China: ¿un fondo de US$ 200.000 millones para créditos blandos?

Beijing ya lo confirmó: tomará US$ 200.000 millones de sus reservas (1,07 billones en enero) y armará un fondo para financiar todo tipos de actividades en el exterior. Eso pone en segundo plano al Banco Mundial, entre otros.

25 marzo, 2007

En Kampuchea, Shanghai Construction Group tiende puentes sobre el río Mekong y afluentes. Eso aportará a una ruta de casi 2.000 kilómetros entre China meridional, y el golfo de Siam. Ésta es una de las señales de penetración en Indochina y otros puntos vía asistencia integral a países menos prósperos. La receta es simple: obras dificultosas en zonas remotas, que hacen prosperar a sus beneficiarios y la propia China.

Acolchada en reservas de divisas, Beijing presta grandes sumas destinadas a vastos proyectos en un área otrora coto del Banco mundial, el Banco asiático de desarrollo (BAD), Japón y Estados Unidos. Pero, para países como Kampuchea, Laos, Birmania o Filipinas, el crédito chino es más atractivos que los demás, atados al esquema occidental.

Los chinos generalmente no plantean condicionamientos ambientales, exigen mudar comunidades u objetan la corrupción (punto relevante en África). Justamente, mientras Paul Wolfowitz, presidente del BM, se endurece al respecto como truco para prestar menos. Ni hablar de la “peajes” en forma de costosas consultorías, una forma sutil de corrupción común al BM, el BAD o su colega latinoamericano (el BID).

Liqun Jin, vicepresidente del BAD y ex viceministro de hacienda, señalaba en Singapur que Beijing ha estudiado cuidadosamente cómo aprovechar su creciente riqueza financiera. “Atraemos capitales externos y, como contrapartida, aspiramos a promover desarrollo en los estados de la región solventándoles proyectos infraestructurales”

.

Los efectos de esa política pueden ser gigantescos. Thomas Grouch, director en el BAD, advierte que “llega un nuevo, enorme operador. Beijing tiene potencial para modificar el escenario del crédito internacional en el este y el sudeste de Asia”. En años recientes, por de pronto, China ya asistía a países africanos que la proveen de petróleo y gas natural. Inclusive a gobiernos tan represivos o inestables como los de Sudán, Angola y Nigeria.

La generosidad china hacia Kampuchea llamó la atención en Washington. En un gesto típico de George W.Bush, la marina hará una “visita de buena voluntad” a ese país. Será la primera desde que los Jmer rojos coparon el poder en 1975, mientras EE.UU. abandonaba Saigón, su último enclave en la vecina Vietnam. También en Filipinas los chinos causaron una fuerte impresión, ofreciendo un paquete crediticio de US$ 2.000 millones anuales durante 2007-9, aportado por su propio Banco de exportación e importación. La suma puso en el ridículo los magros US$ 200 millones prometidos por el BM y el BAD, así como los mil millones que Manila negocia con Japón.

“El mayor efecto de Beijing en estos países es comercial, antes que financiero”, explica Homí Jará, analista principal del BM para Asia oriental y el Pacífico. Pero las operaciones con Kampuchea lo desmienten rotundamente.
Por el contrario, esa asistencia privilegia la infraestructura y, sólo después, la integración comercial con países de la región. Aparte, quienes administran la ayuda occidental o japonesa tienen una queja: la falta de transparencia y el grado de secreto (dos defectos de cualquier régimen con veleidades comunistas). Verbigracia, los chinos no asisten a las asambleas donde el BM coordina la asistencia a economías pobres. En tono más conspirativo, gente de Wolfowitz duda de que Beijing invierta todo lo que anuncia. Pero ahora aparece ese fondo de US$ 200.000 millones…

Sea como fuere, aquellos US$ 2.000 millones anuales para Filipinas dejaron helados a altos funcionarios occidentales. El volumen era traumático, en buena medida porque Filipinas es sede del BAD, entidad dominada por Japón y EE.UU. Por supuesto, China es accionista.

Rómulo Neri, secretario general de la agencia filipina para economía y desarrollo, comparó la oferta china con otras. Resaltó, significativamente, la presencia de costosas consultorías privadas, inevitables en cualquier crédito del BM o el BAD. Algún argentino pudo haberlo ilustrado al respecto: desde los años 60, el BID, el BM y la Cepal financiaron proyectos donde sólo ganaba un puñado de consultores con excelentes contactos, especialmente en lapsos de regímenes militares.

En casos como el de Kampuchea, los proyectos financiados y ejecutados por los chinos tienden a asegurarles el acceso a recursos naturales. A tal punto que Phnom Penh ha concedido recientemente –en secreto- derechos de exploración y explotación sobre una de cinco áreas petroleras mar adentro en el golfo de Siam. En conjunto, esos yacimientos podrían significar ingresos anuales por US$ 700 a 1.000 millones. Chevron opera en una zona contigua. Washington ignora, pero le gustaría saber, si Beijing planea ofrecer a Kampuchea fondos para desarrollar un puerto de aguas profundas en Sihanoukville. Eso le daría a China un punto clave para importar crudos desde Levante y transportarlos aguas arriba por el Mekong. Similar destino, pero en dirección inversa, aguarda al Irrawaddi, Birmania. Al otro lado de Tailandia, es país tan cerrado como rico en recursos, donde sólo India puede competir con China en materia de asistencia.

Por de pronto, Beijing ha construido represas y caminos que acercan el área –parte del célebre “triángulo del opio”, que se desborda sobre Laos y Tailandia- al flanco sur de China misma. Se sabe que Beijing está trabajando ya en un puerto de aguas profundas sobre el golfo de Bengala.

En Kampuchea, Shanghai Construction Group tiende puentes sobre el río Mekong y afluentes. Eso aportará a una ruta de casi 2.000 kilómetros entre China meridional, y el golfo de Siam. Ésta es una de las señales de penetración en Indochina y otros puntos vía asistencia integral a países menos prósperos. La receta es simple: obras dificultosas en zonas remotas, que hacen prosperar a sus beneficiarios y la propia China.

Acolchada en reservas de divisas, Beijing presta grandes sumas destinadas a vastos proyectos en un área otrora coto del Banco mundial, el Banco asiático de desarrollo (BAD), Japón y Estados Unidos. Pero, para países como Kampuchea, Laos, Birmania o Filipinas, el crédito chino es más atractivos que los demás, atados al esquema occidental.

Los chinos generalmente no plantean condicionamientos ambientales, exigen mudar comunidades u objetan la corrupción (punto relevante en África). Justamente, mientras Paul Wolfowitz, presidente del BM, se endurece al respecto como truco para prestar menos. Ni hablar de la “peajes” en forma de costosas consultorías, una forma sutil de corrupción común al BM, el BAD o su colega latinoamericano (el BID).

Liqun Jin, vicepresidente del BAD y ex viceministro de hacienda, señalaba en Singapur que Beijing ha estudiado cuidadosamente cómo aprovechar su creciente riqueza financiera. “Atraemos capitales externos y, como contrapartida, aspiramos a promover desarrollo en los estados de la región solventándoles proyectos infraestructurales”

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Los efectos de esa política pueden ser gigantescos. Thomas Grouch, director en el BAD, advierte que “llega un nuevo, enorme operador. Beijing tiene potencial para modificar el escenario del crédito internacional en el este y el sudeste de Asia”. En años recientes, por de pronto, China ya asistía a países africanos que la proveen de petróleo y gas natural. Inclusive a gobiernos tan represivos o inestables como los de Sudán, Angola y Nigeria.

La generosidad china hacia Kampuchea llamó la atención en Washington. En un gesto típico de George W.Bush, la marina hará una “visita de buena voluntad” a ese país. Será la primera desde que los Jmer rojos coparon el poder en 1975, mientras EE.UU. abandonaba Saigón, su último enclave en la vecina Vietnam. También en Filipinas los chinos causaron una fuerte impresión, ofreciendo un paquete crediticio de US$ 2.000 millones anuales durante 2007-9, aportado por su propio Banco de exportación e importación. La suma puso en el ridículo los magros US$ 200 millones prometidos por el BM y el BAD, así como los mil millones que Manila negocia con Japón.

“El mayor efecto de Beijing en estos países es comercial, antes que financiero”, explica Homí Jará, analista principal del BM para Asia oriental y el Pacífico. Pero las operaciones con Kampuchea lo desmienten rotundamente.
Por el contrario, esa asistencia privilegia la infraestructura y, sólo después, la integración comercial con países de la región. Aparte, quienes administran la ayuda occidental o japonesa tienen una queja: la falta de transparencia y el grado de secreto (dos defectos de cualquier régimen con veleidades comunistas). Verbigracia, los chinos no asisten a las asambleas donde el BM coordina la asistencia a economías pobres. En tono más conspirativo, gente de Wolfowitz duda de que Beijing invierta todo lo que anuncia. Pero ahora aparece ese fondo de US$ 200.000 millones…

Sea como fuere, aquellos US$ 2.000 millones anuales para Filipinas dejaron helados a altos funcionarios occidentales. El volumen era traumático, en buena medida porque Filipinas es sede del BAD, entidad dominada por Japón y EE.UU. Por supuesto, China es accionista.

Rómulo Neri, secretario general de la agencia filipina para economía y desarrollo, comparó la oferta china con otras. Resaltó, significativamente, la presencia de costosas consultorías privadas, inevitables en cualquier crédito del BM o el BAD. Algún argentino pudo haberlo ilustrado al respecto: desde los años 60, el BID, el BM y la Cepal financiaron proyectos donde sólo ganaba un puñado de consultores con excelentes contactos, especialmente en lapsos de regímenes militares.

En casos como el de Kampuchea, los proyectos financiados y ejecutados por los chinos tienden a asegurarles el acceso a recursos naturales. A tal punto que Phnom Penh ha concedido recientemente –en secreto- derechos de exploración y explotación sobre una de cinco áreas petroleras mar adentro en el golfo de Siam. En conjunto, esos yacimientos podrían significar ingresos anuales por US$ 700 a 1.000 millones. Chevron opera en una zona contigua. Washington ignora, pero le gustaría saber, si Beijing planea ofrecer a Kampuchea fondos para desarrollar un puerto de aguas profundas en Sihanoukville. Eso le daría a China un punto clave para importar crudos desde Levante y transportarlos aguas arriba por el Mekong. Similar destino, pero en dirección inversa, aguarda al Irrawaddi, Birmania. Al otro lado de Tailandia, es país tan cerrado como rico en recursos, donde sólo India puede competir con China en materia de asistencia.

Por de pronto, Beijing ha construido represas y caminos que acercan el área –parte del célebre “triángulo del opio”, que se desborda sobre Laos y Tailandia- al flanco sur de China misma. Se sabe que Beijing está trabajando ya en un puerto de aguas profundas sobre el golfo de Bengala.

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