¿Argentina causa una crisis entre mandos medios en Washington?

Medios conservadores creen que Nicholas Burns metió la pata criticando a Buenos Aires frente a diplomáticos latinoamericanos. En cambio, otros ven una movida de John Negroponte contra Thomas Shannon y, por elevación, Condoleezza Rice.

25 marzo, 2007

En realidad, Shannon es jefe de Burns, como subsecretario para asuntos regionales. Por su parte, Negroponte le fue impuesto a Rice como subsecretario. El antiguo promotor de golpes militares en Latinoamérica tiene mayor jerarquía que Shannon, a quien detesta. Sus mentores son el vicepresidente Richard Cheney y Karl Rove, máximo asesor de George W.Bush, hoy bajo fuego por el escándalo de los fiscales despedidos en 2006.

El objetivo real de Negroponte es desalojar a Rice y reincorporar a John Bolton, pintoresco ultraconservador cuyos dislates verbales le hicieron perder la embajada ante Naciones Unidas. Ahora, Burns parece imitarlo. A tal punto que habituales voceros periodísticos de la Casa Blanca sostienen que se equivocó gruesamente en el ataque al gobierno argentino.

Sin entender el contexto iberoamericano, quiso fustigar a Néstor Kirchner pos sus frecuentes críticas a Bush y, de paso, defender los intereses de un fondo especulativo estadounidense en el caso Transener. También censuró la última visita de Hugo Chávez a Buenos Aires (mientras Tabaré Vázquez cortejaba a Bush en Colonia). Lo peor, empero, es que Burns maltrató al embajador argentino ante diplomáticos, medios y expertos en temas regionales. Negroponte no lo habría hecho peor.

José Octavio Bordón, un mendocino por demás moderado y muy distinto a Kirchner, se vio forzado a replicar para no quedar en postura desairada. Obviamente, Burns complica innecesariamente las relaciones con Argentina (que no es Venezuela) e inquieta a Brasil, la potencia regional. De paso, desvirtúa la táctica Rice-Shannon -ignorar a Chávez- subrayando que Argentina le permitió a Chávez “insultar a un tercer presidente mientras éste visitaba un cuarto país, Uruguay”.

Sin duda, los excesos de Burns benefician electoralmente a los Kirchner (Néstor y Cristina), pues más de tres cuartos de la opinión pública rechaza a Bush, inclusive quienes no gustan de Chávez. Ahora, los corrillos en Washington y Miami –donde se montan las operaciones contra latinoamericanos “indeseables”- barajan dos posibilidades: la renuncia de Burns por torpe o la de Shannon, porque un funcionario de tercera le arruinó la estrategia continental, quizás inducido por Negroponte.

En realidad, Shannon es jefe de Burns, como subsecretario para asuntos regionales. Por su parte, Negroponte le fue impuesto a Rice como subsecretario. El antiguo promotor de golpes militares en Latinoamérica tiene mayor jerarquía que Shannon, a quien detesta. Sus mentores son el vicepresidente Richard Cheney y Karl Rove, máximo asesor de George W.Bush, hoy bajo fuego por el escándalo de los fiscales despedidos en 2006.

El objetivo real de Negroponte es desalojar a Rice y reincorporar a John Bolton, pintoresco ultraconservador cuyos dislates verbales le hicieron perder la embajada ante Naciones Unidas. Ahora, Burns parece imitarlo. A tal punto que habituales voceros periodísticos de la Casa Blanca sostienen que se equivocó gruesamente en el ataque al gobierno argentino.

Sin entender el contexto iberoamericano, quiso fustigar a Néstor Kirchner pos sus frecuentes críticas a Bush y, de paso, defender los intereses de un fondo especulativo estadounidense en el caso Transener. También censuró la última visita de Hugo Chávez a Buenos Aires (mientras Tabaré Vázquez cortejaba a Bush en Colonia). Lo peor, empero, es que Burns maltrató al embajador argentino ante diplomáticos, medios y expertos en temas regionales. Negroponte no lo habría hecho peor.

José Octavio Bordón, un mendocino por demás moderado y muy distinto a Kirchner, se vio forzado a replicar para no quedar en postura desairada. Obviamente, Burns complica innecesariamente las relaciones con Argentina (que no es Venezuela) e inquieta a Brasil, la potencia regional. De paso, desvirtúa la táctica Rice-Shannon -ignorar a Chávez- subrayando que Argentina le permitió a Chávez “insultar a un tercer presidente mientras éste visitaba un cuarto país, Uruguay”.

Sin duda, los excesos de Burns benefician electoralmente a los Kirchner (Néstor y Cristina), pues más de tres cuartos de la opinión pública rechaza a Bush, inclusive quienes no gustan de Chávez. Ahora, los corrillos en Washington y Miami –donde se montan las operaciones contra latinoamericanos “indeseables”- barajan dos posibilidades: la renuncia de Burns por torpe o la de Shannon, porque un funcionario de tercera le arruinó la estrategia continental, quizás inducido por Negroponte.

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