutralizados por la dureza de los senadores, cámara donde el oficialismo es más mayoritario que en diputados. Por supuesto, las restricciones son sólo presupuestarias, pero trasmiten una señal inquietante para la Casa Blanca. Mientras tanto, las encuestas hechas esta semana señalan que apenas 37% del público apoya la actuación en Irak y 52% la rechaza. Sólo 20% cree que la muerte de az-Zarqawí disminuirá los ataques.

Sobre el mismo tema, este jueves hubo un fragorosa debate en la cámara baja sobre la invasión de 2003 y sus consecuencias. Las intervenciones de Cheney y Rumsfeld tendieron a desviar la discusión, ubicándola en problemas de seguridad interna y control de inmigrantes ilegales.

Estas limitaciones se asemejan a las impuestas cuando se estancó la guerra en Vietman y la derrota empezaba a darse por inevitable. Parte del problema político actual es que las bajas militares norteamericanas hayan quebrado la barrera psicológica de 2.500. Esto sucede a pocos días de perecer bajo las bombas Alí Musab az-Zarqawí, jefe del grupo al-Qa’eda en la mesopotamia, que indujo al presidente a hacer una “aparición electoralista” en Bagdad.

En realidad, este jueves el senado aprobó una partida de emergencia (US$ 65.800 millones) pedida por el Pentágono. Pero, al mismo tiempo y por vez primera, determinó límites para definir, financiar y llevar a cabo la guerra en adelante. Según las malas lenguas, sería el primer triunfo de Henry Paulson (secretario de Hacienda, ex Goldman Sachs) sobre el vicepresidente Richard Cheney y el titular de Defensa, Donald Rumsfeld.

Las cifras del gasto militar son impresionantes. Entre los ataques terroristas en septiembre de 2001 y la última partida, suman US$ 440.000 millones. La guerra mesopotámica en sí representa 385.000 millones. En valores nominales, la gran guerra le costó a Estados Unidos US$ 500.000 millones en 1917/18 y, en 1941-45, la II guerra mundial insumió 4,7 billones. Corea absorbió US$ 400.000 millones en 1950-53, Vietnam 572.000 millones en 964-75 y la primera guerra de Irak, 80.000 millones en 1990-1.

Por cierto, los recientes golpe de efecto han sido neutralizados por la dureza de los senadores, cámara donde el oficialismo es más mayoritario que en diputados. Por supuesto, las restricciones son sólo presupuestarias, pero trasmiten una señal inquietante para la Casa Blanca. Mientras tanto, las encuestas hechas esta semana señalan que apenas 37% del público apoya la actuación en Irak y 52% la rechaza. Sólo 20% cree que la muerte de az-Zarqawí disminuirá los ataques.

Sobre el mismo tema, este jueves hubo un fragorosa debate en la cámara baja sobre la invasión de 2003 y sus consecuencias. Las intervenciones de Cheney y Rumsfeld tendieron a desviar la discusión, ubicándola en problemas de seguridad interna y control de inmigrantes ilegales.

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