<p>Varios analistas del sector privado señalan, ahora, que Bernanke deberá dedicar el segundo mandato a una misión que no le gusta y estaba pensada para Summers. A saber, una reforma financiera capaz de prevenir nuevas crisis –como la que temen Nouriel Roubini o Stephen Roach- y convencer a Wall Street de que la Reserva Federal no saldrá al rescate cuando los banqueros metan la pata. <br />
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Pero, durante el simposio del fin de semana en Jackson Hole (donde ya sabían de la confirmación en desmedro de Summers), Charles Goodhart era escéptico. Este gurú –escuela de Economía, Londres, LSE- sostuvo que “los bancos centrales ya no pueden imponer buena conducta a los mercados especulativos con medidas ambiguas”. Si bien respaldó a Bernanke, lo instó a “pensar de otro modo en cuanto a supervisar la banca privada”.<br />
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Era en verdad el cometido originalmente asignado a Summers que, entretanto, hacía tiempo como asesor económico de Obama. Algunos legisladores suspicaces ven la mano de Paul Volcker, también cercano al presidente. Si hubiese substituido a Bernanke, Summers podría haber eclipsado en prestigio al ex jefe de la RF, algo que Alan Greenspan no logró.<br />
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“Tras siete meses de gestión Obama, Summers no tiene hoy adonde ir” apunta Rogoff, amigo personal suyo. Probablemente, el mal carácter se añadió al poderoso “lobby” de la banca privada contra el secretario del Tesoro bajo William Clinton, cuya esposa Hillary lo apoyaba en esta oportunidad. No hace mucho, Summers dio el portazo en Harvard, harto de pelearse con el claustro docente. Sea como fuere, desde ahora Bernanke vivirá entre la espada, Washington y – precisamente- la pared, Wall Street.</p>
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A Summers, no a Bernanke, apostaban los demócratas
Barack Obama optó por Wall Street y los banqueros. Dejó fuera a Lawrence Summers, más apropiado para drásticas reformas que el conservador Benjamin Bernanke. Eso creen Keneth Rogoff (Harvard) y David Axelrod, asesor político del presidente.