Bush pronunció un mensaje con pocas ideas y magros ecos

Por supuesto, los demócratas –que ahora controlan ambas cámaras- recibieron con frialdad el discurso, que no fue largo. Pese al intento de diluir el tema, Irak sobrevolaba el recinto de la asamblea conjunta, donde no abundaron los aplausos.

24 enero, 2007

Aun las pocas iniciativas lanzadas por George W.Bush, ante un hierático Richard Cheney, el vicepresidente, afrontarán severas trabas parlamentarias. En este momento, sólo una parte de las bancadas oficialistas acompañan a la Casa Blanca.

En síntesis, quedó privado de Irak como caballito de batalla “patriótico”. En Bagdad, mientras arrecia cada día más la violencia urbana, el general David Petraeus se manifestó pesimista por el decurso de la guerra. Y es el nuevo comandante de campo. Su desdén por el gobierno iraquí, la policía y las fuerzas armadas locales es notorio.

El presidente buscó calafatear el discurso con algunas iniciativas nuevas y otras, las más, actualizadas para influir en los demócratas. Pero el fondo del asunto es diferente; está por empezar una larguísima campaña electoral, donde los precandidatos republicanos tienen poco que ofrecer, salvo en materia de cuestiones locales. Por otra parte, varios tratarán de tomar distancia de Bush, un “gallo cojo” piantavotos: hoy tiene casi 70% de rechazo público en las encuestas.

Sin duda, varias propuestas incluidas en el mensaje son compatibles con la plataforma demócrata. Incluyendo menor uso de combustibles fósiles, desarrollo de recursos energéticos más limpios y automotores menos contaminantes. Bush viene aludiendo a esos temas desde 2004, pero no ha hecho casi nada, por influencia del cabildeo petrolero en Washington, vía Cheney. Ahora, la ola de tormentas y otras anomalías meteorológicas –que azotan el hemisferio norte- indica que el tiempo se agota y avanza el efecto invernadero.

El mandatario hizo lo imposible para que Irak no se filtrase en su discurso al país. Su objeto era claro: excluir el asunto con vistas a los dos últimos años de mandato que le quedan. En este plano, tal vez le vaya bien con las reformas a la legislación inmigratoria. Su idea de encarar un programa de trabajadores temporarios y facilitar la obtención de la ciudadanía siempre ha contado con apoyo bipartidario. Es más: su reciente fracaso se debió al peso de parlamentarios racistas de ambos partidos, que no toleran gente de piel cetrina y habla castellana (el “síndrome de Samuel Huntington”).

Sin embargo, presentó un programa para privatizar la salud pública, netamente reaccionario, mal recibido por los demócratas. En un plano aún más conflictivo, Bush insiste en incorporar para siempre el triple paquete de prebendas tributarias a ricos, grandes empresas y dividendos bursátiles (US$ 2,35 billones en 2001-12).

Aun las pocas iniciativas lanzadas por George W.Bush, ante un hierático Richard Cheney, el vicepresidente, afrontarán severas trabas parlamentarias. En este momento, sólo una parte de las bancadas oficialistas acompañan a la Casa Blanca.

En síntesis, quedó privado de Irak como caballito de batalla “patriótico”. En Bagdad, mientras arrecia cada día más la violencia urbana, el general David Petraeus se manifestó pesimista por el decurso de la guerra. Y es el nuevo comandante de campo. Su desdén por el gobierno iraquí, la policía y las fuerzas armadas locales es notorio.

El presidente buscó calafatear el discurso con algunas iniciativas nuevas y otras, las más, actualizadas para influir en los demócratas. Pero el fondo del asunto es diferente; está por empezar una larguísima campaña electoral, donde los precandidatos republicanos tienen poco que ofrecer, salvo en materia de cuestiones locales. Por otra parte, varios tratarán de tomar distancia de Bush, un “gallo cojo” piantavotos: hoy tiene casi 70% de rechazo público en las encuestas.

Sin duda, varias propuestas incluidas en el mensaje son compatibles con la plataforma demócrata. Incluyendo menor uso de combustibles fósiles, desarrollo de recursos energéticos más limpios y automotores menos contaminantes. Bush viene aludiendo a esos temas desde 2004, pero no ha hecho casi nada, por influencia del cabildeo petrolero en Washington, vía Cheney. Ahora, la ola de tormentas y otras anomalías meteorológicas –que azotan el hemisferio norte- indica que el tiempo se agota y avanza el efecto invernadero.

El mandatario hizo lo imposible para que Irak no se filtrase en su discurso al país. Su objeto era claro: excluir el asunto con vistas a los dos últimos años de mandato que le quedan. En este plano, tal vez le vaya bien con las reformas a la legislación inmigratoria. Su idea de encarar un programa de trabajadores temporarios y facilitar la obtención de la ciudadanía siempre ha contado con apoyo bipartidario. Es más: su reciente fracaso se debió al peso de parlamentarios racistas de ambos partidos, que no toleran gente de piel cetrina y habla castellana (el “síndrome de Samuel Huntington”).

Sin embargo, presentó un programa para privatizar la salud pública, netamente reaccionario, mal recibido por los demócratas. En un plano aún más conflictivo, Bush insiste en incorporar para siempre el triple paquete de prebendas tributarias a ricos, grandes empresas y dividendos bursátiles (US$ 2,35 billones en 2001-12).

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