Acreedores privados: sigue la ofensiva sobre Argentina

Tras el acuerdo, un “lobby” difundió su reciente reclamo al FMI: suspender negociaciones. Mientras, se aprovecha para presionar con vistas al próximo vencimiento y el vicepresidente del Bundesbank alemán critica al gobierno en Buenos Aires.

10 marzo, 2004

En carta elevada a Shakur Shaalam, ejecutivo del Fondo Monetario, un grupo de gestores financieros reclamaba poner a la Argentina en estado de incumplimiento de pagos (una de las acepciones de “default”). Subscriben el texto, entre otros, Charles Dallara –Instituto de Finanzas Internacionales- y Abigail McKenna, jefa de otro “lobby”, la Asociación de Acreedores de Mercados Emergentes.

La nota data del viernes 5 y censura la “inflexibilidad del gobierno argentino, que insiste en una quita de 90% en términos de valor neto”. Curiosamente, tramos del texto coinciden con una violenta diatriba del analista chileno Ricardo Hausmann, publicada esta semana. Además, los firmantes sostienen que el llamado Comité Global de Acreedores –tenedores de bonos- tiene amplia representatividad y “no debe ser cuestionado”.

Entretanto, el aparato mediático afín a ese mismo comité anunciaba –para hoy miércoles- una “audiencia en el Senado estadounidense para tratar la crisis argentina”. En realidad, serán dos reuniones en el subcomité de finanzas y comercio internacional (no una sesión del cuerpo).

La primera contará con la presencia de Rogelio Noriega, subsecretario de Estado para Latinoamérica, y Randolph Quarles, subsecretario de Hacienda para asuntos internacionales. El temario no se limita a la Argentina y abarca otros países de la región.

El segundo encuentro, dedicado sí al problema argentino, incluye a Michael Mussa –ex funcionario y duro crítico del Fondo-, Dallara y Adam Lerrick. Otrora promotor de la “quiebra soberana” (como mecanismo para licuar deudas imposibles de pagar), asesora hoy al comité global.

Preparando el clima, Jürgen Stark –vicepresidente del Bundesbank de visita en Buenos Aires- criticó duramente “la mucha paciencia del FMI para con Argentina”. Tras señalar que hablaba “por toda la Unión Europea”, el alto funcionario creó dudas sobre el voto del emisor alemán “cuando el directorio del FMI trate la segunda revisión del acuerdo”.

En un tiro por elevación a Washington, Stark recordó que “la UE aporta al Fondo el doble que Estados Unidos”. De paso, sostuvo que el Grupo de los 7 piensa como él.

Todo eso lo dijo en una conferencia e invitado por el propio Banco Central. Apartándose del texto adelantado a las autoridades, el vice del Bundesbank exigió taxativamente “avances concretos en las negociaciones con los acreedores privados y mejora del superávit primario para atender sus reclamos”.

En declaraciones posteriores, Stark instó a acelerar la reforma bancaria –para compensar a las entidades privadas por la pesificación asimétrica- y la restructuración de la deuda externa. “En los 90 hubo buena relación entre deudores y acreedores pero, en los últimos dos años, no se contribuyó a recobrar la confianza de los bonistas”.

En síntesis, el vice del Bundesbank elogió la gestión económica de 1990-2001, en cuyo curso la sobrevaluación del peso gestó el déficit fiscal y el endeudamiento externo. Ambos factores desembocaron en la actual crisis de solvencia. Como para no dejar dudas sobre su percepción del gobierno argentino, Stark citó una revista financiera: “el populismo es una enfermedad crónica de Latinoamérica que aleja inversores e impide el crecimiento”.

En carta elevada a Shakur Shaalam, ejecutivo del Fondo Monetario, un grupo de gestores financieros reclamaba poner a la Argentina en estado de incumplimiento de pagos (una de las acepciones de “default”). Subscriben el texto, entre otros, Charles Dallara –Instituto de Finanzas Internacionales- y Abigail McKenna, jefa de otro “lobby”, la Asociación de Acreedores de Mercados Emergentes.

La nota data del viernes 5 y censura la “inflexibilidad del gobierno argentino, que insiste en una quita de 90% en términos de valor neto”. Curiosamente, tramos del texto coinciden con una violenta diatriba del analista chileno Ricardo Hausmann, publicada esta semana. Además, los firmantes sostienen que el llamado Comité Global de Acreedores –tenedores de bonos- tiene amplia representatividad y “no debe ser cuestionado”.

Entretanto, el aparato mediático afín a ese mismo comité anunciaba –para hoy miércoles- una “audiencia en el Senado estadounidense para tratar la crisis argentina”. En realidad, serán dos reuniones en el subcomité de finanzas y comercio internacional (no una sesión del cuerpo).

La primera contará con la presencia de Rogelio Noriega, subsecretario de Estado para Latinoamérica, y Randolph Quarles, subsecretario de Hacienda para asuntos internacionales. El temario no se limita a la Argentina y abarca otros países de la región.

El segundo encuentro, dedicado sí al problema argentino, incluye a Michael Mussa –ex funcionario y duro crítico del Fondo-, Dallara y Adam Lerrick. Otrora promotor de la “quiebra soberana” (como mecanismo para licuar deudas imposibles de pagar), asesora hoy al comité global.

Preparando el clima, Jürgen Stark –vicepresidente del Bundesbank de visita en Buenos Aires- criticó duramente “la mucha paciencia del FMI para con Argentina”. Tras señalar que hablaba “por toda la Unión Europea”, el alto funcionario creó dudas sobre el voto del emisor alemán “cuando el directorio del FMI trate la segunda revisión del acuerdo”.

En un tiro por elevación a Washington, Stark recordó que “la UE aporta al Fondo el doble que Estados Unidos”. De paso, sostuvo que el Grupo de los 7 piensa como él.

Todo eso lo dijo en una conferencia e invitado por el propio Banco Central. Apartándose del texto adelantado a las autoridades, el vice del Bundesbank exigió taxativamente “avances concretos en las negociaciones con los acreedores privados y mejora del superávit primario para atender sus reclamos”.

En declaraciones posteriores, Stark instó a acelerar la reforma bancaria –para compensar a las entidades privadas por la pesificación asimétrica- y la restructuración de la deuda externa. “En los 90 hubo buena relación entre deudores y acreedores pero, en los últimos dos años, no se contribuyó a recobrar la confianza de los bonistas”.

En síntesis, el vice del Bundesbank elogió la gestión económica de 1990-2001, en cuyo curso la sobrevaluación del peso gestó el déficit fiscal y el endeudamiento externo. Ambos factores desembocaron en la actual crisis de solvencia. Como para no dejar dudas sobre su percepción del gobierno argentino, Stark citó una revista financiera: “el populismo es una enfermedad crónica de Latinoamérica que aleja inversores e impide el crecimiento”.

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