Hace algo más de diez años el comercio global crecía a 8% anual. Este año la OMC lo estima en apenas 2,6%. Los ministros del G7 reunidos esta semana en Chantilly, Francia, discutieron el costo de las actuales guerras comerciales temiendo que el proteccionismo puede generar una caída de la actividad económica global.
Hay un detalle, sin embargo, que pasan por alto. La desaceleración del comercio comenzó mucho antes que el último brote de proteccionismo. Este tema fue mencionado el martes por Hyun Song Shin, economista jefe del Banco de Pagos Internacionales en una reunión de ministros de finanzas organizada por el Banque de France en París.
Shin explicó que hay varias maneras de observar el comercio. La medida más común es el comercio nominal o real. Pero hay otra, la relación entre exportaciones brutas y PBI neto. Esta última métrica es especialmente reveladora en este momento porque indica la actividad de las cadenas de suministro internacionales o “cadenas de valor globales”. Esas cadenas de valor complejas generan múltiples “ventas” de exportación y cuanto más amplias son esas cadenas más alta es la exportación bruta con relación al PBI.
Esta serie de exportaciones brutas muestra que entre 2000 y 2008 hubo un frenesí de actividad en las cadenas globales de suministros. Pero en 2008 la crisis financiera golpeó y las exportaciones brutas se vinieron abajo. Lo que llama la atención es que mientras las exportaciones brutas se recuperaron en 2009 nunca volvieron a los niveles anteriores a 2007. Además, desde 2011 en adelante las exportaciones brutas fueron declinando sostenidamente con relación al PBI. Esto quiere decir, según Shin, que la desaceleración del comercio es anterior al surgimiento del proteccionismo y las guerras comerciales de los dos últimos años.
Una explicación posible es que los servicios adquirieron más importancia en la economía global que la manufactura. Otra podría ser la innovación tecnológica: la automatización redujo el costo de la manufactura occidental lo que redujo la necesidad de tercerizar la producción a lugares con mano de obra barata, como China.
Pero Shin cree que hay otro factor fundamental: el financiero. Las empresas necesitan enormes cantidades de capital de trabajo para manejar sus cadenas de suministro. Dos tercios de ese capital proviene de sus propios recursos, y el tercio restante de financiamiento bancario o no bancario. Durante el boom del crédito anterior a 2007 les resultaba fácil encontrar capital de trabajo y financiamiento. Pero después los bancos restringieron el crédito no solo por las regulaciones post crisis sino también porque sus propios recursos quedaron debilitados por las tasas de interés ultra bajas.
Los movimientos de la moneda también hicieron daño. Casi 80% del comercio financiero es en dólares. Esto quiere decir que la fortaleza del dólar afecta la capacidad de las compañías en mercados emergentes para financiar las cadenas de suministro.
Si el análisis de Shin es correcto, tiene por lo menos tres implicancias importantes:
Primero, subraya la importancia de estudiar los canales financieros en tándem con las tendencias económicas “reales” si se quiere entender la economía global. Segundo, la investigación sugiere que la burbuja crediticia anterior a 2007 no solo creó un boom en el precio de las propiedades inmuebles sino que contribuyó a crear también una burbuja en el comercio y en las cadenas globales de suministro. Tercero, dado que la burbuja ya explotó, parece poco realista esperar que el mundo pueda recrear el surgimiento del comercio global en el corto plazo.