jueves, 2 de enero de 2025

Alimentos inflados por especulación. Hambre e ira en varios países

spot_img

Sólo en Latinoamérica y según la Cepal, millones caerán en la pobreza si los gobiernos no hacen algo. Como en el resto del mundo subdesarrollado –“emergente” es un mal chiste-, nadie sabe bien qué sería ese algo.

José Luis Machinea, secretario de la comisión económica para América latina y el Caribe (la sigla debiera ser “cepalc”), abandonó el habitual limbo de los funcionarios multilaterales y manifestó alarma por el alza de trigo, arroz, maíz y oleaginosas. Quizá porque la violencia en Haití y la que se prepara en Bolivia o Paraguay ya no pueden pasarse por alto.

En Haití, la hambruna llega a niveles inéditos, aun para ese desgraciado país, económicamente inviable desde hace generaciones: una cabeza de puente del África subsahariana a este lado del Atlántico. Durante 2007 y el primer cuarto de 2008, los precios internacionales de alimentos basicos para cualquier país pobre han crecido 45%.

La causa real del fenómeno tiene mucho que ver con mercados especulativos –futuros, opciones, derivados- virtualmente intocables. Eso implica gobiernos cerntrales incapaces de tomar la iniciativa contra los excesos globalizadores de Chicago (granos, oleaginosas), Nueva York o Londres (crudos). Pero, en lo tocante a alimentos, su aumento involucra factores sociales y políticos. Entre ellos, la creciente demanda de China e India, debido paradójicamente a la prosperidad de sus clases urbanas.

A criterio de la Cepal, un incremento de 15% en los precios mundiales (especulativos, ergo irracionales) promueve 12,7 a 16% los niveles de indigencia adicionales. En la región, esto puede afectar a hasta 15.700.000 habitantes, un guarismo superior a la población de algunos países.

Sin duda, hambre e irritación social son palpables alrededor del planeta. La crisis de oferta alcanza, inclusive en Estados Unidos –así señalan las bancarrotas de cadenas minoristas-, a estamentos medios y medios bajos, ya golpeados por la crisis hipotecaria. Em el resto del mundo, escasez y carestía desestabilizan gobiernos.

En Egipto, verbigracia, el ejército honea pan para evitarque los aumentos de precios se vuelvan contra un régimen de suyo corrupto y autoritario. En Malasia, relativamente próspera, la coalición gobernante casi cae, víctima de votantes furiosos ante el alza de alimentos y combustibles. “Es la peor crisis de su tipo en más de treinta años”, sostiene Jeffrey Sachs, economista y asesor jefe de Ban Ki-mun, secretario de la ONU. “Obviamente, afecta cada día a más gobiernos y sus costos sociopolíticos pueden ser enormes, presume quien creara el foro de Davos (hoy apenas un “lobby” empresario).

Por cierto, este incremento de materias primas es el mayor desde el vivido en tiempos de Richard Nixon. Pero en la actualidad hay menos margen para soluciones: la intangibilidad de los mercados especulativos –físicos, financieros-, herencia del extinto consenso de Washingon (1989), se combina con la creciente demanda de países en desarrollo (China, India, Brasil, Vietnam, etc.).

No existe una cartilla pata afrontar el desastre. En Asia oriental y meridional, se intentan medidas para evitar que comerciantes y la población acumulen arroz por las dudas. En Indonesia (220 millones de habitantes), por ejemplo, para prevenir protestas el gobierno revisó el presupuesto de este año y ekevò en US$ 280 millones los subsidios alimentarios directos.

Los dirigentes que se hacen los distraídos pagan altos precios. Así, en Haití el presidente René Préval sostuvo que “si la gente puede comprarse celulares, debiera poder alimentos a sus familias. Quienes protestan que vengan a buscarme al palacio de gobierno”. Fueron de a miles y Préval se escondió tras sus guardias y las fuerzas de la ONU. Eso acabó con el primer ministro Jacques-Édouard Aléxis. Algo de razón tenía (en las villas miseria de Buenos Aires, sobran celulares pero los chicos andan descalzos), pero su actitud era perdonavidas.

José Luis Machinea, secretario de la comisión económica para América latina y el Caribe (la sigla debiera ser “cepalc”), abandonó el habitual limbo de los funcionarios multilaterales y manifestó alarma por el alza de trigo, arroz, maíz y oleaginosas. Quizá porque la violencia en Haití y la que se prepara en Bolivia o Paraguay ya no pueden pasarse por alto.

En Haití, la hambruna llega a niveles inéditos, aun para ese desgraciado país, económicamente inviable desde hace generaciones: una cabeza de puente del África subsahariana a este lado del Atlántico. Durante 2007 y el primer cuarto de 2008, los precios internacionales de alimentos basicos para cualquier país pobre han crecido 45%.

La causa real del fenómeno tiene mucho que ver con mercados especulativos –futuros, opciones, derivados- virtualmente intocables. Eso implica gobiernos cerntrales incapaces de tomar la iniciativa contra los excesos globalizadores de Chicago (granos, oleaginosas), Nueva York o Londres (crudos). Pero, en lo tocante a alimentos, su aumento involucra factores sociales y políticos. Entre ellos, la creciente demanda de China e India, debido paradójicamente a la prosperidad de sus clases urbanas.

A criterio de la Cepal, un incremento de 15% en los precios mundiales (especulativos, ergo irracionales) promueve 12,7 a 16% los niveles de indigencia adicionales. En la región, esto puede afectar a hasta 15.700.000 habitantes, un guarismo superior a la población de algunos países.

Sin duda, hambre e irritación social son palpables alrededor del planeta. La crisis de oferta alcanza, inclusive en Estados Unidos –así señalan las bancarrotas de cadenas minoristas-, a estamentos medios y medios bajos, ya golpeados por la crisis hipotecaria. Em el resto del mundo, escasez y carestía desestabilizan gobiernos.

En Egipto, verbigracia, el ejército honea pan para evitarque los aumentos de precios se vuelvan contra un régimen de suyo corrupto y autoritario. En Malasia, relativamente próspera, la coalición gobernante casi cae, víctima de votantes furiosos ante el alza de alimentos y combustibles. “Es la peor crisis de su tipo en más de treinta años”, sostiene Jeffrey Sachs, economista y asesor jefe de Ban Ki-mun, secretario de la ONU. “Obviamente, afecta cada día a más gobiernos y sus costos sociopolíticos pueden ser enormes, presume quien creara el foro de Davos (hoy apenas un “lobby” empresario).

Por cierto, este incremento de materias primas es el mayor desde el vivido en tiempos de Richard Nixon. Pero en la actualidad hay menos margen para soluciones: la intangibilidad de los mercados especulativos –físicos, financieros-, herencia del extinto consenso de Washingon (1989), se combina con la creciente demanda de países en desarrollo (China, India, Brasil, Vietnam, etc.).

No existe una cartilla pata afrontar el desastre. En Asia oriental y meridional, se intentan medidas para evitar que comerciantes y la población acumulen arroz por las dudas. En Indonesia (220 millones de habitantes), por ejemplo, para prevenir protestas el gobierno revisó el presupuesto de este año y ekevò en US$ 280 millones los subsidios alimentarios directos.

Los dirigentes que se hacen los distraídos pagan altos precios. Así, en Haití el presidente René Préval sostuvo que “si la gente puede comprarse celulares, debiera poder alimentos a sus familias. Quienes protestan que vengan a buscarme al palacio de gobierno”. Fueron de a miles y Préval se escondió tras sus guardias y las fuerzas de la ONU. Eso acabó con el primer ministro Jacques-Édouard Aléxis. Algo de razón tenía (en las villas miseria de Buenos Aires, sobran celulares pero los chicos andan descalzos), pero su actitud era perdonavidas.

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO