La procuración milanesa solicitó procesar a Silvio Berlusconi, acusado de entregar (en julio de 1997) US$ 600.000 al abogado británico David Mills, vía el ya difunto Carlo Bernasconi. Títere del actual “premier”, era director ejecutivo del holding Fininvest. Hoy llamada Mediaset, la compañía era entonces objeto de dos acciones, por las cuales cayó Cesare Previtti, instrumento de Berlusconi para sobornar jueces.
En realidad, el magnate de veloz y cuestionado ascenso como empresario, dirigente del fútbol y político comenzó a ser investigado por la justicia en 1991. Dos años más tarde, un tribunal milanés le abrió una causa por corrupción de magistrados. En 1994, fue procesado por coimear agentes de la policía federal (“guardia di finanze”), pero lo absolvieron en 2000 por prescripción.
Al año siguiente, lo acusaron cuatro veces de fraude tributario, en particular por la compra de un jugador para el Milan (club controlado por Berlusconi mismo). Otra causa que prescribió por falta de acción y despertó sospechas sobre jueces o fiscales comprados. Si no algo peor, dados los nexos entre el empresario y la Mafia siciliana. En 1998, se libró de un proceso por irregularidades en la toma de la editorial Mondadori y de otro por corrupción de magistrados (en el caso anterior y en trabas para la venta de activos.
Esta carrera le valió, en 1999, una condena a seis años en primera instancia por falsificar estados contables, financiamiento ilegal de Forza Italia (el rejunte partidario que lo sostiene) y nuevamente corrupción. Otra vez, la llamativa lentitud de la justicia hizo prescribir el caso durante la apelación. Una ley de inmunidad transitoria, votada en 2001 por un parlamento por demás complaciente, impedía hasta ahora que fuese afectado por el proceso que data de 2003 y ha generado esta decisión de los fiscales. Se trata de fraude impositivo en la compraventa de derechos cinematográficos y televisivos en Estados Unidos.
La iniciativa judicial pone en peligro a Berlusconi porque (a) no parece cubierta taxativamente por la inmunidad y (b) las elecciones generales de abril pueden muy bien desalojarlo del poder. Eso lo dejaría librado a su surte en varias causas, tanto en Italia como en el exterior.
En cierto sentido, las nuevas acusaciones en firme no serán el golpe de gracia, pues el trámite abierto en Milán tomará meses. Pero el retroceso en las encuestas (ampliado este fin de semana de cuatro/cinco a casi diez puntos) y un resultado adverso en el inminente debate con Romano Prodi, jefe de la coalición centroizquierdista pueden señalar el fin de Berlusconi en el poder.
Ahí tercia el encándalo del espionaje en Lacio durante la campaña regional de 2005. Bendecido por el primer ministro, Storace –entonces presidente de la región- armó un operativo tipo Watergate contra candidatos rivales. No sólo perdió los comicios sino que, ahora, debió renunciar debido a acciones judiciales y el consiguiente escándalo. Ello, poco después de que el clerical Antonio Fazio fuera arrastrado por un escándalo en el banco central, amenaza quebrar la ya tambaleante alianza derechista. Como se ve, los paralelos con Carlos Ménem son notables. Más allá de la diferencia entre causas, explican por qué cìrcula en media Europa un DVD donde se compara al primer ministro con el ex presidente argentino.
La procuración milanesa solicitó procesar a Silvio Berlusconi, acusado de entregar (en julio de 1997) US$ 600.000 al abogado británico David Mills, vía el ya difunto Carlo Bernasconi. Títere del actual “premier”, era director ejecutivo del holding Fininvest. Hoy llamada Mediaset, la compañía era entonces objeto de dos acciones, por las cuales cayó Cesare Previtti, instrumento de Berlusconi para sobornar jueces.
En realidad, el magnate de veloz y cuestionado ascenso como empresario, dirigente del fútbol y político comenzó a ser investigado por la justicia en 1991. Dos años más tarde, un tribunal milanés le abrió una causa por corrupción de magistrados. En 1994, fue procesado por coimear agentes de la policía federal (“guardia di finanze”), pero lo absolvieron en 2000 por prescripción.
Al año siguiente, lo acusaron cuatro veces de fraude tributario, en particular por la compra de un jugador para el Milan (club controlado por Berlusconi mismo). Otra causa que prescribió por falta de acción y despertó sospechas sobre jueces o fiscales comprados. Si no algo peor, dados los nexos entre el empresario y la Mafia siciliana. En 1998, se libró de un proceso por irregularidades en la toma de la editorial Mondadori y de otro por corrupción de magistrados (en el caso anterior y en trabas para la venta de activos.
Esta carrera le valió, en 1999, una condena a seis años en primera instancia por falsificar estados contables, financiamiento ilegal de Forza Italia (el rejunte partidario que lo sostiene) y nuevamente corrupción. Otra vez, la llamativa lentitud de la justicia hizo prescribir el caso durante la apelación. Una ley de inmunidad transitoria, votada en 2001 por un parlamento por demás complaciente, impedía hasta ahora que fuese afectado por el proceso que data de 2003 y ha generado esta decisión de los fiscales. Se trata de fraude impositivo en la compraventa de derechos cinematográficos y televisivos en Estados Unidos.
La iniciativa judicial pone en peligro a Berlusconi porque (a) no parece cubierta taxativamente por la inmunidad y (b) las elecciones generales de abril pueden muy bien desalojarlo del poder. Eso lo dejaría librado a su surte en varias causas, tanto en Italia como en el exterior.
En cierto sentido, las nuevas acusaciones en firme no serán el golpe de gracia, pues el trámite abierto en Milán tomará meses. Pero el retroceso en las encuestas (ampliado este fin de semana de cuatro/cinco a casi diez puntos) y un resultado adverso en el inminente debate con Romano Prodi, jefe de la coalición centroizquierdista pueden señalar el fin de Berlusconi en el poder.
Ahí tercia el encándalo del espionaje en Lacio durante la campaña regional de 2005. Bendecido por el primer ministro, Storace –entonces presidente de la región- armó un operativo tipo Watergate contra candidatos rivales. No sólo perdió los comicios sino que, ahora, debió renunciar debido a acciones judiciales y el consiguiente escándalo. Ello, poco después de que el clerical Antonio Fazio fuera arrastrado por un escándalo en el banco central, amenaza quebrar la ya tambaleante alianza derechista. Como se ve, los paralelos con Carlos Ménem son notables. Más allá de la diferencia entre causas, explican por qué cìrcula en media Europa un DVD donde se compara al primer ministro con el ex presidente argentino.