Bush: un escándalo entre manos y un loco plan contra Irán

El gabinete se ha dividido en torno de una idea para atacar Tehrán. Eso tras de que un ex operador de Cheney confesase que Bush había permitido filtrar datos de inteligencia. Así señalan minutas tribunalicias difundidas la semana pasada.

10 abril, 2006

Según reveló el semanario “The New Yorker” en la web, este fin de semana, circulan en la Casa Blanca planes para un ataque nuclear sobre Irán. Sus promotores creen que eso alentaría un levantamiento popular contra el gobierno del presidente Majmud Ahmadinedyad. Esta idea sale a luz justamente mientras un equipo de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) allana en Tehrán la inminente visita de su jefe, Mohámmed el.Baradéi.

Citando ex funcionarios de la CIA, un artículo de Seymour Hersh señala que, a criterio de George W.Bush, el mandatario persa “es un Adolf Hitler en potencia”. Sin prestar atención a las abismales diferencias entre ambos personajes, el entorno presidencial “cree que la única forma de resolver el problema es cambiar por la fuerza el gobierno iraní y ello significa una guerra”. Hersh atribuye esta revelación a un asesor del Pentágono y a un ex encargado de aprestos bélicos.

Los promotores del proyecto afirman que “una serie de bombardeos humillará a la dirigencia shi’í y derrocará al régimen”. Pero este esquema generaba amenazas de renuncias por parte de algunos altos funcionarios del ejecutivo, donde señalan que semejante ataque galvanizará a los iraníes. En particular, eso teme la secretaría de Estado, donde se avanzaba en un intento de diálogo informal con Tehrán para detener la guerra civil iniciada en Irak. Al mismo tiempo, altos funcionarios de Rusia, China, India y la Unión Europea califican de “mesiánico y demencial” el esquema, cuya eminencia gris parece ser Karl Rove -fundamentalista evangélico muy influyente sobre Bush-, quien lo ve como forma de retener “votos patrióticos” en las elecciones parlamentarias.

A todo esto, el “Plamegate” no afloja. En su testimonio, Lewis Libby, ex director en el gabinete del vicepresidente, indicó que Richard Cheney contaba con autorización de Bush para dejar filtrar ciertas informaciones secretas a un reportero. Así le manifestó el vice a su asesor principal- En su momento, al trascender esto en varios medios, Cheney y Bush negaron toda vinculación con lo que constituye un delito federal.

Las revelaciones de fuente judicial han reavivado uno de los peores problemas que afectan a Bush y su imagen. Antes de eso, el presidente había caído a menos de 32% de aceptación pública, el peor nivel desde Richard Nixon y su Watergate. Irónicamente, la identidad de Valerie Plame, agente encubierta de la CIA, llegó a los diarios vía Libby.

Esta vez, fueron legisladores republicanos los que primero salieron a pedir explicaciones. La Casa Blanca afronta desde marzo una especie de rebelión en las bancadas oficialistas de ambas cámaras y la renuncia del diputado Thomas DeLay a buscar la reelección ya había recalentado el clima: su caída resultaba del proceso a Jack Abramoff y Michael Scanlon, dos gestores de negocios asociados a corrupción en el Capitolio.

Libby, que abandonó el cargo en octubre, declaró haber recibido instrucciones directas de Cheney –en nombre de Bush- para dar detalles a un periodista sobre Valerie y su entonces marido, Joseph Wilson, ex embajador que había criticado la política iraquí del gobierno.

El entonces colaborador de Cheney fue acusado de perjurio y obstrucción de la justicia por Patrick Fitzgerald, fiscal especial. ¿La causa? Haber filtrado en 2003 a los medios el nombre de la agente encubierta de la CIA. El ex diplomático atribuyó la operación a una venganza de la Casa Blanca por sus denuncias públicas. De hecho, Wilson tenía razón: no había armas de destrucción masiva en los arsenales de Saddam Huséin. Pero sí mucho petróleo en el subsuelo (de ahí la intervención de Cheney, lobbista de ese negocio).

En rigor, el presidente tiene facultades para levantar el secreto sobre documentos y datos reservados. Pero, en vez de usarlas y según admite Libby, el presidente –vía el vice- optó por “un método ilegal sin precedentes”. Claro, desde cuando, en 1972, Nixon autorizó a sus “plomeros” irrumpir en la sede demócrata, edificio Watergate, Washington DC.

El cimbronazo reactivó en el congreso versiones sobre juicio político, pues ambos titulares del poder ejecutivo han mentido públicamente (como Nixon). Pero algunos republicanos influyentes creen que la crisis puede cauterizarse con la renuncia de Cheney, el alto funcionario electo de peor imagen en muchos años. Esta opción parece apoyada por la secretaria de Estado, lo cual explica duras acusaciones de Donald Rumsfeld (titular de Defensa y adicto a Cheney).

Éste sostuvo que Condoleezza Rice “tiene escaso conocimientos de tácticas bélicas” y eso explica que haya admitido miles de errores en Irak. Según el secretario de Defensa y el vicepresidente, la actuación militar en la Mesopotamia ha sido correcta, en particular los aspectos de inteligencia. Ahora, el artículo del “New Yorker” agrava un cuadro ya bastante crítico para la imagen presidencial.

Según reveló el semanario “The New Yorker” en la web, este fin de semana, circulan en la Casa Blanca planes para un ataque nuclear sobre Irán. Sus promotores creen que eso alentaría un levantamiento popular contra el gobierno del presidente Majmud Ahmadinedyad. Esta idea sale a luz justamente mientras un equipo de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) allana en Tehrán la inminente visita de su jefe, Mohámmed el.Baradéi.

Citando ex funcionarios de la CIA, un artículo de Seymour Hersh señala que, a criterio de George W.Bush, el mandatario persa “es un Adolf Hitler en potencia”. Sin prestar atención a las abismales diferencias entre ambos personajes, el entorno presidencial “cree que la única forma de resolver el problema es cambiar por la fuerza el gobierno iraní y ello significa una guerra”. Hersh atribuye esta revelación a un asesor del Pentágono y a un ex encargado de aprestos bélicos.

Los promotores del proyecto afirman que “una serie de bombardeos humillará a la dirigencia shi’í y derrocará al régimen”. Pero este esquema generaba amenazas de renuncias por parte de algunos altos funcionarios del ejecutivo, donde señalan que semejante ataque galvanizará a los iraníes. En particular, eso teme la secretaría de Estado, donde se avanzaba en un intento de diálogo informal con Tehrán para detener la guerra civil iniciada en Irak. Al mismo tiempo, altos funcionarios de Rusia, China, India y la Unión Europea califican de “mesiánico y demencial” el esquema, cuya eminencia gris parece ser Karl Rove -fundamentalista evangélico muy influyente sobre Bush-, quien lo ve como forma de retener “votos patrióticos” en las elecciones parlamentarias.

A todo esto, el “Plamegate” no afloja. En su testimonio, Lewis Libby, ex director en el gabinete del vicepresidente, indicó que Richard Cheney contaba con autorización de Bush para dejar filtrar ciertas informaciones secretas a un reportero. Así le manifestó el vice a su asesor principal- En su momento, al trascender esto en varios medios, Cheney y Bush negaron toda vinculación con lo que constituye un delito federal.

Las revelaciones de fuente judicial han reavivado uno de los peores problemas que afectan a Bush y su imagen. Antes de eso, el presidente había caído a menos de 32% de aceptación pública, el peor nivel desde Richard Nixon y su Watergate. Irónicamente, la identidad de Valerie Plame, agente encubierta de la CIA, llegó a los diarios vía Libby.

Esta vez, fueron legisladores republicanos los que primero salieron a pedir explicaciones. La Casa Blanca afronta desde marzo una especie de rebelión en las bancadas oficialistas de ambas cámaras y la renuncia del diputado Thomas DeLay a buscar la reelección ya había recalentado el clima: su caída resultaba del proceso a Jack Abramoff y Michael Scanlon, dos gestores de negocios asociados a corrupción en el Capitolio.

Libby, que abandonó el cargo en octubre, declaró haber recibido instrucciones directas de Cheney –en nombre de Bush- para dar detalles a un periodista sobre Valerie y su entonces marido, Joseph Wilson, ex embajador que había criticado la política iraquí del gobierno.

El entonces colaborador de Cheney fue acusado de perjurio y obstrucción de la justicia por Patrick Fitzgerald, fiscal especial. ¿La causa? Haber filtrado en 2003 a los medios el nombre de la agente encubierta de la CIA. El ex diplomático atribuyó la operación a una venganza de la Casa Blanca por sus denuncias públicas. De hecho, Wilson tenía razón: no había armas de destrucción masiva en los arsenales de Saddam Huséin. Pero sí mucho petróleo en el subsuelo (de ahí la intervención de Cheney, lobbista de ese negocio).

En rigor, el presidente tiene facultades para levantar el secreto sobre documentos y datos reservados. Pero, en vez de usarlas y según admite Libby, el presidente –vía el vice- optó por “un método ilegal sin precedentes”. Claro, desde cuando, en 1972, Nixon autorizó a sus “plomeros” irrumpir en la sede demócrata, edificio Watergate, Washington DC.

El cimbronazo reactivó en el congreso versiones sobre juicio político, pues ambos titulares del poder ejecutivo han mentido públicamente (como Nixon). Pero algunos republicanos influyentes creen que la crisis puede cauterizarse con la renuncia de Cheney, el alto funcionario electo de peor imagen en muchos años. Esta opción parece apoyada por la secretaria de Estado, lo cual explica duras acusaciones de Donald Rumsfeld (titular de Defensa y adicto a Cheney).

Éste sostuvo que Condoleezza Rice “tiene escaso conocimientos de tácticas bélicas” y eso explica que haya admitido miles de errores en Irak. Según el secretario de Defensa y el vicepresidente, la actuación militar en la Mesopotamia ha sido correcta, en particular los aspectos de inteligencia. Ahora, el artículo del “New Yorker” agrava un cuadro ya bastante crítico para la imagen presidencial.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades