<p>Contra las cuerdas y ya con escaso poder real, Silvio Berlusconi aceptó que el FMI controlase la ejecución de las reformas fiscales, económicas y financieras pactadas con la Eurozona. En plena crisis política, el primer ministro se puso al amparo del ente multinacional –en primera instancia- y la Comisión Europea como co-supervisora.<br />
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Para salvarle la cara al Cavaliere, la CE (José Manuel Durão Barroso) atribuyó la decisión a Roma. Vale decir, al poderoso titular económico, Giulio Tremonti. En el fondo, se percibe la mano de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, hartos de Berlusconi y sus veleidades. Según gente allegada a Mario Draghi (Banco Central Europeo), éste o Durão Barroso le habían aconsejado al pintoresco italiano dar parte de enfermo y no acudir a Cannes.<br />
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La situación no le era propicia, por cierto. En el hotel de los festivales cinematográficos, los corrillos barajaban la inminente caída de Berlusconi. “Primero Papandreu, después él”, decían funcionarios franceses, británicos y brasileños. Había una señal clara: Tremonti eludía al primer ministro y prefería conversar con Draghi o Christine Lagarde (FMI).<br />
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Mientras tanto, en Atenas el gobierno mantenía la confianza del parlamento por apenas un voto (153 sobre trescientos). Horas de cabildeos y suspenso desembocaron en una transacción implícita, la madrugada del sábado: habría voto de confianza para el salvataje financiero. Pero ello quizá no obste para la dimisión de Papandreu y su gabinete ni para formar una coalición pro salvación pública. Eso podría ocurrir este mismo fin de semana, aunque las autoridades de la Unión Europea preferirían postergar el desenlace hasta diciembre.<br />
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Berlusconi supervisado, y Papandreu, ¿aliviado?
Italia será gobernada por Giulio Tremonti (Economía), junto con el Fondo Monetario Internacional, ironizaba Pier Luigi Bersani, jefe del partido Demócrata. En Grecia, no se descartaba la renuncia del primer ministro y un gobierno de coalición.