Bush: la presencia en Irak será problema de sus sucesores

Mientras la aprobación pública a su gestión cede a menos de 32%, un desasosegado George W.Bush admitió que el retiro final de Irak será cuestión de “algún futuro presidente y el eventual gobierno de Bagdad”. Esto irrita en el oficialismo parlamentario.

22 marzo, 2006

Durante una conferencia de prensa, se le preguntó al mandatario si alguna vez dejará de haber tropas norteamericanas en Irak y cuándo. “Por supuesto, sigue siendo un objetivo, que deberán cumplir gobiernos venideros en Washington y Bagdad”. Pero Bush dejará el poder recién en enero de 2009, si no ocurre algún contratiempo. La actitud de Bush ante los periodistas fue en extremo nerviosa.

En efecto, tres años después de la invasión, 133.000 efectivos estadounidenses permanecen en ese país. Su gradual disminución depende del nuevo programa para adiestrar personal y equipos iraquíes para ir substituyendo las fuerzas de ocupación. Pero es la primera vez que el presidente arriesga estimaciones sobre plazos para abandonar la Mesopotamia, cuyo cariz ha creado alarma en los países árabes próximos a EE.UU.

Por cierto, los sondeos de opinión norteamericanos señalan creciente disconformidad del público ante una guerra que ha costado más de 2.500 soldados y 8.000 desertores. Naturalmente, los demócratas aprovecharán ya esas declaraciones para la campaña por las elecciones parlamentarias (que todavía no empezó). “Se han cometido muchos errores en esta guerra y en la reconstrucción”, añadió Bush ante los medios. De inmediato, muchos pensaron en el vice Richard Cheney y los pingües que gestionó para Halliburton.

Días antes, mientras el presupuesto 2007 pasaba por el congreso, surgió la posibilidad de un “diálogo inevitable” con Irán sobre Irak. Pero algunos pensaba ya en aplicar al presidente la receta que acabó con Richard M.Nixon, el juciio político. Durante el último fin de semana, la figura de Bush ha sido vapuleada aun en medios conservadores. Todo arranca de un editorial publicado por el “Wall Street Journal” con un título muy sugestivo, “Objetivo, juicio político”. En apariencia, defendía al mandatario; pero fue el primer medio relevante en emplear ambos términos (en inglés, uno: “impeachment”).

El episodio remite a una moción de censura, presentada por el senador demócrata Russell Feingold por el espionaje telefónico interno tolerado o promovido desde la Casa Blanca. Hace más de treinta años, bastó esgrimir una censura y su colorario (el “impeachment”) para forzar la renuncia de Nixon. Watergate también era un caso de espionaje político. Además, la crisis actual deriva de otro espionaje, el de Valerie Plame –agente encubierta de la CIA- sobre su propio esposo, a instancias de Cheney.

En su empeño por defender a Bush, el periódico financiero denuncia que la moción de Feingold oculta otro fin. A saber, “incriminar al presidente por la guerra en Irak y las restricciones a derechos civiles en Estados Unidos”. En rigor, lo único que abroquela la derecha republicana alrededor de Bush es ese riesgo de juicio político, justamente en un año de elecciones parlamentarias (como lo era 1974, mientras se caía Nixon).

Desde otro ángulo, Brent Scowcroft –vocero informal de Henry Kissinger- reivindicó una “política exterior prudente y realista”, tras criticar la “doctrina de la guerra preventiva”. Ese tipo de ideas lo excluyó años atrás atrás del cìrculo áulico Bush-Cheney-Donald Rumsfeld (Defensa). En verdad, el equipo Kissinger promueve como precandidatos presidenciales a dos senadores moderados: Richard Lugar (comisión de política exterior) y Charles Hagel, héroe de Vietnam y amigo de Colin Powell, ex secretario de Estado.

Ahora bien, las nuevas polémicas empalman con la contradicción más reciente de Bush. Por un lado, declara ante el congreso la intención de invadir Irán, si fuera necesario. Por el otro, Washington anuncia “coloquios con Irán en torno al problema de Irak y los riesgos de guerra civil”. Algunos observadores europeos creen que es un “bluff”. Pero Turquía ha hecho saber a Tehrán y Washington que participaría en un encuentro triple. La inesperada renuncia de Muhámmad Allawí, primer ministro puesto por EE.UU. –sostuvo que la guerra civil ya se ha desatado-, acorta los tiempos.

También la Comisión Europea, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia ven la iniciativa con buenos ojos. Inclusive hay analistas norteamericanos que la atribuyen a discretos contactos entre Kissinger, Powell y Condoleezza Rice, cuyo futuro político le exige alejarse de los halcones (como lo ha hecho sigilosamente Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial).

Probablemente, el editorial del WSJ reflejase el distanciamiento entre los republicanos moderados y la estrategia de guerras preventivas, según presumen el “New York Times” y el “Washington Post”. Ahora, las últimas declaraciones de Bush sobre plazos para abandonar Irak ponen en tela de juicio a la propia figura presidencial.

Durante una conferencia de prensa, se le preguntó al mandatario si alguna vez dejará de haber tropas norteamericanas en Irak y cuándo. “Por supuesto, sigue siendo un objetivo, que deberán cumplir gobiernos venideros en Washington y Bagdad”. Pero Bush dejará el poder recién en enero de 2009, si no ocurre algún contratiempo. La actitud de Bush ante los periodistas fue en extremo nerviosa.

En efecto, tres años después de la invasión, 133.000 efectivos estadounidenses permanecen en ese país. Su gradual disminución depende del nuevo programa para adiestrar personal y equipos iraquíes para ir substituyendo las fuerzas de ocupación. Pero es la primera vez que el presidente arriesga estimaciones sobre plazos para abandonar la Mesopotamia, cuyo cariz ha creado alarma en los países árabes próximos a EE.UU.

Por cierto, los sondeos de opinión norteamericanos señalan creciente disconformidad del público ante una guerra que ha costado más de 2.500 soldados y 8.000 desertores. Naturalmente, los demócratas aprovecharán ya esas declaraciones para la campaña por las elecciones parlamentarias (que todavía no empezó). “Se han cometido muchos errores en esta guerra y en la reconstrucción”, añadió Bush ante los medios. De inmediato, muchos pensaron en el vice Richard Cheney y los pingües que gestionó para Halliburton.

Días antes, mientras el presupuesto 2007 pasaba por el congreso, surgió la posibilidad de un “diálogo inevitable” con Irán sobre Irak. Pero algunos pensaba ya en aplicar al presidente la receta que acabó con Richard M.Nixon, el juciio político. Durante el último fin de semana, la figura de Bush ha sido vapuleada aun en medios conservadores. Todo arranca de un editorial publicado por el “Wall Street Journal” con un título muy sugestivo, “Objetivo, juicio político”. En apariencia, defendía al mandatario; pero fue el primer medio relevante en emplear ambos términos (en inglés, uno: “impeachment”).

El episodio remite a una moción de censura, presentada por el senador demócrata Russell Feingold por el espionaje telefónico interno tolerado o promovido desde la Casa Blanca. Hace más de treinta años, bastó esgrimir una censura y su colorario (el “impeachment”) para forzar la renuncia de Nixon. Watergate también era un caso de espionaje político. Además, la crisis actual deriva de otro espionaje, el de Valerie Plame –agente encubierta de la CIA- sobre su propio esposo, a instancias de Cheney.

En su empeño por defender a Bush, el periódico financiero denuncia que la moción de Feingold oculta otro fin. A saber, “incriminar al presidente por la guerra en Irak y las restricciones a derechos civiles en Estados Unidos”. En rigor, lo único que abroquela la derecha republicana alrededor de Bush es ese riesgo de juicio político, justamente en un año de elecciones parlamentarias (como lo era 1974, mientras se caía Nixon).

Desde otro ángulo, Brent Scowcroft –vocero informal de Henry Kissinger- reivindicó una “política exterior prudente y realista”, tras criticar la “doctrina de la guerra preventiva”. Ese tipo de ideas lo excluyó años atrás atrás del cìrculo áulico Bush-Cheney-Donald Rumsfeld (Defensa). En verdad, el equipo Kissinger promueve como precandidatos presidenciales a dos senadores moderados: Richard Lugar (comisión de política exterior) y Charles Hagel, héroe de Vietnam y amigo de Colin Powell, ex secretario de Estado.

Ahora bien, las nuevas polémicas empalman con la contradicción más reciente de Bush. Por un lado, declara ante el congreso la intención de invadir Irán, si fuera necesario. Por el otro, Washington anuncia “coloquios con Irán en torno al problema de Irak y los riesgos de guerra civil”. Algunos observadores europeos creen que es un “bluff”. Pero Turquía ha hecho saber a Tehrán y Washington que participaría en un encuentro triple. La inesperada renuncia de Muhámmad Allawí, primer ministro puesto por EE.UU. –sostuvo que la guerra civil ya se ha desatado-, acorta los tiempos.

También la Comisión Europea, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia ven la iniciativa con buenos ojos. Inclusive hay analistas norteamericanos que la atribuyen a discretos contactos entre Kissinger, Powell y Condoleezza Rice, cuyo futuro político le exige alejarse de los halcones (como lo ha hecho sigilosamente Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial).

Probablemente, el editorial del WSJ reflejase el distanciamiento entre los republicanos moderados y la estrategia de guerras preventivas, según presumen el “New York Times” y el “Washington Post”. Ahora, las últimas declaraciones de Bush sobre plazos para abandonar Irak ponen en tela de juicio a la propia figura presidencial.

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