viernes, 22 de noviembre de 2024

Argentina y Brasil, a la hora de la verdad

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Ambos países con nuevos gobiernos (aunque de distinto origen) enfrentan problemas similares, en el plano interno y externo. Sin un Mercosur con coherencia, no hay mucho futuro en la relación de este pacto regional.
 

La semana pasada tuvo lugar una reunión entre el flamante presidente de Brasil, Michel Temer, y Mauricio Macri. Si bien en términos formales se buscó poner de relieve la relación comercial entre Brasil y Argentina, con especial foco en el Mercosur, de manera simbólica se abrió camino a una etapa de mayor apertura al mundo, corrección de desequilibrios y una creciente búsqueda de inversiones extranjeras. Así lo explica el último informe de la consultora Ecolatina.

Como en muchos otros momentos de la historia, la actualidad de ambos países los coloca en situaciones económicas parecidas. Tras un extenso período bajo un mismo ciclo político, recientemente ambos países han renovado sus presidentes (en el caso de Brasil, el cambio no estuvo exento de controversias, ya que Temer formaba parte del mismo gobierno que reemplazó), los cuales comparten el objetivo de corregir los desequilibrios existentes para volver a colocar a las economías en un sendero de crecimiento sostenido, del que estuvieron fuera en los últimos años.

En lo que respecta a Brasil, el deterioro del resultado fiscal, la aceleración de la inflación, el atraso del tipo de cambio, la profundización de déficit de cuenta corriente y la creciente dependencia del ingreso de capitales, sumado a un frente internacional más adverso, se tradujeron en un deterioro progresivo de la actividad: tras el estancamiento en 2014 y la contracción de 3,8% del PBI en 2015, en el primer semestre de este año la actividad acumula una caída promedio de 4,6% i.a.

Por su parte, en los últimos cuatro años la actividad de Argentina también se estancó y los desafíos económicos del gobierno actual son ya de conocimiento público: reducir la inflación, corregir precios relativos, recomponer el resultado fiscal, además de revertir los problemas de descapitalización productiva y fragilidad social heredados del deterioro de la inversión de los últimos años.

Más allá del paralelismo entre ambos países, el escenario actual toma relevancia por la fuerte correlación entre las economías, y si bien los canales de interrelación van en ambas direcciones (lo que ocurre en el país vecino tiene impacto sobre la actividad local, y viceversa), desde el plano estrictamente comercial Argentina tiene una mayor dependencia de lo que sucede en Brasil. Bajo este marco, analizar la dinámica del flujo bilateral de los últimos años no sólo resalta la importancia de la coyuntura actual del país vecino, sino también la importancia de su recuperación a la que apuesta el nuevo gobierno.

 

Brasil en nuestro comercio externo

 

Como es sabido, históricamente la economía de Brasil y la nuestra han estado vinculadas de manera muy estrecha. Pero desde el punto de vista comercial la relación no es simétrica: mientras que ocupamos el tercer puesto en el intercambio que mantiene este país con el resto del mundo (secundando a China y Estados Unidos, nuestra participación en el comercio exterior brasileño apenas supera 6,5% del total), Brasil es nuestro principal socio, representando alrededor del 25% del intercambio comercial argentino.

Más aún, si consideramos particularmente las ventas externas, Brasil adquiere el 20% de nuestras exportaciones, en tanto Argentina es el cuarto destino de las colocaciones brasileñas, representando sólo el 7% de las mercancías totales enviadas por el país al resto del mundo. La importancia de nuestras exportaciones a Brasil es incluso mayor en sectores particulares, tal como las manufacturas de origen industrial, donde el 40% de las ventas al exterior están dirigidas a nuestro principal socio comercial.

Dado el elevado peso que tiene el país vecino dentro de nuestras exportaciones, resulta oportuno entender el impacto de Brasil sobre el canal comercial, que actúa básicamente sobre dos vías. Por un lado, dadas las complementariedades en la producción, el crecimiento del país vecino tracciona nuestras exportaciones por la mayor demanda (efecto cantidad). Pero por el lado de la rivalidad entre las economías, el grado de competitividad externa impacta negativamente sobre el comercio bilateral: por caso, en la medida en que nuestra moneda se aprecie respecto de la de Brasil, resulta más difícil colocar nuestras mercancías en su país (efecto precio).

Desde la salida de la crisis de la Convertibilidad y hasta 2010 estos dos factores fueron relativamente en la misma dirección: Brasil mostró un sostenido crecimiento (+4,4% promedio por año entre 2003-2010) y su moneda se encareció notablemente (el Real brasileño se apreció más de 40% nominalmente en el período), abaratando nuestros bienes incluso a pesar del proceso inflacionario local.

Como resultado de este fenómeno, las exportaciones de nuestro país a Brasil aumentaron más que las dirigidas al resto del mundo, de modo que su participación en nuestras exportaciones se elevó 5,5 puntos porcentuales durante este período, pasando de 15,8% del total en 2003 a 21,2% en 2010. Al mismo tiempo, durante estos años Argentina consiguió mantener su posición dentro del comercio brasileño (en torno al 8,5% del total de las importaciones del país vecinos), de modo que la demanda de nuestro productos estuvo en línea con la de sus otros socios comerciales.

A partir de 2011, Argentina comenzó a perder participación dentro de las compras del país vecino, coincidentemente con el momento en que nuestra economía dio las primeras señales de agotamiento y se profundizó el deterioro comercial a raíz de las restricciones cambiarias. A pesar de la pérdida de importancia de Argentina en el comercio de Brasil, durante ese año y el siguiente, nuestras ventas al país vecino continuaron mostrando una mejor performance que las dirigidas al resto del mundo, dando indicios de que, gracias a la fortaleza de su economía (y su moneda), el mercado brasileño seguía siendo un bastión para nuestro comercio externo.

Sin embargo este escenario se revirtió en 2014, donde además de que los problemas de nuestro país siguieron socavando el intercambio con Brasil, las ventas de Argentina al país vecino cayeran por encima del promedio, dando cuenta del impacto de las dificultades interna de la economía brasileña sobre el comercio local: tras alcanzar un máximo de casi 22% en 2013, el año pasado la participación de Brasil en nuestras exportaciones se redujo a 18% del total. En contraposición a lo ocurrido al comienzo de la década, en los últimos dos años, tanto la contracción del PBI brasileño como la depreciación de Real conspiraron en contra de las ventas externas a nuestro principal socio comercial.

Dejando atrás la experiencia de los últimos años, la pregunta inmediata que surge es cómo jugaron estos dos factores (el efecto cantidad y el efecto precio) en 2016, en medio justamente de la transición política de ambos países. Por un lado, cuando lo analizamos desde la óptica local, no se observa una mejora respecto de la experiencia de 2014-2015, por el contrario el deterioro se profundizó: mientras que las exportaciones argentinas a Brasil cayeron 20% i.a. en los primeros ocho meses del año, las dirigidas al resto del mundo crecieron 2,3% i.a. Este fenómeno deja en claro que la mejora relativa de la competitividad de nuestro país (la devaluación de comienzo de año se conjugó con la revaluación del Real brasileño tras el cambio de gobierno) fue insuficiente para contrarrestar la caída de la demanda interna de Brasil.

Sin embargo, cuando analizamos el vínculo comercial desde el lado de Brasil se observa una mejora en el año: pese a la fuerte contracción de nuestras exportaciones a Brasil, las compras del país vecino al resto del mundo cayeron incluso a un mayor ritmo (-20% i.a. vs. -25%i.a. acumulado a agosto, respectivamente). Más aún, el dato de septiembre muestra que mientras que las importaciones de Brasil del resto del mundo disminuyeron 10% i.a., las provenientes de nuestro país aumentaron 5% i.a. (la segunda suba interanual consecutiva). Esta evidencia refuerza la idea de que la caída de nuestras exportaciones a Brasil de este año responde más a los factores internos del país vecino que a las condiciones locales.

 

La esperada recuperación

 

Luego de varios años en que nuestro país perdiera terreno dentro del comercio de Brasil, en lo que va de 2016 la participación de las exportaciones argentinas en el país vecino, aunque en el margen, volvió a aumentar. De cualquier manera, la relación bilateral está lejos de ser lo suficientemente dinámica como para generar beneficios mutuos. La evidencia de este año muestra que, pese a la mejora de la competitividad cambiaria, la crisis de Brasil sigue impactando con mayor fuerza sobre nuestras ventas. Este fenómeno resalta la importancia de la situación económica de nuestro principal socio comercial y como su recuperación se vuelve una variable clave para definir las posibilidades locales de crecimiento.

 

 

la hora de la verdad

 

Ambos países con nuevos gobiernos (aunque de distinto origen) enfrentan problemas similares, en el plano interno y externo. Sin un Mercosur con coherencia, no hay mucho futuro en la relación de este pacto regional.

 

La semana pasada tuvo lugar una reunión entre el flamante presidente de Brasil, Michel Temer, y Mauricio Macri. Si bien en términos formales se buscó poner de relieve la relación comercial entre Brasil y Argentina, con especial foco en el Mercosur, de manera simbólica se abrió camino a una etapa de mayor apertura al mundo, corrección de desequilibrios y una creciente búsqueda de inversiones extranjeras. Así lo explica el último informe de la consultora Ecolatina.

Como en muchos otros momentos de la historia, la actualidad de ambos países los coloca en situaciones económicas parecidas. Tras un extenso período bajo un mismo ciclo político, recientemente ambos países han renovado sus presidentes (en el caso de Brasil, el cambio no estuvo exento de controversias, ya que Temer formaba parte del mismo gobierno que reemplazó), los cuales comparten el objetivo de corregir los desequilibrios existentes para volver a colocar a las economías en un sendero de crecimiento sostenido, del que estuvieron fuera en los últimos años.

En lo que respecta a Brasil, el deterioro del resultado fiscal, la aceleración de la inflación, el atraso del tipo de cambio, la profundización de déficit de cuenta corriente y la creciente dependencia del ingreso de capitales, sumado a un frente internacional más adverso, se tradujeron en un deterioro progresivo de la actividad: tras el estancamiento en 2014 y la contracción de 3,8% del PBI en 2015, en el primer semestre de este año la actividad acumula una caída promedio de 4,6% i.a.

Por su parte, en los últimos cuatro años la actividad de Argentina también se estancó y los desafíos económicos del gobierno actual son ya de conocimiento público: reducir la inflación, corregir precios relativos, recomponer el resultado fiscal, además de revertir los problemas de descapitalización productiva y fragilidad social heredados del deterioro de la inversión de los últimos años.

Más allá del paralelismo entre ambos países, el escenario actual toma relevancia por la fuerte correlación entre las economías, y si bien los canales de interrelación van en ambas direcciones (lo que ocurre en el país vecino tiene impacto sobre la actividad local, y viceversa), desde el plano estrictamente comercial Argentina tiene una mayor dependencia de lo que sucede en Brasil. Bajo este marco, analizar la dinámica del flujo bilateral de los últimos años no sólo resalta la importancia de la coyuntura actual del país vecino, sino también la importancia de su recuperación a la que apuesta el nuevo gobierno.

 

Brasil en nuestro comercio externo

 

Como es sabido, históricamente la economía de Brasil y la nuestra han estado vinculadas de manera muy estrecha. Pero desde el punto de vista comercial la relación no es simétrica: mientras que ocupamos el tercer puesto en el intercambio que mantiene este país con el resto del mundo (secundando a China y Estados Unidos, nuestra participación en el comercio exterior brasileño apenas supera 6,5% del total), Brasil es nuestro principal socio, representando alrededor del 25% del intercambio comercial argentino.

Más aún, si consideramos particularmente las ventas externas, Brasil adquiere el 20% de nuestras exportaciones, en tanto Argentina es el cuarto destino de las colocaciones brasileñas, representando sólo el 7% de las mercancías totales enviadas por el país al resto del mundo. La importancia de nuestras exportaciones a Brasil es incluso mayor en sectores particulares, tal como las manufacturas de origen industrial, donde el 40% de las ventas al exterior están dirigidas a nuestro principal socio comercial.

Dado el elevado peso que tiene el país vecino dentro de nuestras exportaciones, resulta oportuno entender el impacto de Brasil sobre el canal comercial, que actúa básicamente sobre dos vías. Por un lado, dadas las complementariedades en la producción, el crecimiento del país vecino tracciona nuestras exportaciones por la mayor demanda (efecto cantidad). Pero por el lado de la rivalidad entre las economías, el grado de competitividad externa impacta negativamente sobre el comercio bilateral: por caso, en la medida en que nuestra moneda se aprecie respecto de la de Brasil, resulta más difícil colocar nuestras mercancías en su país (efecto precio).

Desde la salida de la crisis de la Convertibilidad y hasta 2010 estos dos factores fueron relativamente en la misma dirección: Brasil mostró un sostenido crecimiento (+4,4% promedio por año entre 2003-2010) y su moneda se encareció notablemente (el Real brasileño se apreció más de 40% nominalmente en el período), abaratando nuestros bienes incluso a pesar del proceso inflacionario local.

Como resultado de este fenómeno, las exportaciones de nuestro país a Brasil aumentaron más que las dirigidas al resto del mundo, de modo que su participación en nuestras exportaciones se elevó 5,5 puntos porcentuales durante este período, pasando de 15,8% del total en 2003 a 21,2% en 2010. Al mismo tiempo, durante estos años Argentina consiguió mantener su posición dentro del comercio brasileño (en torno al 8,5% del total de las importaciones del país vecinos), de modo que la demanda de nuestro productos estuvo en línea con la de sus otros socios comerciales.

A partir de 2011, Argentina comenzó a perder participación dentro de las compras del país vecino, coincidentemente con el momento en que nuestra economía dio las primeras señales de agotamiento y se profundizó el deterioro comercial a raíz de las restricciones cambiarias. A pesar de la pérdida de importancia de Argentina en el comercio de Brasil, durante ese año y el siguiente, nuestras ventas al país vecino continuaron mostrando una mejor performance que las dirigidas al resto del mundo, dando indicios de que, gracias a la fortaleza de su economía (y su moneda), el mercado brasileño seguía siendo un bastión para nuestro comercio externo.

Sin embargo este escenario se revirtió en 2014, donde además de que los problemas de nuestro país siguieron socavando el intercambio con Brasil, las ventas de Argentina al país vecino cayeran por encima del promedio, dando cuenta del impacto de las dificultades interna de la economía brasileña sobre el comercio local: tras alcanzar un máximo de casi 22% en 2013, el año pasado la participación de Brasil en nuestras exportaciones se redujo a 18% del total. En contraposición a lo ocurrido al comienzo de la década, en los últimos dos años, tanto la contracción del PBI brasileño como la depreciación de Real conspiraron en contra de las ventas externas a nuestro principal socio comercial.

Dejando atrás la experiencia de los últimos años, la pregunta inmediata que surge es cómo jugaron estos dos factores (el efecto cantidad y el efecto precio) en 2016, en medio justamente de la transición política de ambos países. Por un lado, cuando lo analizamos desde la óptica local, no se observa una mejora respecto de la experiencia de 2014-2015, por el contrario el deterioro se profundizó: mientras que las exportaciones argentinas a Brasil cayeron 20% i.a. en los primeros ocho meses del año, las dirigidas al resto del mundo crecieron 2,3% i.a. Este fenómeno deja en claro que la mejora relativa de la competitividad de nuestro país (la devaluación de comienzo de año se conjugó con la revaluación del Real brasileño tras el cambio de gobierno) fue insuficiente para contrarrestar la caída de la demanda interna de Brasil.

Sin embargo, cuando analizamos el vínculo comercial desde el lado de Brasil se observa una mejora en el año: pese a la fuerte contracción de nuestras exportaciones a Brasil, las compras del país vecino al resto del mundo cayeron incluso a un mayor ritmo (-20% i.a. vs. -25%i.a. acumulado a agosto, respectivamente). Más aún, el dato de septiembre muestra que mientras que las importaciones de Brasil del resto del mundo disminuyeron 10% i.a., las provenientes de nuestro país aumentaron 5% i.a. (la segunda suba interanual consecutiva). Esta evidencia refuerza la idea de que la caída de nuestras exportaciones a Brasil de este año responde más a los factores internos del país vecino que a las condiciones locales.

 

La esperada recuperación

 

Luego de varios años en que nuestro país perdiera terreno dentro del comercio de Brasil, en lo que va de 2016 la participación de las exportaciones argentinas en el país vecino, aunque en el margen, volvió a aumentar. De cualquier manera, la relación bilateral está lejos de ser lo suficientemente dinámica como para generar beneficios mutuos. La evidencia de este año muestra que, pese a la mejora de la competitividad cambiaria, la crisis de Brasil sigue impactando con mayor fuerza sobre nuestras ventas. Este fenómeno resalta la importancia de la situación económica de nuestro principal socio comercial y como su recuperación se vuelve una variable clave para definir las posibilidades locales de crecimiento.

 

 

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