Bush ha hecho una riesgosa apuesta para seducir a India

Ante la irritación de Pakistán y China, el presidente norteamericano firmó un convenio sobre tecnología nuclear con Delhi. Pasando por alto un detalle: India –como Irán- nunca ha subscripto el acuerdo internacional de no proliferación.

3 marzo, 2006

Medios allegados a Washington, empezando por el “Wall Street Journal”, califican ese convenio como “victoria de George W.Bush”, pues suponen que acerca Delhi a la esfera estadoundiese. Yendo más lejos, el “Financial times” imagina que ello representa una forma de contener la expansiva influencia china en Asia meridional.

El presunto triunfo, empero, tiene costos geopolíticos nada desdeñables, señalan el “New York times” y el “Washington post”. Estados Unidos acepta compartir tecnología atómica con India y, de hecho, deja sin efecto una larga veda. A cambio, Delhi permitirá a inspectores internacionales el ingreso a sus plantas, pero no a todas.

Tanto Bush como el primer ministro Manmohán Singh (sij) debieron desechar fuertes objeciones en sus frentes internos. Vale decir, los respectivos oficialismos y, en el caso hindú, buena parte de la oposición. En la óptica de Washington, lo más positivo es que el convenio incluya un mayor grado de cooperación económica, pueda estrechar nexos políticos y, eventualmente, detenga el avance regional chino.

Algunos altos funcionarios norteamericanos ven el acuerdo como “premio” a India por haber secundado esfuerzos internacionales para licuar lo que creen un peligroso plan nuclear iraní. Pero las negociaciones han sido destrabadas, en realidad, por Rusia, antiguo aliado de Delhi cuando Pakistán era virtual títere de Washington. Islamabad llegó a amenazar varias veces a los hindúes con sus arsenal atómico, mientras éstos fomentaban la secesión de Bangla desh (1969/71).

En pos de motivaciones menos interesadas, Bush declaró que alentar la energía nuclear en el subcontinente es una forma de reducir su dependencia de combustibles fósiles y, por ende, disminuir presiones alcistas en precios petroleros. Irónicamente, mientras el presidente visitaba India y Pakistán los crudos tejanos pasaban de US$ 61 a 63,40 el barril.

Como lo ven medios regionales, quien parece más beneficiado es Manhohán: India sale del aislamiento internacional en materia de nuclear. Éste data de 1968, cuando el país se negó a firmar el pacto de no proliferación, ya que estaba al borde de la guerra con Pakistán a causa de Bangla desh. Ahora, Delhi tiene derecho a mantener ocho de sus 22 instalaciones fuera del alcance de los inspectores; inclusive, las más apropiadas para construir armas.

Los críticos occidentales temen que el oportunismo de Bush debilite el tratado de no proliferación y aliente los esfuerzos iraníes. Por supuesto, el convenio debe ser aprobado por el mismo congreso que fuera ignorado en el asunto de los seis puertos cuyo manejo pasa a Dubái, un emirato árabe.

La prensa favorable a Washington –Fox al frente- habla de “un legado de Bush a las futuras generaciones”, precisamente mientras su desinterés por los huracanes achica a 34% su aceptación pública. Pero se ha recompensado a un país por no adherir a pautas internaciones en materia nuclear, argumento que –sin duda- tendrá más peso en las próximas elecciones legislativas.

Medios allegados a Washington, empezando por el “Wall Street Journal”, califican ese convenio como “victoria de George W.Bush”, pues suponen que acerca Delhi a la esfera estadoundiese. Yendo más lejos, el “Financial times” imagina que ello representa una forma de contener la expansiva influencia china en Asia meridional.

El presunto triunfo, empero, tiene costos geopolíticos nada desdeñables, señalan el “New York times” y el “Washington post”. Estados Unidos acepta compartir tecnología atómica con India y, de hecho, deja sin efecto una larga veda. A cambio, Delhi permitirá a inspectores internacionales el ingreso a sus plantas, pero no a todas.

Tanto Bush como el primer ministro Manmohán Singh (sij) debieron desechar fuertes objeciones en sus frentes internos. Vale decir, los respectivos oficialismos y, en el caso hindú, buena parte de la oposición. En la óptica de Washington, lo más positivo es que el convenio incluya un mayor grado de cooperación económica, pueda estrechar nexos políticos y, eventualmente, detenga el avance regional chino.

Algunos altos funcionarios norteamericanos ven el acuerdo como “premio” a India por haber secundado esfuerzos internacionales para licuar lo que creen un peligroso plan nuclear iraní. Pero las negociaciones han sido destrabadas, en realidad, por Rusia, antiguo aliado de Delhi cuando Pakistán era virtual títere de Washington. Islamabad llegó a amenazar varias veces a los hindúes con sus arsenal atómico, mientras éstos fomentaban la secesión de Bangla desh (1969/71).

En pos de motivaciones menos interesadas, Bush declaró que alentar la energía nuclear en el subcontinente es una forma de reducir su dependencia de combustibles fósiles y, por ende, disminuir presiones alcistas en precios petroleros. Irónicamente, mientras el presidente visitaba India y Pakistán los crudos tejanos pasaban de US$ 61 a 63,40 el barril.

Como lo ven medios regionales, quien parece más beneficiado es Manhohán: India sale del aislamiento internacional en materia de nuclear. Éste data de 1968, cuando el país se negó a firmar el pacto de no proliferación, ya que estaba al borde de la guerra con Pakistán a causa de Bangla desh. Ahora, Delhi tiene derecho a mantener ocho de sus 22 instalaciones fuera del alcance de los inspectores; inclusive, las más apropiadas para construir armas.

Los críticos occidentales temen que el oportunismo de Bush debilite el tratado de no proliferación y aliente los esfuerzos iraníes. Por supuesto, el convenio debe ser aprobado por el mismo congreso que fuera ignorado en el asunto de los seis puertos cuyo manejo pasa a Dubái, un emirato árabe.

La prensa favorable a Washington –Fox al frente- habla de “un legado de Bush a las futuras generaciones”, precisamente mientras su desinterés por los huracanes achica a 34% su aceptación pública. Pero se ha recompensado a un país por no adherir a pautas internaciones en materia nuclear, argumento que –sin duda- tendrá más peso en las próximas elecciones legislativas.

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