La ola de versiones lanzada en sábado y domingo incluía simulaciones de “default” argentino –en verdad, omisión de un pago- con el Fondo Monetario en el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Pero, no obstante la sujeción de ambas entidades a Washington, no podía confirmarse el trascendido. Lo único concreto es que ambas entidades evaluaban la situación y sus opciones.
En realidad, la “noticia” se originó en la publicación de una nómina de países endeudados con el FMI. Al frente marchan Brasil y Turquía, con Argentina en tercer lugar (alrededor de US$ 13.000 millones). En cuanto al BM, va quinta (poco menos de US$ 9.000 millones). Y al BID le adeuda casi 8.000 millones.
Entretanto, el sábado, Néstor Kirchner se reunió en Santa Cruz con algunos colaboradores. Lo curioso es que, el domingo, todavía no se confirmase otro rumor (bloqueo de la cuenta argentina en el propio FMI, para diferir el pago de los US$ 3.150 millones que vencen el martes) y se publicaran “cuatro nuevas condiciones” que se agregarían a las metas fiscales comprometidas (y cumplidas, hasta ahora).
Siempre según versiones sin fuente clara, la primera condición sería “trato preferencial al comité global de tenedores de bonos”. En realidad, un “lobby” de fondos buitres y estudios jurídicos, cuya representación es muy parcial, pues hay veinte grupos fuera del comité.
En estrecha conexión y contra las normas habituales en materia de concursos (fijadas por la Financial Accounting Standards Board), el Fondo exigiría llevar de 66,66 a 80% el mínimo de votos para aceptar la propuesta argentina de refinanciamiento. Naturalmente, el piso buscado por el presidente (50%) tampoco es real, en tanto Roberto Lavagna prefiere atenerse a la FASB.
La tercera condición supuestamente impuesta por el FMI –que no es agente cobrador de acreencias privadas- implicaría que ninguna entidad involucrada en la renegociación pudiera retirarse antes de finalizada.
Pero lo que siembra más dudas sobre el trascendido es la cuarta cláusula: Argentina no debiera firmar el acuerdo definitivo con los acreedores (en verdad, un grupo entre 21) antes de septiembre. Esto choca con el reclamo clave de Anne Krueger, vicedirectora del FMI en ejercicio de la dirección, cifrado en cerrar trato lo antes posible.
En realidad, el gobierno preparaba un decreto para contratar bancos a cargo del canje de bonos y la salida del concurso (que algunos llaman “default”). Al mismo tiempo, conversaciones entre Lavagna y la secretaría de Hacienda (EE.UU.) evidenciaban que tres de las cuatro “exigencias” no provenían del FMI, sino que fueron planteadas por el comité de bonistas.
Desde otra perspectiva, la edición diaria por Internet del semanario “The Economist” ha generado un debate sobre la sucesión de Horst Köhler al frente del organismo. Tras describir la ambivalencia del gobierno norteamericano ante situaciones extremas (Brasil, Turquía, Argentina) y las presiones para perdonar la deuda de Irak, se sugiere la posibilidad de elegir nuevo director gerente fuera de Europa occidental.
El influyente medio conservador menciona Asia oriental y Latinoamérica. Pero sólo lanza un nombre: el brasileño Pedro Malan, cerebro de la notable reforma monetaria efectuada hace pocos años en su país. Entre otros motivos, porque “tal vez la próxima crisis financiera surja en Europa misma”.
La ola de versiones lanzada en sábado y domingo incluía simulaciones de “default” argentino –en verdad, omisión de un pago- con el Fondo Monetario en el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. Pero, no obstante la sujeción de ambas entidades a Washington, no podía confirmarse el trascendido. Lo único concreto es que ambas entidades evaluaban la situación y sus opciones.
En realidad, la “noticia” se originó en la publicación de una nómina de países endeudados con el FMI. Al frente marchan Brasil y Turquía, con Argentina en tercer lugar (alrededor de US$ 13.000 millones). En cuanto al BM, va quinta (poco menos de US$ 9.000 millones). Y al BID le adeuda casi 8.000 millones.
Entretanto, el sábado, Néstor Kirchner se reunió en Santa Cruz con algunos colaboradores. Lo curioso es que, el domingo, todavía no se confirmase otro rumor (bloqueo de la cuenta argentina en el propio FMI, para diferir el pago de los US$ 3.150 millones que vencen el martes) y se publicaran “cuatro nuevas condiciones” que se agregarían a las metas fiscales comprometidas (y cumplidas, hasta ahora).
Siempre según versiones sin fuente clara, la primera condición sería “trato preferencial al comité global de tenedores de bonos”. En realidad, un “lobby” de fondos buitres y estudios jurídicos, cuya representación es muy parcial, pues hay veinte grupos fuera del comité.
En estrecha conexión y contra las normas habituales en materia de concursos (fijadas por la Financial Accounting Standards Board), el Fondo exigiría llevar de 66,66 a 80% el mínimo de votos para aceptar la propuesta argentina de refinanciamiento. Naturalmente, el piso buscado por el presidente (50%) tampoco es real, en tanto Roberto Lavagna prefiere atenerse a la FASB.
La tercera condición supuestamente impuesta por el FMI –que no es agente cobrador de acreencias privadas- implicaría que ninguna entidad involucrada en la renegociación pudiera retirarse antes de finalizada.
Pero lo que siembra más dudas sobre el trascendido es la cuarta cláusula: Argentina no debiera firmar el acuerdo definitivo con los acreedores (en verdad, un grupo entre 21) antes de septiembre. Esto choca con el reclamo clave de Anne Krueger, vicedirectora del FMI en ejercicio de la dirección, cifrado en cerrar trato lo antes posible.
En realidad, el gobierno preparaba un decreto para contratar bancos a cargo del canje de bonos y la salida del concurso (que algunos llaman “default”). Al mismo tiempo, conversaciones entre Lavagna y la secretaría de Hacienda (EE.UU.) evidenciaban que tres de las cuatro “exigencias” no provenían del FMI, sino que fueron planteadas por el comité de bonistas.
Desde otra perspectiva, la edición diaria por Internet del semanario “The Economist” ha generado un debate sobre la sucesión de Horst Köhler al frente del organismo. Tras describir la ambivalencia del gobierno norteamericano ante situaciones extremas (Brasil, Turquía, Argentina) y las presiones para perdonar la deuda de Irak, se sugiere la posibilidad de elegir nuevo director gerente fuera de Europa occidental.
El influyente medio conservador menciona Asia oriental y Latinoamérica. Pero sólo lanza un nombre: el brasileño Pedro Malan, cerebro de la notable reforma monetaria efectuada hace pocos años en su país. Entre otros motivos, porque “tal vez la próxima crisis financiera surja en Europa misma”.