<p>En rigor, el trasfondo de tanto descalabro es un fenómeno iniciado en el siglo 18, la urbanización en occidente, a su vez fruto del capitalismo. En esta especie de poscapitalismo iniciado en los años 90, el actual “verano loco” castiga la América anglosajona, gran parte de Eurasia y una franja de África. Por ejemplo, la sequía y los consiguientes incendios rurales en Rusia carecen de precedentes conocidos desde que existen registros (alrededor de 130 años).<br />
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También son inéditas las arrasadoras lluvias que, en Pakistán, han dejado sin techo a nada menos que a 20 millones de personas. En este caso, la juventud del país –fue creado en 1947- obligará a examinar las estadísticas de la ex India británica, establecida en 1772.<br />
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Resulta irónico que Rusia, vieja escéptica en materia de contaminación y ambiente, sea hoy golpeada con intensidad inaudita por un fenómeno claramente ligado al efecto invernadero. Más irónico y ya trágico es que la mayoría de los países principales siga sin tomar estos desastres en serio, como piden –nada menos- las grandes aseguradoras y reaseguradoras occidentales.<br />
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En verdad, Estados Unidos, China, Rusia, India, Brasil, Japón, Gran Bretaña, Francia y muchos otros estados se resisten a generar o fomentar opinión sobre estos descalabros “naturales”. Como apunta el prestigioso dirigente italiano Giovanni Sartori, “estamos ante un colapso ecológico que puede tornar inviable al planeta”. No sólo a su mitad septentrional, pues “los maremotos en el sudeste asiático u Oceanía, los terremotos de Chile y las avalanchas brasileñas han ocurrido en el hemisferio sur”, puntualizaba del veterano ambientalista danés Bjørn Lomborg.<br />
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Al respecto, se da una situación cruelmente irónica: los mayores defensores del equilibrio ecológico viven en sociedades limpias y muy avanzadas. O, en el otro extremo, son pueblos aborígenes (“originarios” es un dislate en boga) que, como las tribus amazónicas, defienden su terruño. En cierto sentido, se trata de dos entre varias “minorías calificadas” que los poderes de la tierra no escuchan. Pero “la indiferencia de las clases políticas también afecta a la comunidad científica”. <br />
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¿Acaso medio mundo vive ya un megadesorden climático?
Veranos ardientes, diluvios, inundaciones, sequías, aluviones e incendios castigan desde hace dos años el hemisferio norte. Todo eso sintetizado en un agujero de ozono durante cuatro décadas atacado por obra humana: las emisiones tipo invernadero.