La experiencia de otros países latinoamericanos enseña que se puede reducir deuda pública con políticas modernizadoras y racionales que contribuyen al desarrollo económico y social sostenido, para el cual es condición necesaria que el sector público cuente con una gestión profesional, que exista consistencia entre ingresos y erogaciones y que, asociado a ello, se administre un prudente nivel de endeudamiento, advierte el Instituto para el Desarrollo Argentino (IDESA) en su último reporte.
Contrasta el deterioro que observa en la calidad de la gestión de muchas áreas del sector público argentino y que las cuentas públicas muestren un nivel de déficit creciente, en un contexto en el que se insiste en señalar que el Estado argentino está abocado en un proceso de desendeudamiento.
Según datos del Ministerio de Economía, en el 2000, la deuda pública llegaba a 45,7% del PBI, deuda que asciende a 165% del PBI con la pesificación compulsiva y la caída del PBI en el 2002, y comienza a reducirse para llegar a 2012 a un nivel del orden de 44,9% (incluyendo la deuda pública defaulteada que no entró a los canjes del 2005 y el 2010).
Es decir, comparando con finales de la década del 90, el proceso de reducción de deuda es difícil de percibir.
De todas formas, la gestión de la deuda argentina fue facilitada por el contexto internacional muy favorable tanto en relación a términos de intercambio elevados como a tasas de interés internacionales muy bajas que benefició a toda la región de Sudamérica.
De aquí que resulta pertinente comparar el proceso argentino con la evolución de la deuda pública de otros países de la región.
Según datos del FMI, entre los años 2000 y 2012 se observa que:
• En Colombia la deuda pública pasó de 36% a 33% del PBI.
• En Perú se redujo a menos de la mitad, pasando de 42% a 20% del PBI.
• En Chile la deuda pública bajó de 13% a 11% del PBI.
Estos datos muestran que algunos países de la región también han logrado importantes reducciones de deuda pública con un desempeño que convierte en modesto el proceso de desendeudamiento argentino, señala IDESA.
Pero lo más importante de la comparación internacional, no es tanto la evolución del monto de la deuda de cada país, sino la diferencia de calidad de los instrumentos utilizados para reducir deuda pública.
En Argentina para reducir el endeudamiento de la década de los 90 se optó por el default y la pesificación compulsiva, luego por instrumentar dos canjes de deudas con quitas del orden de 75%, sin que se pudiera cerrar la etapa dado que quedan pendientes demandas judiciales contra la Argentina por bonos defaulteados que no entraron al canje.
Enumera de este modo que se intervino el Indec para manipular el CER (coeficiente con el que se ajustaba la deuda pública) y así pagar menos intereses. Se modificó la carta orgánica del Banco Central para utilizar las reservas en el pago de deuda pública en dólares y financiar el déficit fiscal con emisión monetaria (a fin de no tener que apelar a los mercados financieros en busca de préstamos otra vez). Con el mismo objetivo se eliminó el sistema de capitalización previsional para financiarse con los ahorros acumulados y los aportes futuros. Mientras tanto se fueron acumulando miles de juicios contra el Estado nacional de jubilados a los que no se les respetó el derecho a la movilidad y de los propietarios de las empresas estatizadas. Esto implica una deuda pública no registrada difícil de mensurar, pero de dimensiones grandes.
En sentido contrario, Chile, Colombia y Perú (en particular, estos dos últimos que tenían niveles similares de deuda pública a finales de la década de los ’90) muestran caídas en el nivel de deuda pública en un marco de modernización institucional de sus sistemas de información y transparencia pública, manejo independiente y profesional de los Ministerios de Finanzas y el Banco Central, preservación y fortalecimiento de sus sistemas de ahorro previsional, equilibrio fiscal y seriedad en las políticas públicas.
Por eso, además de menos deuda pública, estos países hoy reciben más inversión doméstica y extranjera directa.
El promocionado desendeudamiento argentino es otro caso de “relato” no consistente con la realidad –concluye el informe semanal del instituto en el Jorge Colina es economista jefe-. Por un lado, porque la deuda registrada actual es similar a la que había en la década de los 90 y más alta si se computa el enorme crecimiento de la deuda pública no registrada. Por el otro, porque los instrumentos utilizados para desendeudar tienen asociados costos económicos, políticos y sociales muy gravosos.
Por eso, la gestión de la deuda pública impone una hipoteca que condiciona las posibilidades de crecimiento futuro, subraya.