Una grave denuncia liquida al secretario de ejército en EE.UU.

En un panorama menos tenso en Levante, de pronto George W.Bush sufre un duro revés interno. Revelaciones sobre maltrato de soldados heridos desencadenaron un escándalo y provocaron ya dos dimisiones o despidos.

3 marzo, 2007

“Cuando las cosas parecían encaminarse, el peculiar talento de este gobierno ha generado una crisis donde no debieran existir. Nada menos que en la estructura militar”, señalaba el sábado el “New York times”. Entre jueves y viernes, en efecto, debieron ires el mayor general George Weightmann y el secretario de ejército, Francis Harvey. Pero el escándalo data de hace dos semanas, cuando el “Washington post” (una tribuna de al-Qa’eda, sostuvo Weightman) hizo las primeras revelaciones.

Soldados heridos procedentes de Irak, Afganistán y Pakistán eran atendidos en condiciones precarias, nada menos que la estrella de la salud militar, el hospital Walter Reed. El diario mostraba moho en los cuartos, agujeros en los cielorrasos, ratas y cucarachas corriendo por todas partes, como en cualquier clínica tercermundista. Por otra parte, los heridos debían soportar larga demoras y pésimo trato por parte de los burócratas.

El congreso, el Pentágono y Bush mismo exigieron abrir sumarios. Esta semana, se formó una comisión bipartidaria y luego echaron a los máximos responsable del sistema en el ejército. Con más de 3.200 bajas acumuladas en la guerra iraquí y el agravamiento del conflicto en Afganistán-Pakistán, lo que menos necesitaba la Casa Blanca era ese asunto.

Entretanto, en Oriente medio, Condoleezza Rice reaccionaba con cautela a las declaraciones de Ajmadinedyad. Por otro lado, empero, la prensa anglosajona trata la guerra a Irán como una hipótesis más de trabajo, o sea la ve factible.

Surgía, en realidad, un conflicto interno de Washington. De acuerdo con el semanario “New Yorker”, el Pentágono puede lanzarse sobre Irán a las 24 horas de recibir la orden presidencial, sin fijarse cuál es la actitud del congreso. Por el contrario, el “Sunday times” sostiene que esa orden generará una revuelta entre los altos mandos militares: cuatro o cinco generales y almirantes renunciarán, una forma típica de insubordinación.

Seymour Hersh, el principal columnista de la revista, cree que los bombardeos alcanzarán instalaciones nucleares, puertos, aeropuertos y cuarteles, sin descartar la participación israelí. Washington y Tel Aviv buscarán una “reinvindicación” muy necesaria a dos gobiernos en aprietos y con fracasos en Irak o Líbano.

Por el contrario, a juicio del periódico dominical londinense, “los altos mandos saben que no podrán derrotar a Irán, al menos mientras Estados Unidos esté metido en las guerras civiles iraquí y afgana. No quieren otro conflicto armado, ni siquiera lo estiman factible”. Las fuentes del “Sunday times” (igual que las de “Times”, el ”Daily telegraph” y la BBC) son los servicios de inteligencia británicos mi5y mi6.

El informe inglés recuerda que Peter Pace (estado mayor conjunto y fundamentalista evangélico), el almirante Patrick Walsh (V flota: océano Índico, golfo Pérsico) y el general Michael Mosley (aeronáutica) se oponen a una guerra con Irán. Este grupo cree que “Washington provocará a Tehrán para tener un pretexto y atacar”, como señala Hillary Mann, ex funcionario de la Casa Blanca. Por su parte, la revista anuncia el empleo de “cuerpos especiales dedicados a incursiones en territorio enemigo” y el “Telegraph” revela que la CIA fomenta ya insurrecciones etnorreligiosas –kurdas, adzeríes, baluchis, árabes del Luristán- para aprovechar la debilidad del presidente Majmud Ajmadinedyad.

En el caso de los baluchis (sudoeste del país), la situación es peculiar. No tienen problemas con Tehrán y apoyan a sus congéneres separatistas al otro lado de la frontera, que pelean contra Pakistán junto a la rama afgana de al-Qa’eda. Históricamente, Baluchistán era –hasta 1895- la provincia meridional del reino afgano y a Pakistán recién lo inventaron en 1947.

Para complicar las cosas, Robert Gates, secretario de defensa y hombre de Bush padre, está con los mandos “palomas”. Al parecer, trata de formar alianza con Rices contra los ”patriotas exaltados” que encabeza el vicepresidente Richard Cheney, de quien se sospecha parece un mal terminal. Por su parte, Ajmadinedyad insiste en que su programa atómico no se detendrá, guerra o no guerra, aunque lo suyo parece más retórica que otra cosa.

Tres antecesores de Rice –Henry Kissinger, Zbigniev Brzezinski, Madeleine Albright- estiman que Tehrán eventualmemte negociará con los europeos. Lo que en verdad los preocupa es el belicismo
mesiánico de Cheney, el autismo de George W.Bush y el oportunismo de Ehud Olmert. En medio de tantas complicaciones y según indica “Los Ángeles times”, la Agencia internacional de energía atómica acusa la CIA de haberle pasado datos falsos sobre el arsenal protonuclear iraní. En otras palabras, se repiten los engaños que llevaron a invadir Irak en 2003. Sin embargo, estos días aparecen señales de distensión: EE.UU. aceptaría alguna forma de diálogo sobre Irak con Siria e Irán.

“Cuando las cosas parecían encaminarse, el peculiar talento de este gobierno ha generado una crisis donde no debieran existir. Nada menos que en la estructura militar”, señalaba el sábado el “New York times”. Entre jueves y viernes, en efecto, debieron ires el mayor general George Weightmann y el secretario de ejército, Francis Harvey. Pero el escándalo data de hace dos semanas, cuando el “Washington post” (una tribuna de al-Qa’eda, sostuvo Weightman) hizo las primeras revelaciones.

Soldados heridos procedentes de Irak, Afganistán y Pakistán eran atendidos en condiciones precarias, nada menos que la estrella de la salud militar, el hospital Walter Reed. El diario mostraba moho en los cuartos, agujeros en los cielorrasos, ratas y cucarachas corriendo por todas partes, como en cualquier clínica tercermundista. Por otra parte, los heridos debían soportar larga demoras y pésimo trato por parte de los burócratas.

El congreso, el Pentágono y Bush mismo exigieron abrir sumarios. Esta semana, se formó una comisión bipartidaria y luego echaron a los máximos responsable del sistema en el ejército. Con más de 3.200 bajas acumuladas en la guerra iraquí y el agravamiento del conflicto en Afganistán-Pakistán, lo que menos necesitaba la Casa Blanca era ese asunto.

Entretanto, en Oriente medio, Condoleezza Rice reaccionaba con cautela a las declaraciones de Ajmadinedyad. Por otro lado, empero, la prensa anglosajona trata la guerra a Irán como una hipótesis más de trabajo, o sea la ve factible.

Surgía, en realidad, un conflicto interno de Washington. De acuerdo con el semanario “New Yorker”, el Pentágono puede lanzarse sobre Irán a las 24 horas de recibir la orden presidencial, sin fijarse cuál es la actitud del congreso. Por el contrario, el “Sunday times” sostiene que esa orden generará una revuelta entre los altos mandos militares: cuatro o cinco generales y almirantes renunciarán, una forma típica de insubordinación.

Seymour Hersh, el principal columnista de la revista, cree que los bombardeos alcanzarán instalaciones nucleares, puertos, aeropuertos y cuarteles, sin descartar la participación israelí. Washington y Tel Aviv buscarán una “reinvindicación” muy necesaria a dos gobiernos en aprietos y con fracasos en Irak o Líbano.

Por el contrario, a juicio del periódico dominical londinense, “los altos mandos saben que no podrán derrotar a Irán, al menos mientras Estados Unidos esté metido en las guerras civiles iraquí y afgana. No quieren otro conflicto armado, ni siquiera lo estiman factible”. Las fuentes del “Sunday times” (igual que las de “Times”, el ”Daily telegraph” y la BBC) son los servicios de inteligencia británicos mi5y mi6.

El informe inglés recuerda que Peter Pace (estado mayor conjunto y fundamentalista evangélico), el almirante Patrick Walsh (V flota: océano Índico, golfo Pérsico) y el general Michael Mosley (aeronáutica) se oponen a una guerra con Irán. Este grupo cree que “Washington provocará a Tehrán para tener un pretexto y atacar”, como señala Hillary Mann, ex funcionario de la Casa Blanca. Por su parte, la revista anuncia el empleo de “cuerpos especiales dedicados a incursiones en territorio enemigo” y el “Telegraph” revela que la CIA fomenta ya insurrecciones etnorreligiosas –kurdas, adzeríes, baluchis, árabes del Luristán- para aprovechar la debilidad del presidente Majmud Ajmadinedyad.

En el caso de los baluchis (sudoeste del país), la situación es peculiar. No tienen problemas con Tehrán y apoyan a sus congéneres separatistas al otro lado de la frontera, que pelean contra Pakistán junto a la rama afgana de al-Qa’eda. Históricamente, Baluchistán era –hasta 1895- la provincia meridional del reino afgano y a Pakistán recién lo inventaron en 1947.

Para complicar las cosas, Robert Gates, secretario de defensa y hombre de Bush padre, está con los mandos “palomas”. Al parecer, trata de formar alianza con Rices contra los ”patriotas exaltados” que encabeza el vicepresidente Richard Cheney, de quien se sospecha parece un mal terminal. Por su parte, Ajmadinedyad insiste en que su programa atómico no se detendrá, guerra o no guerra, aunque lo suyo parece más retórica que otra cosa.

Tres antecesores de Rice –Henry Kissinger, Zbigniev Brzezinski, Madeleine Albright- estiman que Tehrán eventualmemte negociará con los europeos. Lo que en verdad los preocupa es el belicismo
mesiánico de Cheney, el autismo de George W.Bush y el oportunismo de Ehud Olmert. En medio de tantas complicaciones y según indica “Los Ángeles times”, la Agencia internacional de energía atómica acusa la CIA de haberle pasado datos falsos sobre el arsenal protonuclear iraní. En otras palabras, se repiten los engaños que llevaron a invadir Irak en 2003. Sin embargo, estos días aparecen señales de distensión: EE.UU. aceptaría alguna forma de diálogo sobre Irak con Siria e Irán.

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