Ahora, la SEC empieza a ocuparse de grandes estafas
A un financista tejano, la Securities & Exchange Commission (Comisión federal de valores) lo procesa por un presunto fraude de US$ 9.000 millones. Es la misma entidad que, en tiempos de George W. Bush, no se fijaba tanto es esas cosas.
19 febrero, 2009


<p>Se trata de Robert Allen Stanford, émulo de Bernard Madoff y dueño del <em>Stanford International Bank</em> en Antigua & Barbuda. Son dos islotes teóricamente independientes, al centro del archipiélago de Sotavento, cuyo negocio real –como el de casi todos esos miniestados- es servir como puntos extraterritoriales (off shore) para capitales turbios.</p>
<p>Según la SEC, Stanford seducía inversores millonarios –caen fácil, como lo demuestran las víctimas de Madoff- ofreciendo seguridad y altas utilidades en plazos relativamente breves. No juntó los US$ 50.000 millones de su rival neoyorquino, pero US$ 9.000 millones no es moco de pavo y supera varios productos brutos internos periféricos.</p>
<p>La cueva del tejano operaba con plazos fijos cuyos certificados no estaban cubiertos por el seguro federal (FDIC) en Estados Unidos. Llegó a juntar vía el SIB y sociedades fantasmas vinculadas. Buena parte de los incautos eran latinoamericanos que tampoco declaraban sus fortunas como era debido.</p>
<p>El fraude se basaba en “instrumentos financieros líquidos” (derivativos cortos). Según explicaba Stanford, un hombre simpático de porte senatorial –lo definiría Pelham G. Wodelhouse-, “esas colocaciones son supervisadas por un equipo de veinte analistas”. De ese modo, explica Linda Thomsen (directora de inspecciones en la SEC), “el banquero y un grupito de parientes perpetraron una serie de fraudes”. Esta vez, la Comisión pudo congelar activos del personaje, sus cómplices, el banco y dos subsidiarias. <br />
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