China: un ensayo nuclear pone los puntos sobre las íes

La destrucción de un satélite propio indica que China busca disputarle a Estados Unidos el unicato espacial. Esto sucede, no casualmente, meses después de que George W.Bush lo declarase territorio propio y con los republicanos en retirada.

28 enero, 2007

Como ocurría con la Unión Soviética (y puede repetirse con Rusia), China considera ese ensayo –que todavía no confirma ni desmiente- vital para su seguridad nacional. El resto de Asia oriental, con Taiwán al frente, lo ve como la iniciativa militar más significativa desde las pruebas con proyectiles balísticos cerca de la isla disidente, hace más de diez años.

.

A diferencia de esos ejercicios, el mensaje ahora se dirige directamente a Estados Unidos, que aún no logra sofrenar las ilusiones atómicas ni los ensayos de Norcorea. Tras el eclipse de la URSS, en efecto, EE.UU. es la única “superpotencia” espacial. No es que Rusia se haya borrado. Simplemente, prefiere otra forma de imperialismo, cifrada en los hidrocarburos.

Algunos analistas estiman que el caso chino es más complejo. Su creciente prosperidad y la penetración en economías del ex tercer mundo ricas en materias primas (por ejemplo, las africanas), venían opacando una burocracia castrense embarcada en su propio “ascenso pacífico”. Por lo menos, hasta
las espectaculares maniobras conjuntas con Rusia en el mar Amarillo (2006), silenciadas por buena parte de la prensa occidental.

Esta vez, Japón, Surcorea y Australia son algunos de los países que le piden a Beijing explicar los alcances de las pruebas balísticas. De haber sido reales, estos ensayos convierten a China en tercera (tras EE.UU. y Rusia) en abatir objetivos en el espacio. Su obstinado silencio subraya hasta qué punto los militares, en veloz modernización, continúan encerrados en el secreto. Sólo responden el presidente Hu Jintao, que los encabeza así como al partido Comunista.

Haber desarrollado un arma capaz de inutilizar o destruir satélites se considera un factor en la doctrina no oficial de “guerra asimétrica”. Los estrategas chinos buscar emplear tecnologías relativamente baratas, pero muy destructivas, para bloquear fuerzas mejor equipadas e instruidas (las norteamericanas, por ejemplo). Eso podría ocurrir en Taiwàn. Pero en realidad el escenario más propicio sería Levante. Discretamente, Beijing le proporcionaría a Tehrán proyectiles si EE.UU. le entabla guerra.

Sin llegar a esa hipótesis, se sabe que el Pentágono usa satélites para comunicaciones, rastreo y guía de proyectiles desde el espacio. Cualquier daño a ese sistema inmovilizaría fuerzas en la superficie, actuando como una “guerra de las galaxias al revés”. Muchos expertos occidentales estaban al tanto de los avances chinos, pero ninguno esperaba un ensayo como el reciente (que dan por cierto).

El gasto militar chino ha ido aumentando, durante los tres lustros hasta 2006, a más de 10% de ritmo anual. El país posee ya complejos submarinos, aviones y proyectiles antinaves. El Pentágono sostiene que todo ese arsenal puede empleaser ofensivamente. Pero China niega que abrigue fines bélicos en lo tocante al espacio y hasta formó una coalición de vecinos para promover tecnología pacíficas.

Aprovechando las declaraciones de Bush sobre dominio norteamericano del espacio –y su posterior derrota electoral-, Beijing acaba de criticar a Washington por ese ambicioso esquema de defensa espacial, que el nuevo congreso tal vez torpedee. Posiblemente, los chinos quieran presionar al presidente saliente para negociar un tratado que vede armas espaciales. De lo contrario, parlamentarán con los demócratas.

Como ocurría con la Unión Soviética (y puede repetirse con Rusia), China considera ese ensayo –que todavía no confirma ni desmiente- vital para su seguridad nacional. El resto de Asia oriental, con Taiwán al frente, lo ve como la iniciativa militar más significativa desde las pruebas con proyectiles balísticos cerca de la isla disidente, hace más de diez años.

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A diferencia de esos ejercicios, el mensaje ahora se dirige directamente a Estados Unidos, que aún no logra sofrenar las ilusiones atómicas ni los ensayos de Norcorea. Tras el eclipse de la URSS, en efecto, EE.UU. es la única “superpotencia” espacial. No es que Rusia se haya borrado. Simplemente, prefiere otra forma de imperialismo, cifrada en los hidrocarburos.

Algunos analistas estiman que el caso chino es más complejo. Su creciente prosperidad y la penetración en economías del ex tercer mundo ricas en materias primas (por ejemplo, las africanas), venían opacando una burocracia castrense embarcada en su propio “ascenso pacífico”. Por lo menos, hasta
las espectaculares maniobras conjuntas con Rusia en el mar Amarillo (2006), silenciadas por buena parte de la prensa occidental.

Esta vez, Japón, Surcorea y Australia son algunos de los países que le piden a Beijing explicar los alcances de las pruebas balísticas. De haber sido reales, estos ensayos convierten a China en tercera (tras EE.UU. y Rusia) en abatir objetivos en el espacio. Su obstinado silencio subraya hasta qué punto los militares, en veloz modernización, continúan encerrados en el secreto. Sólo responden el presidente Hu Jintao, que los encabeza así como al partido Comunista.

Haber desarrollado un arma capaz de inutilizar o destruir satélites se considera un factor en la doctrina no oficial de “guerra asimétrica”. Los estrategas chinos buscar emplear tecnologías relativamente baratas, pero muy destructivas, para bloquear fuerzas mejor equipadas e instruidas (las norteamericanas, por ejemplo). Eso podría ocurrir en Taiwàn. Pero en realidad el escenario más propicio sería Levante. Discretamente, Beijing le proporcionaría a Tehrán proyectiles si EE.UU. le entabla guerra.

Sin llegar a esa hipótesis, se sabe que el Pentágono usa satélites para comunicaciones, rastreo y guía de proyectiles desde el espacio. Cualquier daño a ese sistema inmovilizaría fuerzas en la superficie, actuando como una “guerra de las galaxias al revés”. Muchos expertos occidentales estaban al tanto de los avances chinos, pero ninguno esperaba un ensayo como el reciente (que dan por cierto).

El gasto militar chino ha ido aumentando, durante los tres lustros hasta 2006, a más de 10% de ritmo anual. El país posee ya complejos submarinos, aviones y proyectiles antinaves. El Pentágono sostiene que todo ese arsenal puede empleaser ofensivamente. Pero China niega que abrigue fines bélicos en lo tocante al espacio y hasta formó una coalición de vecinos para promover tecnología pacíficas.

Aprovechando las declaraciones de Bush sobre dominio norteamericano del espacio –y su posterior derrota electoral-, Beijing acaba de criticar a Washington por ese ambicioso esquema de defensa espacial, que el nuevo congreso tal vez torpedee. Posiblemente, los chinos quieran presionar al presidente saliente para negociar un tratado que vede armas espaciales. De lo contrario, parlamentarán con los demócratas.

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