Alemania: un discípulo clave de Schröder en el gabinete

Esta semana, la democristiana Angela Merkel será canciller de la “grosse Koalition”. Su equipo incluirá a Franz-Walter Steinmeier en relaciones exteriores. En ese punto, las negociaciones habrán llevado más de un mes.

17 octubre, 2005

Merkel será la “primera primera ministra” en la historia de la Alemania unificada, que arranca con Otto von Birsmarck (1871). Paradójicamente, el “canciller de hierro” –enemigo del papado- exhibía ideas más progresistas que las de los democristianos actuales, adalides del mercado y hoy distantes del Vaticano en materia socioeconómica.

Ni siquiera el ingreso al gabinete de Steinmeier (confirmado por Franz Müntefering, presidente del partido socialdemócrata) alcanza para modificar el sesgo duro del próximo gobierno en cuanto a lo social y laboral. Tampoco pesará mucho, al principio, el propio Müntefering, como vicecanciller de Merkel.

No obstante, el hecho de que ese dirigente asuma también la cartera de asuntos sociales permite vislumbrar otras posibilidades. Así, si la gestión de la bisoña Merkel afrontase serios problemas o quedase trabada, el presidente del partido socialdemócrata debería tomar la riendas.

Sea como fuere, las negociaciones no han terminado. En efecto, el miércoles se inicia otra etapa: el debate en torno del programa de gobierno. Ahí tallará otro peso pesado socialdemócrata, Peter Steinbrück, ex “premier” de Rin septentrional-Westfalia y futuro ministro de Hacienda. Se trata del mayor aliado potencial de Merkel, pues apoya las reformas pro mercado que comparten ésta y Gerhard Schröder (causas de la feroz derrota electoras en ese estado clave, la renuncia del ex canciller y los recientes comicios anticipados).

Por supuesto, la gran coalición se basa en un programa netamente derechista, orientado a la banca y al sector privado. Pero la prolongada contracción económica que atraviesa Alemania, el descenso del consumo y el aumento del desempleo pueden provocar una crisis temprana en el seno de los socialdemócratas.

Inclusive, es factible que, en el parlamento, la nueva izquierda –liderada por Oskar Lafontaine, carismático ex correligionario de Schröder- atraiga legisladores socialdemócratas, desilusionados por el nuevo programa de gobierno. A su vez, el sector democristiano afín a Benito XVI tal vez no vote todo lo que pida Merkel, una figura no comparable con Margaret Thatcher en cuanto a energía y experiencia.

Merkel será la “primera primera ministra” en la historia de la Alemania unificada, que arranca con Otto von Birsmarck (1871). Paradójicamente, el “canciller de hierro” –enemigo del papado- exhibía ideas más progresistas que las de los democristianos actuales, adalides del mercado y hoy distantes del Vaticano en materia socioeconómica.

Ni siquiera el ingreso al gabinete de Steinmeier (confirmado por Franz Müntefering, presidente del partido socialdemócrata) alcanza para modificar el sesgo duro del próximo gobierno en cuanto a lo social y laboral. Tampoco pesará mucho, al principio, el propio Müntefering, como vicecanciller de Merkel.

No obstante, el hecho de que ese dirigente asuma también la cartera de asuntos sociales permite vislumbrar otras posibilidades. Así, si la gestión de la bisoña Merkel afrontase serios problemas o quedase trabada, el presidente del partido socialdemócrata debería tomar la riendas.

Sea como fuere, las negociaciones no han terminado. En efecto, el miércoles se inicia otra etapa: el debate en torno del programa de gobierno. Ahí tallará otro peso pesado socialdemócrata, Peter Steinbrück, ex “premier” de Rin septentrional-Westfalia y futuro ministro de Hacienda. Se trata del mayor aliado potencial de Merkel, pues apoya las reformas pro mercado que comparten ésta y Gerhard Schröder (causas de la feroz derrota electoras en ese estado clave, la renuncia del ex canciller y los recientes comicios anticipados).

Por supuesto, la gran coalición se basa en un programa netamente derechista, orientado a la banca y al sector privado. Pero la prolongada contracción económica que atraviesa Alemania, el descenso del consumo y el aumento del desempleo pueden provocar una crisis temprana en el seno de los socialdemócratas.

Inclusive, es factible que, en el parlamento, la nueva izquierda –liderada por Oskar Lafontaine, carismático ex correligionario de Schröder- atraiga legisladores socialdemócratas, desilusionados por el nuevo programa de gobierno. A su vez, el sector democristiano afín a Benito XVI tal vez no vote todo lo que pida Merkel, una figura no comparable con Margaret Thatcher en cuanto a energía y experiencia.

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