Avelino Porto fue distinguido como ciudadano ilustre de Buenos Aires, el miércoles 8 de mayo, en el Salón Dorado de la Legislatura porteña. Encabezaron el acto el diputado Omar Abboud, presidente de la Comisión de Cultura, y su par Eduardo Santamarina, impulsor de la declaración de ciudadano ilustre, que contó con la coautoría de 21 diputados. A continuación, una síntesis del discurso de Avelino Porto al recibir la distinción.
¿Qué puede decir un educador hoy, en nuestra Argentina agitada y buscando ansiosamente su futuro? No podemos negar que nuestro clima de época es el desencanto. Que nos cargamos de culpas unos a otros. Que no encontramos el camino para soñar el futuro. Hay que salir de este laberinto cuanto antes.
Hace 37 años llegaban a la Argentina, invitados por la Universidad de Belgrano, los dirigentes que había acordado el famoso Pacto de la Moncloa en España, en 1977. Habían decidido enfrentar su futuro sobre un conjunto de ideales y se habían comprometido a cumplirlos desde distintos ámbitos de la vida cotidiana.
Fue un ejemplo que sirvió para otros pueblos deseosos de superar enconos, y construir sobre las basesde la paz, el progreso y la libertad. Por haber sido responsable de aquella visita, vengo trabajando hasta hoy para que la Argentina tome lo mejor de aquellos acuerdos. Desde nuestro puesto en la educación, me permití formar entidades con hombres y mujeres de los diversos campos del actuar ciudadano, para que algún día se dieran en la Argentina esos acuerdos.
El intento, en estas horas, de lograr entendimientos para encaminar la vida argentina es una prueba de que aquellos sueños siguen vigentes, pero sin resolverse. Independientemente de lo que se logre, ha reaparecido una actitud que algún día próximo se concretará.
Lo trascendente es derrotar la idea de que los argentinos somos incapaces de entendernos: poner una luz en el camino para una Argentina posible con valores respetados; con niños y jóvenes sanos y educados; con adolecentes que cumplan sus deseos de ser ciudadanos del mundo, emprendedores e innovadores, y con familias que accedan a los bienes que la naturaleza y el trabajo nos provee.
Aquellos sentimientos de unir a la Nación se desarrollaron junto a otras personas, para lo cual construimos la Universidad de Belgrano durante 55 años; la Academia Nacional de Educación desde hace 35 años; el Club del Siglo nacido en 1987, y el Foro del Bicentenario hace 14 años. También desde el Consejo de Rectores de Universidades Privadas que presidí en varias oportunidades, y desde otras iniciativas a escala internacional, como el programa Columbus, con universidades públicas y privadas de Europa y América latina, y la Red Latinoamericana de Cooperación Universitaria, que involucra a entidades de 13 países del continente.
Este es el siglo del conocimiento, y la Argentina tiene una oportunidad inmejorable, con habitantes destacados y sobresalientes en infinidad de campos. Pero debemos convencer a los que hacen los presupuestos de Estado con nuestros impuestos y a los que administran esos recursos que, si se destinan más fondos a la educación y se distribuyen con controles severos, la Argentina cambiará de inmediato y habrá personas que celebren tener trabajo y progreso. La seguridad, la economía y otros reclamos mejorarán mientras cada día un hecho nuevo favorezca a los maestros y a sus alumnos.
El Ministro con más poder en los futuros gobiernos debe ser el de Educación, para superar, entre otros, un hecho que da vergüenza: un 50% de los jóvenes de nuestro país no termina el colegio secundario. Que no reclamemos en voz alta por esta pérdida constante y en aumento es un error. Que ante los cambios que se van a producir en los próximos años, nos mantengamos inmóviles es otra actitud penosa. Por eso, estoy dispuesto a seguir trabajando por y para la educación.