<p>Ian Bremmer, experto en "riesgos geopolíticos", sostiene que el modelo empresario subsistente en las economías centrales corre serio peligro. En efecto, compite con un adversario más viejo, tenaz y mutable: la economía estatal o semiestatal. <br />
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Cuando entra en nuevos mercados, ¿encontrará el sector privado un terreno propicio a los negocios? Quizá no, señala el fundador del Eurasia Group en End of the Free Market. A su juicio, "la crisis financiera occidental acelera desde 2007 un fenómeno ya antes marcado como inquietante: el auge del capitalismo de Estado y mixto".<br />
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Algunos creen ver, detrás de la estatización de YPF, una prueba contundente de un capitalismo estatal que irrumpe como modelo en la Argentina. No parece muy acertada la interpretación. El capitalismo de estado no responde a problemas coyunturales y necesita contar con una importante reserva de divisas para practicarlo sin cortapisas, algo que no es –claramente- el caso del actual gobierno.<br />
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En la actualidad, "una nueva globalización –vía fondos de inversión soberanos y multinacionales– no favorece justamente al sector privado sino a estados como China, Brasil, Rusia o los emiratos del golfo Pérsico" subraya Bremmer. <br />
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La tesis es sencilla. Durante la generación anterior, el colapso del comunismo dejó en claro que un Gobierno no puede simplemente ordenar que haya crecimiento económico duradero. Para alimentar la creciente prosperidad de la que dependerá su supervivencia a largo plazo, los líderes políticos en China, Rusia, las monarquías árabes y otros Estados autoritarios han aceptado que tienen que adoptar un capitalismo basado en el mercado. <br />
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Pero si lo dejan totalmente librado a las fuerzas del mercado para ver quién gana y quién pierde corren el riesgo de enriquecer a aquellos que van a usar su nueva riqueza para desafiar el poder del Estado. Abrazaron entonces el capitalismo de Estado (una posibilidad a la actual versión del capitalismo).<br />
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Dentro de esos países, las élites políticas usan empresas estatales y privadas leales al poder político para dominar sectores económicos enteros, como petróleo, gas natural, aviación, navegación marina, generación de energía, producción de armamento, telecomunicaciones, metales, minerales, petroquímicos y otras industrias. Financian todas estas instituciones con ayuda de gran cantidad de divisa extranjera excedente conocida como fondos de riqueza soberana. <br />
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En el proceso, el Estado usa los mercados para crear riqueza que puede ser dirigida como plazca a los funcionarios políticos. El motivo último no es económico (maximizar el crecimiento) sino político (maximizar el poder del Estado y las posibilidades de supervivencia del liderazgo). <br />
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Y con Europa en convulsión, un Japón políticamente paralizado y alto desempleo con creciente indignación pública en Estados Unidos, la fuerte recuperación económica en el capitalismo de Estado chino luce tremendamente atractiva para posibles imitadores en todo el mundo en desarrollo. <br />
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Bremmer no cree que sea el final del mercado libre, pero sí que las cosas van a empeorar antes de que puedan mejorar. Sí se anima a apostar a un fuerte crecimiento liderado por el Estado en la próxima década. El creciente orgullo nacional va a reforzar el sistema a corto plazo.</p>
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Capitalismo de Estado y la propiedad de YPF
Algunos creen ver, detrás de la estatización de YPF, una prueba contundente de un capitalismo estatal que irrumpe como modelo en la Argentina. No parece muy acertada la interpretación. Ese modelo no responde a problemas coyunturales y necesita contar con una importante reserva de divisas para practicarlo sin cortapisas, algo que no es claramente- el caso del actual gobierno.