Antisemitismo, una vieja lacra que hoy se recicla en Polonia

Un declarado enemigo de los judíos es hoy uno de dos viceprimeros ministros. El otro es un católico ultramontano. Aparte, son respectivamente titulares de educación y agricultura. Polonia genera alarma en Bruselas, aunque no en Washington.

9 mayo, 2006

La propia iglesia romana polaca está asustada ante las alianzas que tejen los mellizos Kacynski (Lech preside el país, Jaroslav el partido oficialista) y el primer ministro, Kazimierz Marcinkiewicz. Los personajes en cuestión se llaman Roman Gyertich y Andrzej Lepper. El segundo no será ultracatólico, pero admita al régimen comunista de Rusia Blanca, satélite de Rusia. Ambos detestan a los judíos, una constante histórica en Polonia, Lituania y Ucrania occidental, contra la cual Karol Wojtyla –luego papa Juan Pablo II- luchó toda su vida.

Lepper encabeza Samoobrona (Autodefensa), una especie de Schützabteilung (SA, 1924/34) hostil a judíos, musulmanes y la Unión Europea. Gyertich dirige la Liga de familias, un partido de extrema derecha, menos populista que Autodefensa, pero también hostil al judaismo y otras religiones. “Al lado de esta gente, Jean-Marie Le Pen o Jörg Haidar no tienen ni con qué empezar”, señalaba el diario alemán “Die Welt”.

“Las ominosas sombras que se ciernen sobre Polonia y los silencios en la Unión Europea comienzan a inquietar a la opinión pública occidental”, subraya Sergio Luzzatto, benjamín de una antigua y prestigiosa familia judía italiana. Cabe agregar que tampoco se notan reacciones entre agrupaciones judías de las Américas, donde los medios no prestan atención a Varsovia. Tampoco la prestaban en los años 30.

Lepper, ex funcionario comunista y boxeador, repite constantemente lo mismo: “El peor enemigo de la nación polaca es la nación judía”. Sólo le falta un retrato del mariscal Józef Pilsudski, dictador entre ambas guerra mundiales. “Parece que, en el oeste, el antisemitismo o el antijudaísmo preocupan sólo si hablan en alemán”, reflexiona Luzzatto.

Pero, subraya, “Polonia es un país de 40 millones. Históricamente, siempre ha sido un bastión ante el este europeo y el extinto imperio Otomano”. Por otro lado, la trayectoria del antisemitismo en ese país data del siglo XIV cuando, unido a Lituania, ocupaba lo que hoy es Rusia Blanca, Ucrania occidental y Moldavia. Exactamente, la “zona”, donde surgieron los primeros pogrom, protagonizados por cosacos tanto polacos como ucranianos.

Todavía en plena II guerra mundial, rememora Luzzatto, “las órdenes para exterminar judíos, eslavos y gitanos salían de oficinas alemanas, pero redactadas en polaco, rumano, húngaro y croata”. Después de todo, Auschwitz es sólo la forma germana de Oswiecim.

La propia iglesia romana polaca está asustada ante las alianzas que tejen los mellizos Kacynski (Lech preside el país, Jaroslav el partido oficialista) y el primer ministro, Kazimierz Marcinkiewicz. Los personajes en cuestión se llaman Roman Gyertich y Andrzej Lepper. El segundo no será ultracatólico, pero admita al régimen comunista de Rusia Blanca, satélite de Rusia. Ambos detestan a los judíos, una constante histórica en Polonia, Lituania y Ucrania occidental, contra la cual Karol Wojtyla –luego papa Juan Pablo II- luchó toda su vida.

Lepper encabeza Samoobrona (Autodefensa), una especie de Schützabteilung (SA, 1924/34) hostil a judíos, musulmanes y la Unión Europea. Gyertich dirige la Liga de familias, un partido de extrema derecha, menos populista que Autodefensa, pero también hostil al judaismo y otras religiones. “Al lado de esta gente, Jean-Marie Le Pen o Jörg Haidar no tienen ni con qué empezar”, señalaba el diario alemán “Die Welt”.

“Las ominosas sombras que se ciernen sobre Polonia y los silencios en la Unión Europea comienzan a inquietar a la opinión pública occidental”, subraya Sergio Luzzatto, benjamín de una antigua y prestigiosa familia judía italiana. Cabe agregar que tampoco se notan reacciones entre agrupaciones judías de las Américas, donde los medios no prestan atención a Varsovia. Tampoco la prestaban en los años 30.

Lepper, ex funcionario comunista y boxeador, repite constantemente lo mismo: “El peor enemigo de la nación polaca es la nación judía”. Sólo le falta un retrato del mariscal Józef Pilsudski, dictador entre ambas guerra mundiales. “Parece que, en el oeste, el antisemitismo o el antijudaísmo preocupan sólo si hablan en alemán”, reflexiona Luzzatto.

Pero, subraya, “Polonia es un país de 40 millones. Históricamente, siempre ha sido un bastión ante el este europeo y el extinto imperio Otomano”. Por otro lado, la trayectoria del antisemitismo en ese país data del siglo XIV cuando, unido a Lituania, ocupaba lo que hoy es Rusia Blanca, Ucrania occidental y Moldavia. Exactamente, la “zona”, donde surgieron los primeros pogrom, protagonizados por cosacos tanto polacos como ucranianos.

Todavía en plena II guerra mundial, rememora Luzzatto, “las órdenes para exterminar judíos, eslavos y gitanos salían de oficinas alemanas, pero redactadas en polaco, rumano, húngaro y croata”. Después de todo, Auschwitz es sólo la forma germana de Oswiecim.

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