Peligra el voto republicano por el escándalo en torno de Foley

Según algunas encuestas, casi la mitad de quienes votaron al oficialismo en 2004 no volvería a hacerlo en noviembre. Amén de los fracasos en Afganistán e Irak, pesan el caso de Mark Foley y su encubrimiento durante meses.

6 octubre, 2006

Las nuevos sondeos sacan de quicio a George W.Bush, su asesor clave (Karl Rove) y su eminencia gris, el vicepresidente Richard Cheney. Rover era muy allegado a Foley, que encabezaba un comité contra la perversión sexual. También amigo de Jeb Bush, gobernador de Florida –estado que representaba el hoy ex diputado-, era un enemigo de Charles Darwin. Como se encargan de recordar cientos de humoristas gráficos, toto eso es una mezcla justa para hundir la campaña electoral.

Muy presionado, el republicano Dennis Hastert (presidente de la cámara baja) se resistía a renunciar a esa función. Varios analistas creen que acabará haciéndolo, pues lo arrastrará el escándalo creado por Foley y el envío de e-mails pornográficos protagonizados por menores a otros menores.

El “Washington times”, periódico conservador pro republicano controlado por el grupo Moon, acusa a Hastert por “no prestar mucha atención a denuncias que venían circulando desde abril sobre Foley y sus mensajes. Ante semejante falta de acción, Hastert no tiene otra salida que dimitir al cargo, aunque el partido esté en plena campaña electoral”. Por supusto, la justicia lo investiga por encubrimiento en una causa penal. Además, ahora una comisión bicameral interviene en el asunto.

El jefe de los diputados insiste en que no sabía nada de Foley ni sus correos electrónicos con sexo explícito, enviados a jóvenes pasantes que ofician de “pajes” –algo así como botones- en el congreso. De ellos partieron las primeras denuncias, meses atrás, sin que Hastert o otros movieran un dedo. El jueves, un medio virtual (“Drudge report”) sostuvo que todo era una broma entre amigos, pero se trata del mismo vocero de la derecha ultraconservadora que exageraba groseramente los devaneos de William Clinton con Monica Levinsky (inclusive con fotos trucadas).

Hastert “ha conducido y conducirá los republicanos a otra cómoda mayoría en noviembre, o sea en el CX congreso”, proclamaba su vocero Ronald Bonjeau, en una muestra de escaso realismo que arrancó sonrisas a muchos legisladores. Entretanto, parece difìcil que el oficialismo retenga el control de la cámara baja.

Foley “ha dejado la banca con deshonor y las acciones penales en este asunto seguirán adelante. Pero Hastert continúa trabajando para mejorar la posición del partido”, gorjeaba Bonjeau. Olvidando un detalle: su jefe está involucrado en el manto de silencio desplegado desde abril hasta que estalló el escándalo.

Miembros de ambos partidos sostienen que cualquier dirigente parlamentario que conocía el asunto, y no hizo nada, tiene que apartarse. “Hastert es el primero que debe irse, pero no el único. No vamos a salir de esto mientras no tengamos líderes éticamente creíbles”. Asì subraya Richard Viguerie, un dirigente conservador.

Foley no mejoró su posición al revelar que es homosexual y fue iniciado por un sacerdote católico cuando era mozo. Esto ya parece una novela de Roger Peyrefitte, pero instalada en Washington, no en la iglesia romana. Algunos hablan ya de “Foleygate” o “pagegate”.

En lo tocante a la Casa Blanca, la consigna parece ser –por ahora- la discreción. Bush se limitó a señalar que estaba muy molesto, pero su esposa Laura y su madre Barbara criticaron duramente a Foley y Hastert. Lo mismo hizo Condoleezza Rice.

Las nuevos sondeos sacan de quicio a George W.Bush, su asesor clave (Karl Rove) y su eminencia gris, el vicepresidente Richard Cheney. Rover era muy allegado a Foley, que encabezaba un comité contra la perversión sexual. También amigo de Jeb Bush, gobernador de Florida –estado que representaba el hoy ex diputado-, era un enemigo de Charles Darwin. Como se encargan de recordar cientos de humoristas gráficos, toto eso es una mezcla justa para hundir la campaña electoral.

Muy presionado, el republicano Dennis Hastert (presidente de la cámara baja) se resistía a renunciar a esa función. Varios analistas creen que acabará haciéndolo, pues lo arrastrará el escándalo creado por Foley y el envío de e-mails pornográficos protagonizados por menores a otros menores.

El “Washington times”, periódico conservador pro republicano controlado por el grupo Moon, acusa a Hastert por “no prestar mucha atención a denuncias que venían circulando desde abril sobre Foley y sus mensajes. Ante semejante falta de acción, Hastert no tiene otra salida que dimitir al cargo, aunque el partido esté en plena campaña electoral”. Por supusto, la justicia lo investiga por encubrimiento en una causa penal. Además, ahora una comisión bicameral interviene en el asunto.

El jefe de los diputados insiste en que no sabía nada de Foley ni sus correos electrónicos con sexo explícito, enviados a jóvenes pasantes que ofician de “pajes” –algo así como botones- en el congreso. De ellos partieron las primeras denuncias, meses atrás, sin que Hastert o otros movieran un dedo. El jueves, un medio virtual (“Drudge report”) sostuvo que todo era una broma entre amigos, pero se trata del mismo vocero de la derecha ultraconservadora que exageraba groseramente los devaneos de William Clinton con Monica Levinsky (inclusive con fotos trucadas).

Hastert “ha conducido y conducirá los republicanos a otra cómoda mayoría en noviembre, o sea en el CX congreso”, proclamaba su vocero Ronald Bonjeau, en una muestra de escaso realismo que arrancó sonrisas a muchos legisladores. Entretanto, parece difìcil que el oficialismo retenga el control de la cámara baja.

Foley “ha dejado la banca con deshonor y las acciones penales en este asunto seguirán adelante. Pero Hastert continúa trabajando para mejorar la posición del partido”, gorjeaba Bonjeau. Olvidando un detalle: su jefe está involucrado en el manto de silencio desplegado desde abril hasta que estalló el escándalo.

Miembros de ambos partidos sostienen que cualquier dirigente parlamentario que conocía el asunto, y no hizo nada, tiene que apartarse. “Hastert es el primero que debe irse, pero no el único. No vamos a salir de esto mientras no tengamos líderes éticamente creíbles”. Asì subraya Richard Viguerie, un dirigente conservador.

Foley no mejoró su posición al revelar que es homosexual y fue iniciado por un sacerdote católico cuando era mozo. Esto ya parece una novela de Roger Peyrefitte, pero instalada en Washington, no en la iglesia romana. Algunos hablan ya de “Foleygate” o “pagegate”.

En lo tocante a la Casa Blanca, la consigna parece ser –por ahora- la discreción. Bush se limitó a señalar que estaba muy molesto, pero su esposa Laura y su madre Barbara criticaron duramente a Foley y Hastert. Lo mismo hizo Condoleezza Rice.

Compartir:
Notas Relacionadas

Suscripción Digital

Suscríbase a Mercado y reciba todos los meses la mas completa información sobre Economía, Negocios, Tecnología, Managment y más.

Suscribirse Archivo Ver todos los planes

Newsletter


Reciba todas las novedades de la Revista Mercado en su email.

Reciba todas las novedades