<p>Esta relación –señala un ensayo en Knowledge@ Wharton-, funcionó bien hasta hace poco tiempo. Tanto que el gigante oriental tiene una masa de reservas en dólares potencialmente vulnerable a los vaivenes de la economía estadounidense. La conexión empieza –imaginan los pesimistas- a mostrar rasgos de una codependencia poco sana pues, por otra parte, Washington ha colocado tanta deuda en Beijing que se expone al juego de intereses chino. <br />
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Richard Herring (escuela de negocios Wharton) teme que “ambos componentes de esta incómoda alianza sufran perjuicios si cualquiera de ellos hiciera algo en desmedro del dólar y su precio. Por cierto, en este punto, los chinos sospechan –y lo han dicho- que las políticas monetaria y fiscal puedan salirse de control, debido a los errores del gobierno de George W.Bush, y afectar la divisa referencial. Ni el yüan ni el yen están en condiciones de substituir al dólar como divisa”. <br />
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Las reservas internacionales libres de China aumentaron de US$ 216.000 millones en 2001 –al principio del proceso- a 1,95 billones (803%) en 2006, auque algunos las calculan en US$ 2,3 billones (840%). Como proporción del producto bruto interno, durante el mismo período pasaron de 15,3 a 45%. En marzo, Beijing acumulaba alrededor de US$ 1,36 billones en deuda federal norteamericana.<br />
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En occidente, algunos sectores de opinión temen que semejante monto cause turbulencias si China alguna vez decide liquidar posiciones. “Este cuadro revela la vulnerabilidad estadounidense –afirma otro analista de Wharton, Franklin Allen- porque, si ellos tiran de la cuerda, pueden desatarse corridas internacionales contra el dólar”. Resulta irónico, por cierto, que la divisa preferida para reserva y transacciones se ubique entre las más débiles del momento, merced a Beijing y Tokio. <br />
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La eventualidad de esos desbordes es, precisamente, el motivo por el cual los chinos no saldrán a revender deuda norteamericana, directa o titulizada. El país depende de EE.UU. como comprador de bienes y, por ende, no tiene interés, se supone, en un colapso del dólar. Así piensan los realistas, a cuyo juicio, si China se deshace de deuda en forma significativa –por ejemplo letras del tesoro-, el valor del resto de activos en la misma divisa se vendrá abajo y empobrecerá su “alcancía”. Por eso no creen que se repita la baja de compras de bonos operada en enero-febrero, pues “sus consecuencias serán desagradables para ambas partes”, subraya Todd Lee (IHS Global Insight). <br />
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Hasta el presente, a Washington le viene muy bien colocar papeles –no son otra cosa-, porque necesita financiar una deuda que ocho años de mala política fiscal llevaron a US$ 11 billones. La demanda oriental ha mantenido el precio de esos bonos irrealmente alto y las tasas demasiado exiguas. Los expertos, empero, no están de acuerdo en dos puntos: ¿por qué Beijing acumuló tantas reserva en dólares?, ¿Hay riesgo de que alguna vez las revenda? <p>China tiene el grueso de sus activos norteamericanos en letras o bonos a largo plazo y colocaciones directas. Como papeles de Fannie Mae y Freddie Mas, dos hipotecarias paraestatales en bancarrota. Haciendo como si el rey no estuviese desnudo, en septiembre Beijing sobrepasó a Tokio como máximo tenedor de bonos federales: US$ 744.000 millones, un cuarto de sus reservas totales.<br /><br /> Algunos expertos afirman que China atesora tantos activos en dólares con el objeto de manipular el valor de su propia moneda y abaratar exportaciones. Esta interpretación es popular en el congreso. Otros señalan que, simplemente, Beijing necesita un lugar seguro para colocar sus ahorros. “Hasta no hace mucho –apunta Allen-, las letras del tesoro federal parecía la mejor opción para inversores soberanos y privados”.<br /><br /> Si bien aquel estado probó en algunas ocasiones colocaciones más riesgosas, luego volvió a los bonos norteamericanos, tras perder plata. Así le ocurrió en 2008 a China Investment Corporation, el fondo soberano creado en 2007. Justamente, para manejar reservas excedentes. La entidad puso dinero en Blackstone (una extrabursátil poco diáfana) y la banca Morgan Stanley, en vísperas de la crisis financiera occidental.<br /><br /> Acto seguido, Beijing compró US$ 110.000 millones en letras (octubre-noviembre de 2008). Más tarde, las adquisiciones mermaron a US$ 34.000 millones en enero-febrero. Con un variantes: los chinos ya no tomaron papeles de Fannie Mae y Fredie Mac. Estaban escaldados. No obstante, en marzo las compras repuntaron a US$ 41.700 millones, aunque esencialmente en letras de tesorería. <br /><br /> Mientras tanto, el superávit comercial chino se proyecta en US$ 325.000 millones para este año, estiman fuentes privadas. Esto confirma que Beijing necesita un yüan débil para sostener un desarrollo económico apoyado en las exportaciones. No, como prescribía la “revolución conservadora” en EE.UU., en el sector financiero. <br /><br /> Las exportaciones netas (o sea restando importaciones) de bienes y servicios contribuyeron un tercio al crecimiento del PBI en 2007 y 2008. A mediados del año anterior, el comercio exterior ocupaba más de ochenta millones de chinos. No solo en las provincias del litoral marítimo. Pero, según indica Allen, “las reserva externas también suben a raíz del efectivo que proviene de inversiones en firmas extranjeras. <br /><br /> Como recalca Herring, “esa estrategia deliberada de crecer vía la venta de manufacturas baratas lleva a un yüan barato que algunos tachan de artificial. Pero similares políticas fueron aplicadas por Japón en la inmediata posguerra, en el contexto del plan de George Marshall. Años después, Surcorea y Taiwán siguieron el ejemplo. Desde 1978, China lo pone en práctica y ni siquiera precisa disfrazarse de democracia para hacerlo funcionar.</p> <p> </p>