Bush rearma un equipo neoconservador y el congreso se opone

Los nuevos líderes demócratas de ambas cámaras exigieron a George W.Bush “no remitir más tropas en Irak ni involucrarse en la guerra local luchando contra los shiíes”. La oposición tampoco admite destacar efectivos en la frontera con Irán.

6 enero, 2007

“Añadir 25.000 o 30.000 soldados sólo agravará los peligros a los cuales se exponen los norteamericanos sin ventaja estratégica alguna”, sostuvieron Nancy Pelosi y Henry Reid, respectivamemte jefes de la cámara baja y de la mayoría demócrata en el senado. Mientras tanto, el presidente prepara un plan en apariencia opuesto y sospechoso de allanar el camino para un ataque a Irán. Así teme –señalan medios de la regiòn- Hosní Mubarak, el presidente egipcio.

“En vez de elevar la cantidad de tropas, creemos –prosiguen Pelosi y Reid- que la única salida posible es un redespliegue táctico en cuatro a seis meses. Nuestras fuerzas deben pasar del combate al adiestramiento, la logística y la seguridad de los efectivos regulares iraquíes, a fin de poder evacuar ordenadamente ese territorio”. Por supuesto, el congreso puede ebvtualmnente negarle al pode ejecutivo fondos extras para financiar nuevas aventuras.

Pero el nuevo equipo alrededor de Bush apunta a lo contrario. El solo hecho de pasar a alguien como John Negroponte de la agencia nacional de seguridad a la subsecretaría de estado ilustra el punto. En primer lugar, le resta poder a la titular, Condoleezza Rice, que hasta hace poco se veía como posible precandidata republicana presidencial en 2008. En segundo término, el retiro de los comandantes de campo, John Abizaid y George Casey, le resta aliados a Robert Gates (defensa) y al grupo bipartidario de estudio sobre Irak (James Baker, Lee Hamilton).

En síntesis, repunta la influencia en la Casa Blanca del vicepresidente Richard Cheney-que podráa ser sometido a juicio polìtico junto con Donald Rumsfeld- y el grupo neoconservador más recalcitrantel. En tanto, se rumorea que Rumsfeld podría ir al departamento de estado como asesor. Eso provocaría la renuncia de su sucesor en defensa, Gates.

La derrota parlamentaria de noviembre, por cierto, partió en dos el elenco estable de ideólogos fundamentalistas, dominado por judíos ortodoxos. David Frum (ex redactor de discursos presidenciales), Richard Perle –principal promotor de la invasión en 2003- y Kenneth Adelman (ex asesor del Pentágono) sostienen que Irak ha sido un fracaso y, de todos modos, ya no existe. Inventado en 1923 por Gran Bretaña –mientras Moscú creaba Bielorrusia, de paso- uniendo tres provincias ex otomanas (Basora, Bagdad, Mosul), ha perdido la última en 1991, a manos de los kurdos. Hoy, la primera está controlada por la milicia majdí del shiita Moqtadá as-Sadr.

El ala irreductible la componen Michael Ledeen (el más radical, íntimo del predicador creacionista Karl Rove), William Kristol -hijo de Irving, mentor de los neoconservadores, maneja el “Weekly standard”- y Robert Kagan. En 1997, éste lanzó el “proyecto para un siglo norteamericano”; pero el fracaso en Irak y Afganistán liquidó la hegemonía geopolítica de Washington en el primer quinquenio de la centuria.

No obstante, subsisten contradcciones internas. Por un lado, Abizaid y Casey apoyaban un aumento moderado de tropas para reemplazar efectivos, no para atacar a los shiitas. Por el otro, el nuevo comandante de campo, David Petraeus, es un mito del ejército y no está claro cuáles son sus ideas concretas respecto de la situación bélica. Pero hay un detalle inquietante: el general es amigo de Negroponte, personaje harto conocido en Latinoamérica por años de operaciones ilegales contra gobiernos hostiles a Washington y su admiración hacia regímenes como el de Augusto Pinochet en Chile, Alfredo Stroessner o Jorge Rafael Videla en Argentina.

El reemplazo del greconorteamericano tampoco es tranquilizador. Se trata del almirante jubilado Michael McConnell, hasta el momento vicepresidente de Booz, Allen, Hamilton. Esta consultorìa presta servicios al actual gobierno eatadounidense. Aparte, McConnel es amigo de otro retirado, Michael Hayden, jefe de la CIA e incondicional de Negroponte.

“Añadir 25.000 o 30.000 soldados sólo agravará los peligros a los cuales se exponen los norteamericanos sin ventaja estratégica alguna”, sostuvieron Nancy Pelosi y Henry Reid, respectivamemte jefes de la cámara baja y de la mayoría demócrata en el senado. Mientras tanto, el presidente prepara un plan en apariencia opuesto y sospechoso de allanar el camino para un ataque a Irán. Así teme –señalan medios de la regiòn- Hosní Mubarak, el presidente egipcio.

“En vez de elevar la cantidad de tropas, creemos –prosiguen Pelosi y Reid- que la única salida posible es un redespliegue táctico en cuatro a seis meses. Nuestras fuerzas deben pasar del combate al adiestramiento, la logística y la seguridad de los efectivos regulares iraquíes, a fin de poder evacuar ordenadamente ese territorio”. Por supuesto, el congreso puede ebvtualmnente negarle al pode ejecutivo fondos extras para financiar nuevas aventuras.

Pero el nuevo equipo alrededor de Bush apunta a lo contrario. El solo hecho de pasar a alguien como John Negroponte de la agencia nacional de seguridad a la subsecretaría de estado ilustra el punto. En primer lugar, le resta poder a la titular, Condoleezza Rice, que hasta hace poco se veía como posible precandidata republicana presidencial en 2008. En segundo término, el retiro de los comandantes de campo, John Abizaid y George Casey, le resta aliados a Robert Gates (defensa) y al grupo bipartidario de estudio sobre Irak (James Baker, Lee Hamilton).

En síntesis, repunta la influencia en la Casa Blanca del vicepresidente Richard Cheney-que podráa ser sometido a juicio polìtico junto con Donald Rumsfeld- y el grupo neoconservador más recalcitrantel. En tanto, se rumorea que Rumsfeld podría ir al departamento de estado como asesor. Eso provocaría la renuncia de su sucesor en defensa, Gates.

La derrota parlamentaria de noviembre, por cierto, partió en dos el elenco estable de ideólogos fundamentalistas, dominado por judíos ortodoxos. David Frum (ex redactor de discursos presidenciales), Richard Perle –principal promotor de la invasión en 2003- y Kenneth Adelman (ex asesor del Pentágono) sostienen que Irak ha sido un fracaso y, de todos modos, ya no existe. Inventado en 1923 por Gran Bretaña –mientras Moscú creaba Bielorrusia, de paso- uniendo tres provincias ex otomanas (Basora, Bagdad, Mosul), ha perdido la última en 1991, a manos de los kurdos. Hoy, la primera está controlada por la milicia majdí del shiita Moqtadá as-Sadr.

El ala irreductible la componen Michael Ledeen (el más radical, íntimo del predicador creacionista Karl Rove), William Kristol -hijo de Irving, mentor de los neoconservadores, maneja el “Weekly standard”- y Robert Kagan. En 1997, éste lanzó el “proyecto para un siglo norteamericano”; pero el fracaso en Irak y Afganistán liquidó la hegemonía geopolítica de Washington en el primer quinquenio de la centuria.

No obstante, subsisten contradcciones internas. Por un lado, Abizaid y Casey apoyaban un aumento moderado de tropas para reemplazar efectivos, no para atacar a los shiitas. Por el otro, el nuevo comandante de campo, David Petraeus, es un mito del ejército y no está claro cuáles son sus ideas concretas respecto de la situación bélica. Pero hay un detalle inquietante: el general es amigo de Negroponte, personaje harto conocido en Latinoamérica por años de operaciones ilegales contra gobiernos hostiles a Washington y su admiración hacia regímenes como el de Augusto Pinochet en Chile, Alfredo Stroessner o Jorge Rafael Videla en Argentina.

El reemplazo del greconorteamericano tampoco es tranquilizador. Se trata del almirante jubilado Michael McConnell, hasta el momento vicepresidente de Booz, Allen, Hamilton. Esta consultorìa presta servicios al actual gobierno eatadounidense. Aparte, McConnel es amigo de otro retirado, Michael Hayden, jefe de la CIA e incondicional de Negroponte.

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