La conflictividad, que afecta la reputación y la previsibilidad, que socava la simplicidad y la estabilidad necesarias, genera efectos. Argentina ha mantenido situaciones de discordia y ello no es neutro.
No puede sostenerse que los malos resultaos del comercio exterior sean imputables solamente a la conflictividad exhibida, sino que hay otros motivos (pueden señalarse los referidos al contexto macroeconómico local, o la falta de apertura de mercados a nivel internacional, entre otras razones), saca como conclusión el director general de Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), Marcelo Elizondo.
Pero sí debe señalase que la conciliativa afecta el ecosistema de negocios de las empresas, aclara.
Un conducta de construcción de acuerdos, de mantenimiento de relaciones virtuosas y cooperativas, de generación de vínculos con otros mercados, sería altamente favorable para recuperar una inserción externa que para las empresa argentinas es esquiva en los últimos años.
Los tratados
La Argentina se ha caracterizado, en los últimos años, por la conflictividad internacional. Pero esto ocurre mientras en el mundo los acuerdos y consensos crecen: desde 2005 se han celebrado 110 nuevos tratados para la apertura de mercados en todo el globo. La inconsistencia entre las prácticas argentinas y lo que predomina en el mundo es evidente, sostiene el informe “DNI” número 107.
Sea por problemas ante organismos internacionales (OMC, CIADI, Corte de La Haya, tribunales del Mercosur), por ruptura de tratados preexistentes (con México o Chile), por retrasos en la normalizaciones de obligaciones ante conjuntos de países organizados (Club de París), por denuncias ante organizaciones supranacionales (Consejo de Administración del Río de la Plata o Consejo de Ministros de la UE), por controversias bilaterales manifestadas a través de misivas expresas (Brasil o Gran Bretaña); en varios casos la Argentina ha tenido desde inicios de la segunda década del siglo XXI (como ya también ocurría antes) diversos tipos de diferencias internacionales formales.
El riesgo de esta conflictividad está dado en el hecho de que la suma de las exportaciones argentinas hacia todos los países afectados por diferencias con Argentina (51 países) según el último registro anual (2013) es de 58.261 millones de dólares. Esta cifra representa el 63,5% del total de exportaciones argentinas.
Además, se advierte que los resultados comerciales argentinos con estas contrapartes han mostrado efectos de estas rispideces: son malas las evoluciones de las relaciones comerciales con la mayoría de ellos, y cuanto peor es la conflictividad, peor el resultado (por ejemplo: cae la incidencia en el total de nuestras exportaciones a Europa, EEUU, o Chile, no crecen las ventas a China o México, cayeron las ventas a 10 miembros del Club de París).
Lo expuesto lleva a la conclusión de que, además de resolver problemas de entorno macroeconómico local y de iniciar virtuosas políticas de inserción internacional, Argentina debe desmantelar sus conflictividad sistémica si pretende mejorar sus resultados en las relaciones económicas internacionales
La conflictividad como práctica
Los países que más progresan (y mejoran la calidad de vida de sus ciudadanos) son los que combinan una inteligente inserción internacional, respeto por la legalidad y acuerdos que facilitan la inversión, las alianzas entre sus empresas y otras más allá de sus fronteras, y el comercio internacional.
Para ello, lo primero que hacen los países es respetarse. No implementan políticas de empobrecer al vecino que además empobrecen a ellos mismos. Lo segundo que hacen los países es promover acuerdos legales para fomentar la integración.
Desde 2005 se han celebrado en el mundo 110 nuevos acuerdos de distinto alcance económico. Mientras en 1980 la economía mundial exportó 17% de su producción, y en 2008 exportó 27%, está llegando en breve a exportar 40% del total.
La Argentina sigue otro rumbo. Controversias, aislamiento, desconfianza. Una buena arquitectura internacional (relaciones sistemáticas, constantes y virtuosas con otros países) y una creciente reputación (aquello que nos hace preferibles más allá de nuestras virtudes físicas) son antecedentes de mejor comercio transfronterizo, más inversión, más calificado empleo, y sofisticación de la producción. La sentencia de la OMC afecta aquellos ambos atributos (arquitectura y reputación). Pero nuestras políticas impiden el progreso.
Es inevitable que haya diferencias en el mundo, lo que no es inevitable es el conflicto. La negociación, la diplomacia, la transacción, son todos medios que además de más cómodos son más útiles.
Los principales exportadores del mundo (que son EEUU, China, Alemania, Japón, Francia, Corea, Holanda, Italia) basan su inserción internacional en la inteligencia vincular.
En uno de sus informes sobre el Comercio Mundial, la OMC afirmó que, causando progreso, en los últimos tiempos “la cooperación comercial se ha hecho más amplia y más inclusiva”.
Por eso, descubrir que desde el inicio del siglo (con la salida de la convertibilidad, la devaluación, la pesificación asimétrica, la intervención gubernamental en los contratos ente privados y el default d ella deuda pública) la Argentina ingresó en un espacio de marginalidad internacional es afirmar que nuestro país ha estado infringiéndose a sí mismo daños como la imposibilidad de lograr apertura de mercados, el desaliento a la generación de inversiones transnacionales, el desincentivo para proyectos productivos transfronterizos y la pérdida de confianza, resto, prestigio que son consecuencia a la litigiosidad, conflictividad y marginalidad.
Los problemas que nuestro país al respecto ha sufrido desde inicios de siglo, sin embargo, han sido alimentados, desmanejados mantenidos y en algún caso incrementados.
Así, como se expresa más adelante en este informe, se puede aseverar que desde el inicio de la segunda década del siglo (año 2011), nuestro pañis ha mantenido su situación de marginalidad en los negocios internacionales, y ha mantenido diverso tipo de controversias explícitas formales y expresas con 51 países en el mundo.
A continuación se hace referencia a los diversos tipos de conflictos que han sido expresados a través de denuncias, quejas expresas escritas o reclamos explícitos (no se han excluido los que han surgido de meras manifestaciones de orales de autoridades o de reacciones que pueden ser atribuibles a diferencias pero que no han sido imputadas expresamente a esas diferencias). Se han incluido todas las diferencias con otros países, sea que fueron ya zanjadas o que permanecen vigentes, sea que han sido finalizadas a favor de Argentina o no.
El objeto de este trabajo, pues, no es el de contabilizar resultados de los litigios, sino advertir que los litigios en sí (y la litigiosidad) generan una reputación negativa y un ambiente de dificultades, lo que afecta la previsibilidad y elegibilidad de Argentina como parte de los negocios globales.
Aún ganado una eventual controversia, se está en una situación que es peor que si las diferencias se saldan a través de la negociación, el acuerdo o el consenso que surge del reconocimiento de la legalidad. Si, además, como ocurre con nuestro país, la mayoría de los casos han generado resultados contrarios a Argentina, la cuestión lleva a un saldo aún peor.