Casi a espaldas de Alan Greenspan, presidente del Sistema de Reserva Federal, algunos directores y técnicos buscan “una forma elegante” de retocar a mayor ritmo los tipos referenciales. Todavía en mínimos desde 1959 (hace 45 años), cualquier cambio podría perturbar los mercados más de lo prudente.
Existen tres caminos: (a) seguir elevando tasas, pero paulatinamente; (b) esperar a febrero, pero luego hacerlo con menos lentitud, y (c) ajustar niveles adelántadose a la inflación, hoy también muy baja.
Pero el perfil de la economía real y las cuentas fiscales trabarían cualquiera de esas opciones. Por lo menos, hasta los comicios parlamentarios de 2006. En verdad, los gastos militares continúan inflando el rojo fiscal, la deuda de los consumidores bate récords (US$ 7,8 billones a mediados de 2004) y el déficit comercial continúa firme. Lo malo es que Greenspan, el gurú más poderoso del mundo, no parezca preocupado por esos números.
En recientes discursos y comentarios, el jefe del SRF continúa desarrollando una teoría –lanzada en marzo- que se aparta de las convencionales, desdice sus propias ideas de hace pocos años y arriesga hacerle perder el respeto de banqueros, economistas y expertos. Hasta mediados de los 90, a la sazón, Greenspan era ortodoxo y le exigía al presidente William Clinton reducir el déficit aumentando tasas e impuestos.
Ahora, con el rojo fiscal próximo a US$ 500.000 millones, predica exactamente lo contrario. Esto es, mantener las rebajas tributarias (US$ 2,5 billones en tres paquetes, 2001-10, 2003-12, 2004-13) y no preocuparse por los déficit combinados. Aunque representen 33% del PBI, es decir US$ 3,6 billones.
Entretanto, este mes la oficina presupuestaria del Congreso admitirá que el rojo deriva hoy mayormente de esas rebajas impositivas y de nuevos gastos, no ya de la recidiva dejada por la “minirrecesión” de 2000/1 (cuyo repunte consiguiente demora en cristalizar). Pero Greenspan afirma que los aumentos en riqueza personal y el refinamiento de los mercados financieros permiten a la gente –y al país- un grado de endeudamiento muy superior al tolerable hace veinte años.
Esa postura es afín a la prevalente alrededeor de George W.Bush. Políticamente, su objeto es neutralizar críticas republicanas a la administración Bush y su alarmante gestión financiera.
Ajustada por inflación, en efecto, la deuda de cada familia norteamericana –incluyendo hipotecas- subió de US$ 54.000 a 80.000 (48,1%) en doce años. Ejecuciones hipotecarias, incumplimientos en tarjetas y quiebras personales se hallan en niveles sin precedentes. Pero Greenspan sostiene que “las cuentas hogareñas están mejor que nunca, pues el valor de viviendas y colocaciones bursátiles ha crecido más que las deudas”.
El jefe de la RF es algo menos optimista sobre EE.UU. como aspirador de ahorro externo, pues el endeudamiento nacional esta subiendo US$ 700.000 millones por año y eso debilita al dólar. Greenspan, empero, apoya las rebajas tributarias a grandes empresas, dividendos bursátiles y sectores de altos ingresos. Todavía en 2002, las veía con malos ojos.
Cada vez más expertos están inquietos ante una conducta tan desaprensiva. Si bien muchos coinciden en que las deudas personales aún no son problema, consideran al país demasiado dependiente de tasas tan exiguas que –al decir de Allen Sinai- “cuando repunten, en serio, causarán estragos en EE.UU. y el resto del mundo”.
El SRF señala que la riqueza de las familias se ha recobrado, respecto de la “minirrecesión” y marcará récords a fines de 2004. Pero el motivo reside en un alza de precios inmobiliarios y cotizaciones bursátiles (éstas son ahor inestables). A su vez, inflados por los intereses más bajos en varias décadas.
“Greenspan se apoya en una falacia: el valor de activos y propiedades subió porque también lo hizo el endeudamiento. Una serie de indicadores, que el gobierno no cita, sugiere que las tensiones financieras crecen desde 2002”. Así creen los consultores James W.Paulsen (Wells Capital Management) y Mark Zandi (Economy.com).
En verdad, la deuda hipotecaria había subido más de un tercio en 2000-3, o sea de US$ 4,9 a 6,8 billones (63% del PBI estimado para el último año). En igual lapso, las obligaciones originadas en el crédito al consumo –excluyendo el rubro anterior- aumentaron US$ 300.000 millones, es decir 15%.
¿Cómo veían Greenspan esos números, meses atrás? El 23 de febrero, tras reconocer que el endeudamiento personal no podrá mantener ese ritmo por siempre, proclamó: “El creciente refinanciamiento no empeoró, sino que mejoró la aptitud crediticia de los propietarios. Las quiebras personales subieron abruptamente, sí, pero no afectan su salud económica”. Si hablasen así, Anne Krueger mandaría tropas a Brasil, Argentina o Turquía, cuya deuda conjunta es apenas un duodécimo del pasivo hipotecario en EE.UU.
Entonces ¿cuál es la nueva teoría de Greenspan? Simple: la banca ha logrado expandir el crédito desarrollando complejos instrumentos; por ejemplo, los pases crediticios y la cubertura lateral de riesgos. Ya en 2001, el CEO de la Reserva elogiaba las nuevas técnicas para medir riesgos, pues permitían prestar a gente con malos antecedentes bancarios.
Greenspan también sostiene que los instrumentos financieros más volátiles y complejos en plaza –los derivativos, duramente criticados por megafinancistas como Warren Buffett o George Sörös- han ayudado a licuar pérdidas originadas en la burbuja bursátil de 1998/2001. Sobre todo en telecomunicaciones y sectores de vanguardia tecnológica, que –tras obtener un billón en ese lapso- hicieron polvo miles de millones al colapsar las puntocom y las ventas de las telcos.
Hay un punto de la nueva teoría que alarma particularmente a los economistas serios. El jefe del SRF cree que “esas herramientas financieras, tan eficaces como flexibles, podrían emplearse para manejar los enormes déficit de cuenta corriente”. En síntesis, el banquero propone seguir, en escala federal, ejemplos como Baring Securities, Fannie Mae o Long-Term Capital Management.
Casi a espaldas de Alan Greenspan, presidente del Sistema de Reserva Federal, algunos directores y técnicos buscan “una forma elegante” de retocar a mayor ritmo los tipos referenciales. Todavía en mínimos desde 1959 (hace 45 años), cualquier cambio podría perturbar los mercados más de lo prudente.
Existen tres caminos: (a) seguir elevando tasas, pero paulatinamente; (b) esperar a febrero, pero luego hacerlo con menos lentitud, y (c) ajustar niveles adelántadose a la inflación, hoy también muy baja.
Pero el perfil de la economía real y las cuentas fiscales trabarían cualquiera de esas opciones. Por lo menos, hasta los comicios parlamentarios de 2006. En verdad, los gastos militares continúan inflando el rojo fiscal, la deuda de los consumidores bate récords (US$ 7,8 billones a mediados de 2004) y el déficit comercial continúa firme. Lo malo es que Greenspan, el gurú más poderoso del mundo, no parezca preocupado por esos números.
En recientes discursos y comentarios, el jefe del SRF continúa desarrollando una teoría –lanzada en marzo- que se aparta de las convencionales, desdice sus propias ideas de hace pocos años y arriesga hacerle perder el respeto de banqueros, economistas y expertos. Hasta mediados de los 90, a la sazón, Greenspan era ortodoxo y le exigía al presidente William Clinton reducir el déficit aumentando tasas e impuestos.
Ahora, con el rojo fiscal próximo a US$ 500.000 millones, predica exactamente lo contrario. Esto es, mantener las rebajas tributarias (US$ 2,5 billones en tres paquetes, 2001-10, 2003-12, 2004-13) y no preocuparse por los déficit combinados. Aunque representen 33% del PBI, es decir US$ 3,6 billones.
Entretanto, este mes la oficina presupuestaria del Congreso admitirá que el rojo deriva hoy mayormente de esas rebajas impositivas y de nuevos gastos, no ya de la recidiva dejada por la “minirrecesión” de 2000/1 (cuyo repunte consiguiente demora en cristalizar). Pero Greenspan afirma que los aumentos en riqueza personal y el refinamiento de los mercados financieros permiten a la gente –y al país- un grado de endeudamiento muy superior al tolerable hace veinte años.
Esa postura es afín a la prevalente alrededeor de George W.Bush. Políticamente, su objeto es neutralizar críticas republicanas a la administración Bush y su alarmante gestión financiera.
Ajustada por inflación, en efecto, la deuda de cada familia norteamericana –incluyendo hipotecas- subió de US$ 54.000 a 80.000 (48,1%) en doce años. Ejecuciones hipotecarias, incumplimientos en tarjetas y quiebras personales se hallan en niveles sin precedentes. Pero Greenspan sostiene que “las cuentas hogareñas están mejor que nunca, pues el valor de viviendas y colocaciones bursátiles ha crecido más que las deudas”.
El jefe de la RF es algo menos optimista sobre EE.UU. como aspirador de ahorro externo, pues el endeudamiento nacional esta subiendo US$ 700.000 millones por año y eso debilita al dólar. Greenspan, empero, apoya las rebajas tributarias a grandes empresas, dividendos bursátiles y sectores de altos ingresos. Todavía en 2002, las veía con malos ojos.
Cada vez más expertos están inquietos ante una conducta tan desaprensiva. Si bien muchos coinciden en que las deudas personales aún no son problema, consideran al país demasiado dependiente de tasas tan exiguas que –al decir de Allen Sinai- “cuando repunten, en serio, causarán estragos en EE.UU. y el resto del mundo”.
El SRF señala que la riqueza de las familias se ha recobrado, respecto de la “minirrecesión” y marcará récords a fines de 2004. Pero el motivo reside en un alza de precios inmobiliarios y cotizaciones bursátiles (éstas son ahor inestables). A su vez, inflados por los intereses más bajos en varias décadas.
“Greenspan se apoya en una falacia: el valor de activos y propiedades subió porque también lo hizo el endeudamiento. Una serie de indicadores, que el gobierno no cita, sugiere que las tensiones financieras crecen desde 2002”. Así creen los consultores James W.Paulsen (Wells Capital Management) y Mark Zandi (Economy.com).
En verdad, la deuda hipotecaria había subido más de un tercio en 2000-3, o sea de US$ 4,9 a 6,8 billones (63% del PBI estimado para el último año). En igual lapso, las obligaciones originadas en el crédito al consumo –excluyendo el rubro anterior- aumentaron US$ 300.000 millones, es decir 15%.
¿Cómo veían Greenspan esos números, meses atrás? El 23 de febrero, tras reconocer que el endeudamiento personal no podrá mantener ese ritmo por siempre, proclamó: “El creciente refinanciamiento no empeoró, sino que mejoró la aptitud crediticia de los propietarios. Las quiebras personales subieron abruptamente, sí, pero no afectan su salud económica”. Si hablasen así, Anne Krueger mandaría tropas a Brasil, Argentina o Turquía, cuya deuda conjunta es apenas un duodécimo del pasivo hipotecario en EE.UU.
Entonces ¿cuál es la nueva teoría de Greenspan? Simple: la banca ha logrado expandir el crédito desarrollando complejos instrumentos; por ejemplo, los pases crediticios y la cubertura lateral de riesgos. Ya en 2001, el CEO de la Reserva elogiaba las nuevas técnicas para medir riesgos, pues permitían prestar a gente con malos antecedentes bancarios.
Greenspan también sostiene que los instrumentos financieros más volátiles y complejos en plaza –los derivativos, duramente criticados por megafinancistas como Warren Buffett o George Sörös- han ayudado a licuar pérdidas originadas en la burbuja bursátil de 1998/2001. Sobre todo en telecomunicaciones y sectores de vanguardia tecnológica, que –tras obtener un billón en ese lapso- hicieron polvo miles de millones al colapsar las puntocom y las ventas de las telcos.
Hay un punto de la nueva teoría que alarma particularmente a los economistas serios. El jefe del SRF cree que “esas herramientas financieras, tan eficaces como flexibles, podrían emplearse para manejar los enormes déficit de cuenta corriente”. En síntesis, el banquero propone seguir, en escala federal, ejemplos como Baring Securities, Fannie Mae o Long-Term Capital Management.