Wall Street y la Reserva Federal no coinciden sobre 2007

Operadores e inversores esperan- que la tasa básica empiece a bajar el próximo trimestre, pues hay signos de desaceleración económica. Por el contrario, Benjamin Bernanke vive centrado en las tendencias inflacionarias.

2 octubre, 2006

En cuanto a certezas, Wall Street cree que el banco central dejará en 5,25% anual el tipo de referencia por lo menos hasta enero. Los especuladores a término comparten la idea. Pero ¿y después? La reticencia del nuevo jefe de la Reserva Federal es un problema, por lo cual varios analistas suponen que las tasas cederán, aunque recién en el segundo semestre de 2007.

Recientes mensajes originados en miembros del directorio dan a entender que no coinciden con el pesimismo bursátil sobre crecimiento del producto bruto interno ni su optimismo sobre inflación para todo el año próximo. En esencia, el emisor apuesta a expansión moderada y algo inflacionaria.

Estas divergencias obedecen a varios motivos. Uno es que los operadores no perciben hasta qué punto la Reserva Federal no ve bien la inflación corriente. Ocurre que el banco central y el departamento federal de Trabajo toman demasiado en serio una ficción estadística: el índice “pelado” de precios minoristas, que excluye alimentos, energía e hidrocarburos.

Esta curiosa medida de “inflación subyacente” subió 2,8% anual en agosto, máximo en casi cinco años. Así sostiene Trabajo, si bien la RF estima +2,4% en igual mes. Sea como fuere, ambas cifras superan bastante la gama 1 a 2% que quisiera el banco central, con notable déficit de realismo político. En suma, casi todos los directores de la RF –aferrados a una ortodoxia monetarista anacrónica- creen que la inflación ya es demasiado alta.

Uno de ellos, Jeffrey Lacker (Richmond), quiere un grado de astringencia crediticia tal que contraiga la inflación subyacente a menos de 2% anual. Otros se conforman con que ese guarismo se alcance en 2007 o 2008. Pero una “moderada” como Janet Yellen (San Francisco) sugirió hace poco que las tasas debieran volver a elevarse si la inflación no afloja al rimo adecuado.

En segundo lugar, la RF parece suponer que el crecimiento económico potencial -asequible sin inducir alzas de precios ni salarios- tiene un techo inferior al que imagina Wall Street. Michael Moskow (Chicago) afirma que, durante esta década, Estados Unidos no debiera generar más de 100.000 empleos mensuales netos. Bastante menos que en los años 90 (180.000) o que los estimados por el mercado (150.000 en la actualidad). Por ende, si la expansión del PBI queda entre 2 y 3% anual este trimestre y los siguientes, la RF no tratará de presionar para acotar la inflación. Máxime porque, en el trimestre abril-junio, el ritmo cedió a 2,6% anual.

En otro plano aparecen la burbuja inmobiliaria –iniciada en 2001- y su suerte. El banco central cree que ese mercado viene agrietándose rápidamente, más allá de rebotes muy parciales, pero suponen que los daños colaterales serán bajos. El sector privado, por el contrario, es muy pesimista ante el enfriamiento en bienes raíces y sus efectos en el resto de la economía.

En cuanto a certezas, Wall Street cree que el banco central dejará en 5,25% anual el tipo de referencia por lo menos hasta enero. Los especuladores a término comparten la idea. Pero ¿y después? La reticencia del nuevo jefe de la Reserva Federal es un problema, por lo cual varios analistas suponen que las tasas cederán, aunque recién en el segundo semestre de 2007.

Recientes mensajes originados en miembros del directorio dan a entender que no coinciden con el pesimismo bursátil sobre crecimiento del producto bruto interno ni su optimismo sobre inflación para todo el año próximo. En esencia, el emisor apuesta a expansión moderada y algo inflacionaria.

Estas divergencias obedecen a varios motivos. Uno es que los operadores no perciben hasta qué punto la Reserva Federal no ve bien la inflación corriente. Ocurre que el banco central y el departamento federal de Trabajo toman demasiado en serio una ficción estadística: el índice “pelado” de precios minoristas, que excluye alimentos, energía e hidrocarburos.

Esta curiosa medida de “inflación subyacente” subió 2,8% anual en agosto, máximo en casi cinco años. Así sostiene Trabajo, si bien la RF estima +2,4% en igual mes. Sea como fuere, ambas cifras superan bastante la gama 1 a 2% que quisiera el banco central, con notable déficit de realismo político. En suma, casi todos los directores de la RF –aferrados a una ortodoxia monetarista anacrónica- creen que la inflación ya es demasiado alta.

Uno de ellos, Jeffrey Lacker (Richmond), quiere un grado de astringencia crediticia tal que contraiga la inflación subyacente a menos de 2% anual. Otros se conforman con que ese guarismo se alcance en 2007 o 2008. Pero una “moderada” como Janet Yellen (San Francisco) sugirió hace poco que las tasas debieran volver a elevarse si la inflación no afloja al rimo adecuado.

En segundo lugar, la RF parece suponer que el crecimiento económico potencial -asequible sin inducir alzas de precios ni salarios- tiene un techo inferior al que imagina Wall Street. Michael Moskow (Chicago) afirma que, durante esta década, Estados Unidos no debiera generar más de 100.000 empleos mensuales netos. Bastante menos que en los años 90 (180.000) o que los estimados por el mercado (150.000 en la actualidad). Por ende, si la expansión del PBI queda entre 2 y 3% anual este trimestre y los siguientes, la RF no tratará de presionar para acotar la inflación. Máxime porque, en el trimestre abril-junio, el ritmo cedió a 2,6% anual.

En otro plano aparecen la burbuja inmobiliaria –iniciada en 2001- y su suerte. El banco central cree que ese mercado viene agrietándose rápidamente, más allá de rebotes muy parciales, pero suponen que los daños colaterales serán bajos. El sector privado, por el contrario, es muy pesimista ante el enfriamiento en bienes raíces y sus efectos en el resto de la economía.

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