El “Washington times”, un periódico conservador pro republicano, controlado por el grupo Moon, acusa a Hastert por “no prestar mucha atención a denuncias que venían circulando desde abril sobre Foley y sus mensajes. Ante semejante falta de acción, Hastert no tiene otra salida que dimitir al cargo, aunque el partido esté en plena campaña electoral”.
El jefe de los diputados insiste en que no sabía nada de Foley ni sus correos electrónicos con menores haciendo sexo explícito, enviados a otros menores. Más exactamente, a los jóvenes pasantes que ofician de “pajes” –algo así como botones- en el congreso. De ellos partieron las primeras denuncias, meses atrás, sin que Hastert o otros movieran un dedo.
Hastert “ha conducido y conducirá los republicanos a otra cómoda mayoría en noviembre, o sea en el CX congreso”, proclamaba su vocero Ronald Bonjeau, en una muestra de escaso realismo. Varios analistas creen ya que el oficialismo no retendrá el control de la cámara baja.
Foley “ha dejado la banca con deshonor y las acciones penales en este asunto seguirán adelante. Pero Hastert continúa trabajando para mejorar la posición del partido en la cámara”, gorjeaba Bonjeau. Olvidando un detalle: su jefe está involucrado en el manto de silencio desplegado desde abril hasta que estalló el escándalo y pueden procesarlo por encubrimiento.
Miembros de ambos partidos, inclusive conservadores, sostienen que cualquier dirigente parlamentario que conocía el asunto, y no hizo nada, debe apartarse. “Hastert es el primero que debe irse, pero no el único. No vamos a salir de esto mientras no tengamos líderes creíbles”. Asì subraya Richard Viguerie, un dirigente conservador.
Foley no mejoró su posición al revelar, el miércoles, que es homosexual y fue corrompido por un sacerdote católico cuando era un mozalbete. Esto ya parece una novela de Roger Peyrefitte, pero en Washington, no en el Vaticano.
En lo tocante a la Casa Blanca, la consigna parece ser –por ahora- un cauto silencio. Georpe W.Bush se limitó a señalar que estaba muy molesto, pero su esposa Laura y su madre Barbara criticaron duramente a Foley y Hastert. Lo mismo hizo Condoleezza Rice.
El “Washington times”, un periódico conservador pro republicano, controlado por el grupo Moon, acusa a Hastert por “no prestar mucha atención a denuncias que venían circulando desde abril sobre Foley y sus mensajes. Ante semejante falta de acción, Hastert no tiene otra salida que dimitir al cargo, aunque el partido esté en plena campaña electoral”.
El jefe de los diputados insiste en que no sabía nada de Foley ni sus correos electrónicos con menores haciendo sexo explícito, enviados a otros menores. Más exactamente, a los jóvenes pasantes que ofician de “pajes” –algo así como botones- en el congreso. De ellos partieron las primeras denuncias, meses atrás, sin que Hastert o otros movieran un dedo.
Hastert “ha conducido y conducirá los republicanos a otra cómoda mayoría en noviembre, o sea en el CX congreso”, proclamaba su vocero Ronald Bonjeau, en una muestra de escaso realismo. Varios analistas creen ya que el oficialismo no retendrá el control de la cámara baja.
Foley “ha dejado la banca con deshonor y las acciones penales en este asunto seguirán adelante. Pero Hastert continúa trabajando para mejorar la posición del partido en la cámara”, gorjeaba Bonjeau. Olvidando un detalle: su jefe está involucrado en el manto de silencio desplegado desde abril hasta que estalló el escándalo y pueden procesarlo por encubrimiento.
Miembros de ambos partidos, inclusive conservadores, sostienen que cualquier dirigente parlamentario que conocía el asunto, y no hizo nada, debe apartarse. “Hastert es el primero que debe irse, pero no el único. No vamos a salir de esto mientras no tengamos líderes creíbles”. Asì subraya Richard Viguerie, un dirigente conservador.
Foley no mejoró su posición al revelar, el miércoles, que es homosexual y fue corrompido por un sacerdote católico cuando era un mozalbete. Esto ya parece una novela de Roger Peyrefitte, pero en Washington, no en el Vaticano.
En lo tocante a la Casa Blanca, la consigna parece ser –por ahora- un cauto silencio. Georpe W.Bush se limitó a señalar que estaba muy molesto, pero su esposa Laura y su madre Barbara criticaron duramente a Foley y Hastert. Lo mismo hizo Condoleezza Rice.