Con una inflación mensual de 1,6% en junio de 2025, Argentina se ubicó en el noveno lugar entre las economías con mayor inflación del mundo, de acuerdo con estimaciones privadas y datos de organismos multilaterales. A pesar de la desaceleración observada en el primer semestre del año, el índice continúa siendo cuatro veces superior al promedio latinoamericano, reflejando una estabilidad precaria.
Según los últimos reportes internacionales, países como Zimbabue (8.600%), Sudán (840%), Sudán del Sur (492%) y Venezuela (más de 180%) encabezan el ranking mundial por inflación anual. Más cerca del registro argentino se ubican Nigeria (33%), Turquía (31%) y Egipto (20%). Con una inflación interanual del 39,4% y una proyección similar para el cierre de 2025, Argentina lidera la región sudamericana en este indicador.
La dinámica escalonada del descenso
La trayectoria inflacionaria argentina no respondió a un patrón clásico de desinflación contractiva. De acuerdo con la consultora Maynard, el descenso se produjo por escalones sucesivos, no por una curva descendente sostenida.
Luego del shock devaluatorio y la liberalización de precios relativos a fines de 2023, la inflación cayó inicialmente debido al efecto inmediato del pass through. En mayo-agosto de 2024, se estabilizó en un primer escalón de 4-5% mensual, y entre septiembre y febrero, bajó a 2-3% mensual. Las expectativas de devaluación asociadas al inminente levantamiento del cepo cambiario provocaron un repunte en marzo-abril (3-4%), seguido por una nueva baja —ya sin expectativas de devaluación inminente— hacia 1,5-2% en mayo y 1,6% en junio.
Los instrumentos utilizados
La política económica implementó anclas nominales múltiples: atraso cambiario, apertura de importaciones, techo a las paritarias salariales y acuerdos de precios con grandes cadenas de consumo masivo. Todo esto ocurrió mientras la base monetaria se duplicaba durante la actual gestión.
Así, se logró contener el alza de precios sin un ajuste monetario ortodoxo, lo cual contradice la narrativa oficial centrada en la emisión como causa principal de la inflación. La estrategia aplicada se acerca más a un esquema heterodoxo, basado en la coordinación sectorial y el congelamiento de precios clave.
Herencia y disrupción
El ritmo inflacionario heredado, según Maynard, era inferior al percibido en la coyuntura post-electoral. Durante 2022, el índice se había reducido la inflación de 7,5% a 5% mensual. El proceso, de no haber mediado la sequía, apuntaba a un descenso hacia 2-3% mensual a fines de 2023.
La sequía provocó la pérdida de divisas por unos US$ 30.000 millones, acelerando los precios por la vía alimentaria en el primer semestre y generando cuatro devaluaciones en el segundo. En consecuencia, la inflación alcanzó un pico de 12,8% en noviembre de 2023.
Los diagnósticos de Gabriel Rubinstein (2-3%), Carlos Rodríguez (6%) y la propia consultora Maynard coincidieron en que el nuevo gobierno no recibió una hiperinflación, sino una inercia en proceso de desaceleración, interrumpida por factores extraordinarios.
Inflación contenida o postergada
A pesar de la baja nominal, persisten distorsiones profundas. La inflación actual está contenida por el estancamiento económico, el atraso tarifario, la represión salarial y el dólar oficial congelado. Si esas condiciones se relajan, es probable que los precios vuelvan a acelerarse.
El exministro Domingo Cavallo estimó que, en condiciones de normalización macroeconómica, la inflación mensual efectiva rondaría el 6%, una cifra que colocaría a Argentina entre los países con mayor inflación del planeta, junto a Yemen.
Una pausa inestable
El escenario actual ofrece una tregua estadística, no estructural. La inflación bajó sin recesión monetaria, pero a través de mecanismos que no pueden sostenerse en el mediano plazo sin generar efectos colaterales. Como en otros momentos de su historia, Argentina se estabiliza más por agotamiento que por reforma, más por demora que por solución.
En el ranking global de precios, el país continúa entre los diez primeros. Y en un contexto de desinflación global, ese lugar —aunque más bajo que en 2023— sigue siendo demasiado alto.












